Termina el invierno en Estados Unidos, comienza la temporada de baseball, y el gobierno se queda afónico tratando de convencer a alguien de que la pandemia no terminó. Los centros de vacaciones ya tienen reservas, estados enteros ya no usan máscaras y sin que nadie lo anuncie está de vuelta una de las pulsiones más profundas del país, la de agarrar un arma y matar a cualquiera, sin razón aparente y tratando de hacer números.
El año de aislamiento y pandemia tuvo un lado paradojal, el de ser extremadamente violento. Hubo veinte mil muertos a tiros y 24.000 suicidios con armas de fuego, el número más alto en décadas. Lo que no hubo fueron masacres: según un estudio del Violence Project, un centro de estudios dedicado a la violencia armada civil, la cuarentena simplemente privó a los tiradores de blancos. No hubo más aulas llenas, shopping llenos, calles llenas.
Lo que hizo más notable el parate fue que el gobierno de Donald Trump tuvo un claro efecto impulsor de la violencia psicótica. Justo antes de la pandemia, en 2018 y 2019, se vió el mayor número de ataques absurdos en la historia de Estados Unidos. Después hubo que encerrarse y vivir online.
Después de la tercera masacre al hilo esta semana -siempre vienen de atres o cuatro, en parte por la obsesiva atención de los medios- se está otra vez hablando de limitar el acceso a las armas, crear registros, condiciones para su venta. Los demócratas se saben el guión de memoria, de tantos años que llevan tratando de pasar leyes.
El problema es que los norteamericanos aman sus armas. Son 331 millones y poseen casi 400 millones, lo que da de lejos el mayor promedio mundial, 120 fierros cada cien humanos. De esas, apenas un millón están registradas, tan laxas son las leyes de posesión y portación. Y no es que todo el mundo tiene un arma, ya que un estudio del Pew Center comprobó que apenas uno en tres en el país tiene una. Los armados tienen, en promedio, cuatro armas cada uno.
La pasión norteamericana por los fierros es realmente notable. Según el Small Arms Survey, el segundo lugar de este redondo planeta donde hay más armas tiene apenas la mitad que el gran país del norte. Es, curiosamente, el territorio ocupado de las islas Malvinas, con 62 fierros por cada cien kelpers. Le sigue Yemen, un país largamente anarquizado y ahora en guerra, con 52.
Argentina forma parte de un amplio grupo de países no muy armados que incluye a la pacífica Irlanda, a España y a los más complicados Irán e Israel. Todos mostramos un promedio de apenas siete armas por cada cien personas, lo que en estas pampas significa 3.256.000 piezas. Sólo cinco países de este mundo declaran que sus civiles no tienen armas: El Vaticano, la Isla de Navidad, Indonesia, Nauru y Taiwán.
En el mundo hay mil millones de armas de fuego pequeñas. El quince por ciento están en manos militares, el resto las tienen los civiles. Casi la mitad están en Estados Unidos. de los 220 millones de norteamericanos armados, dos tercios dicen que compraron un arma para sentirse protegidos. Un 44 por ciento conoce a alguien a quien le pegaron un tiro.