La historia, como sabemos, termina en una interpretación. Es lo que hace Alejandro Acosta en “Comentarios Reales del Inca”, usando como referencia remota (casi sólo nominal, pero imprescindible) los “Comentarios Reales” del Inca Garcilaso, y desemboca en estos poemas que son un punto de vista y una definición.
Por supuesto, estamos hablando de poesía, no de historia: no estamos ante hechos que deban ser analizados y cotejados con testimonios o documentos, sino ante la recreación libre que permite (y exige) la poesía. No es la primera vez que Alejandro Acosta hace estos recorridos poéticos por aspectos de la historia de Latinoamérica, por lo que debemos entender que tiene una necesidad seria, reiterada, de dar una mirada a hechos que piden interpretación. Y entiendo que esto no lo hace sólo para explicarlos, sino también para explicarse: el poeta necesita preguntar por sí mismo, y para eso recurre a situaciones y personajes de la historia que le permiten aproximaciones a una historia propia, sea cierta o imaginada como sucede siempre en literatura.
Esta complejidad salta a la vista porque la primera pegunta es quien narra los hechos y les otorga un sentido. La respuesta sería que el poeta habla, pero también cede la palabra, por lo que hay siempre alguien agazapado detrás del que escribe: un yo literario que puede ser, o no, el propio escritor. Y en casos como éste, en el que se supone alguna verdad histórica, alguien sugiere que la conoce y, a la vez, alguien la reinventa; y entre los dos reelaboran los datos para que se disimulen en una nueva realidad. En este juego de sobrentendidos y suplantaciones, creo entender que Alejandro Acosta, además de un libro de poemas, está definiendo una pertenencia, su arraigo a una parte del mundo; o al menos está dando su versión.
Y puesto que lo hace con poemas, corresponde dar una mirada a cómo resuelve el problema específico de la poesía. En primer lugar, el lenguaje está abordado de una manera eficaz, usando y eludiendo la primera persona del singular; y esta labilidad le permite hablar desde el yo sin encerrarse en la mirada única: el que habla mira cosas diversas, está atento a lo que pasa, cuenta sucedidos (verdaderos o ficticios) e indaga en eso tan proteico que llamamos realidad. O historia. Por otra parte, adapta muy afortunadamente el lenguaje al asunto tratado: con una prosodia seca, sin exagerar efectos, casi narrativa, sin desdeñar un merodeo lírico y siempre con un toque de ironía bien resuelta. Asunto y lenguaje empujan en la misma dirección; y esto, para beneficio de todos, tal vez sea la prueba más convincente de que estamos ante un poeta que conoce su oficio y sabe usarlo.
Como lector de estos poemas, celebro la búsqueda y sobre todo los hallazgos. Esta interpretación de la historia, con recorrido en épocas distintas, y también con incursiones por el tiempo actual, es un excelente libro que nos muestra una cara de Latinoamérica y nos acerca una cara de Alejandro Acosta. Como sucede con la poesía, hay una complejidad con la que terminamos conociendo materia y autor.
Comentarios Reales del Inca
I
DICEN QUE NACÍ CON LA BURLA, ESA MUECA EXTRAÑA,
posada en los labios. Que nací con los ojos fijos,
sabiendo que al final todo era broma,
el pozo en el que madre me olvidaba, de sol a sol,
para que no me críe hediondo,
la llama de hueso, el peine de espinas,
espera ardiente de su pecho.
En cambio, la ira una vez maldijo
que fui yo un bulto violeta,
enredado en una tripa verde,
que al amanecer
la rabia es roma, la piedad obsidiana
y que no me mató
porque se quedó dormida.
*Poeta salteño, miembro de número de la Academia Argentina de Letras (2014) y miembro correspondiente de la Real Academia Española (2015).