En los primeros días de la cuarentena estricta para prevenir el contagio del coronavirus, en marzo del año pasado, una mujer y su hija de 7 años fueron asesinadas y enterradas en una casa de Lanús, y por el doble femicidio fue detenido un hombre que ahora será juzgado a pedido de un fiscal, que consideró que el imputado cavó una "tumba casera con piedras y tierra" para dificultar el hallazgo de los cadáveres y que inventó un relato "telenovelesco e inverosímil" para desviar la investigación.
Cristina Beatriz Iglesias (40) y Ada Antonia Iglesias (7) fueron dos de las casi 300 víctimas de femicidio que se registraron durante el 2020 en todo el país, según un informe del Observatorio de Femicidios de la Defensoría del Pueblo de la Nación, y los familiares de las víctimas aguardan que la Justicia ponga fecha de inicio del juicio para Abel Alejandro Romero (26).
"No me alcanza que le den perpetua. Estamos esperando que se haga justicia. No me pasa por la cabeza perdonarlo. Con mi familia estamos un poco mejor, pasó un año. Para mí es un alivio dejar de contar los meses para empezar a contar los años", afirmó Fernando Iglesias, hermano y tío de las víctimas, quien le reclamó al Tribunal Oral en lo Criminal 2 del Departamento Judicial de Lomas de Zamora, que disponga el inicio del debate.
Romero, quien permanece alojado en el Penal de Florencio Varela, está acusado del delito de "doble homicidio agravado por alevosía y por el vínculo mediando violencia de género", en perjuicio de quien fuera su pareja y la hija menor de ésta, por el cual podría recibir una condena a prisión perpetua.
El doble femicidio fue descubierto el 27 de marzo del 2020 en una casa de la calle Domingo Punta 4064 de la localidad de Monte Chingolo, partido de Lanús, en el sur del conurbano bonaerense.
Para el esclarecimiento, fue clave el trabajo realizado por la División Canes de la Secretaría de Seguridad del municipio bonaerense de Escobar, cuyo perro Bruno, un Weimaraner considerado por varios investigadores judiciales como "el Messi de los perros" por su actuación en casos resonantes, incriminó al sospechoso con el hecho.
Otro de los canes, Max, fue finalmente quien marcó el lugar donde estaban enterrados los cadáveres en el fondo de la vivienda.
Según los forenses que trabajaron en el lugar, Cristina había sido degollada en el marco de una pelea y la niña también había recibido cortes en el cuello, para lo cual el agresor aprovechó la "condición de vulnerabilidad e indefensión de la víctima, derivada en su diferencia física y de fuerza".
Romero, que era pareja de Cristina al momento del hecho, fue detenido dos días después y, tras inventar una coartada, terminó confesando el doble femicidio.
En la elevación a juicio -a la que tuvo acceso Télam-, el fiscal Jorge Grieco consideró que en una declaración informal ante la policía, el imputado acusó a un conocido suyo que le vendía marihuana para consumir y realizó relatos "telenovelescos e inverosímiles en los que, increíblemente, resultaba una víctima que obraba coercionado en aras de permanecer vivo".
Para el fiscal, esta versión aportada por el entonces sospechoso movilizó "gran cantidad de personal policial, muy escaso por cierto en medio de una emergencia sanitaria, a fin de evacuar una falsa y estéril línea investigativa".
Finalmente, en su declaración judicial, confesó el crimen y dijo que asesinó a su novia cuando consumían pastillas y alcohol y que luego mató a la niña, tras lo cual cavó el pozo en el fondo de la casa y enterró los cuerpos.
Para la Justicia, el hombre tapó los cadáveres con una capa de piedra y luego tierra "a efectos de disimular la tumba casera y dificultar la intromisión en ella mediante excavaciones y búsquedas simples".
Es más, en la elevación a juicio, el fiscal Grieco señala que en el lugar trabajaron "múltiples grupos de brigada canina especializada en búsqueda de cadáveres" y "numerosos expertos de la Policía Científica y de Bomberos", que demoraron "cerca de tres horas en lograr desenterrar los cuerpos".
Los investigadores determinaron que el imputado "limpió con gran dedicación la escena principal (interior de la casa), lavando la sangre, girando uno de los colchones a fin que no sea visible el rastro hemático, lavando incluso en el lavarropas un oso de peluche y ropa de cama".
Además, para los pesquisas, Romero se apoderó del teléfono celular de Cristina y "respondió mensajes a la hija mayor de ésta, montando un teatro en el que se hacia pasar por la víctima".
Es que Dolores, otra de las hijas de Cristina, estuvo buscando durante varios días a su madre y a su hermana porque no tenía noticias de ellas, y le escribía mensajes a su teléfono celular y recibía respuestas inverosímiles, por lo que comenzó a sospechar que algo les había pasado.
Cuando la joven le preguntó a Romero, él argumentó que Cristina se había ido a la casa de una vecina, por lo que aprovechó una distracción y se fugó de la casa.
Los investigadores indicaron que durante los dos días en los que estuvo prófugo, el joven visitó a la madre de su hijo (a quien le llevó pañales), y se dirigió hasta la casa de una amiga para finalmente alojarse en el domicilio de su hermana, donde fue arrestado.
En su indagatoria, Romero "confesó ser el único autor material e ideológico del femicidio y el infanticidio (…), narró la forma en que lo llevó a cabo y de cómo intentó cubrir los rastros del accionar criminal desplegado, respondiendo preguntas sobre, por ejemplo, el posicionamiento de los cuerpos al ser inhumados, detalles que de no haberlo hecho él sería imposible que conociera".
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