Que la pandemia iba a provocar un impacto desigual en distintos estratos sociales era previsible, Pero ahora está la evidencia de las estadísticas.
No es un dato para desatender que la crisis sanitaria y la paralización que impuso, cayó sobre una economía fracturada social y estructuralmente por una política económica letal, como la de los dos últimos años de macrismo.
Deterioro de los ingresos de la población más vulnerable, pero a la vez desarticulación del Estado que podía arrojarle un salvavidas. Desaparición de decenas de miles de pymes industriales y comerciales, y a su vez una depresión de la demanda interna que borraba del horizonte toda perspectiva inmediata de recuperación. Precarización laboral de quienes perdieron sus fuentes de trabajo y tuvieron que "rebuscársela" como fuera.
En ese escenario, y con un gobierno que recién se acomodaba en los despachos, cayó la pandemia.
Qué es lo que dice la secuencia de los índices de pobreza desde la salida de la catástrofe macrista hasta los días actuales. En el cuarto trimestre de 2019, el de la despedida de Cambiemos, la pobreza ya superaba el 38 por ciento. En el momento más duro de la pandemia y de freno a la circulación, que fue el segundo trimestre de 2020, trepó a un pico del 47%. En el cuarto trimestre de ese año, ya con parte de la economía saliendo de la recesión de la pandemia, bajó pero apenas dos puntos, al 45%.
Esa secuencia muestra: el alto nivel de pobreza en el cierre de la recesión macrista, el agravamiento con la seguinda recesión, la de la pandemia, y finalmente un inicio de la recuperación ecónómica con un rezago importante en la recuperación de los ingresos de la población.
Las políticas de protección a los sectores vulnerables que ejecutó el gobierno tuvo resultados que se reflejan en las estadísticas. Los aumentos en la AUH y las transferencias a través de las Tarjetas Alimentar a los sectores más carenciados se vio en la baja de los indicadores de indigencia durante la pandemia: llegó al 12,4% en el segundo trimestre (el pico de la crisis sanitaria), y fue bajando al 10,6 en el tercero y 10,4 en el cuarto. Evitaron la indigencia (hambre), pero no la pobreza (necesidades básicas insatisfechas), porque los precios de la canasta familiar siguieron aumentando. El 57,7% de menores de 14 años habitando en hogares pobres es su imagen más dolorosa.
La política de defensa de los haberes mínimos jubilatorios, un derecho que se universalizó en los gobiernos kirchneristas, hizo posible que la población mayor de 65 tuviera en el segundo semestre de 2020 un índice de pobreza, por muy lejos, más bajo que el resto de la población: 11,9%.
Lo que no alcanzó a resolver la política oficial es que quienes se beneficiaron de la recuperación post pandemia distribuyeran los beneficios. No emplearon más gente, no recuperaron los salarios y, lo peor de todo, abusaron de su posición dominante incrementando precios de bienes de consumo masivo. Es la deuda pendiente. Las estadísticas no sólo lo confirman, sino que además muestran la urgencia que hay en darle respuesta.