El padre de Micaela García recordó a su hija al cumplirse cuatro años del femicidio, que conmocionó al país y derivó en la llamada Ley Micaela, de capacitación sobre violencia de género en los distintos poderes del Estado.
A través de Facebook, Yuyo García recordó a la joven con un texto de El Libro de los Abrazos, de Eduardo Galeano, que "es una síntesis perfecta del imaginario más inspirado de su autor. Celebraciones, sucedidos, profecías, crónicas, sueños, memorias y desmemorias, deliciosos relatos breves en los que hasta las paredes hablan".
Micaela tenía 21 años cuando fue violada y asesinada en Gualeguay por Sebastián Wagner, un hombre condenado en 2012 por haber violado a dos mujeres y a quien se había liberado pocos meses antes del femicidio.
Micaela estuvo desaparecida durante una semana hasta que su cuerpo fue encontrado junto a un árbol, desnudo. Wagner fue condenado en 2019 a prisión perpetua.
Hoy, al cumplirse un nuevo aniversario del asesinato de la joven, que militaba en el Movimiento Evita, se la recordó en las redes sociales con el hashtag #MicaPresente.
"Te quiero y te extraño mucho" concluyó su padre, quien incluyó un video con la voz de Galeano leyendo ese pasaje de su libro publicado en 1989.
El texto de El Libro de los Abrazos se titula "Las flores". Dice así:
El escritor brasileño Nelson Rodrigues estaba condenado a la Soledad. Tenía cara de sapo y lengua de serpiente, y a su prestigio de feo y fama de venenoso sumaba la notoriedad de su contagiosa mala suerte: la gente de su alrededor moría por bala, miseria o desdicha fatal.
Un día, Nelson conoció a Eleonora. Ese día, el día del descubrimiento, cuando por primera vez vio a esa mujer, una violenta alegría lo atropelló y lo dejó bobo. Entonces quiso decir alguna de sus frases brillantes, pero se le aflojaron las piernas y se le enredó la lengua y no pudo más que tartamudear ruiditos.
La bombardeó con flores. Le enviaba flores a su apartamento, en lo más alto de un alto edificio de Río de Janeiro. Cada día le enviaba un gran ramo de flores, flores siempre diferentes, sin repetir jamás los colores ni los aromas, y abajo esperaba: desde abajo veía el balcón de Eleonora y desde el balcón ella arrojaba las flores a la calle, cada día, y los automóviles las aplastaban.
Y así fue durante cincuenta días. Hasta que un día, un mediodía, las flores que Nelson envió no cayeron a la calle y no fueron pisoteadas por los automóviles.
Ese mediodía él subió hasta el piso último, tocó el timbre y la puerta se abrió.