Algunos se atreven a plantear que en los años 70 ya existían grupos salteños que incursionaban en el rock pesado. Lo seguro es que entrados los 80 y consolidados en los 90, el metal pasó a formar parte de la cultura under de Salta.

Las oleadas musicales masivas que trajeron Metallica, Guns N’ Roses o Rata Blanca, en el plano nacional, abonaron el terreno amplificando una escena aún incipiente. A las bandas pioneras se fueron sumando otras que empujaron el género y ensancharon el público. Los pelos largos, el cuero y las tachas, comenzaban a no ser mirados de costado.

Sin embargo, había una escena que armar e información que encontrar como fuera posible. Aquellos primeros metaleros que querían recibir novedades musicales, debían recurrir a un verdadero trabajo de hormiga. El camino iba desde Salta hasta el porteño Parque Rivadavia, lugar reconocido en la historia como la meca del under.

Quien tenía la posibilidad de viajar hasta Buenos Aires, lo hacía con una lista interminable de títulos a conseguir encargados por los metaleros del norte. Se juntaba dinero entre todos, y a esperar.

“Había que recurrir a viajes a Buenos Aires para traer copias. Hacíamos una lista de pedidos y esas copias llegaban al norte. Y acá también nos juntábamos con los famosos doble casetera para que cada uno haga su copia. Así se fue difundiendo”, cuenta Darío Ordóñez, líder de Pogrom, banda pionera en la escena local.

Resulta una imagen muy gráfica del esfuerzo que significaba esta travesía interminable de kilómetros y kilómetros con un bolso lleno de discos piratas. Ordóñez continúa el relato: “Cuando llegaba un álbum teníamos mucha emoción. Lo escuchábamos una y otra vez hasta gastarlo (…). Recorríamos distancias muy largas para traer una copia. Hoy esas distancias son ridículas, nadie lo haría”.

Hernán Bass tiene 43 años y 20 años en el ambiente del metal, gran parte junto al grupo Santuario. También recuerda aquella épocas de formación: “La única manera de informarnos era comprando las revistas Riff o Metal Hammer, que eran europeas y llegaban traducidas al español de España”.

“Había un profesor de historia en la secundaria que se llamaba Ronald Barboza. Fue un comunicador muy conocido dentro de la escena (…). Hizo un taller en el colegio sobre rock nacional, luego de rock internacional y eso me abrió la cabeza. Fue un hito en mi vida. Cuando me lo volví a encontrar, se lo recordé y le agradecí esa apertura de cabeza”. Hernán recuerda de esta manera a Rony Barboza, quien desde su lugar en la docencia y sus programas de radio, se caracterizó por ser un férreo defensor y difusor de los géneros locales que no tenían lugar en los medios masivos.

Sincretismos 

Los primeros pasos en la música para quienes se criaron en el norte, poseen una raíz netamente folclórica. Los docentes, los métodos y lo que se escucha en cada casa y en cada patio, recuerda a aquellos sonidos. Hay quienes luego eligen otros caminos generando un sincretismo y una nueva síntesis musical.

Darío Ordóñez nació en Jujuy y desde muy chico vive en Salta. El folclore lo acompaña desde sus primeros pasos. “La música andina está muy emparentada con el metal. Por un lado, por lo nostálgico y la carga de melancolía, sobre todo en los temas lentos del metal. Y la música andina tiene esa nostalgia (…). Por otro lado está la connotación del bien y el mal, muy marcado en la cultura andina, cosa que en el metal también se destaca. Hay una idea de conectarse con algo distinto”.

El grupo Santuario tuvo la oportunidad de participar en un homenaje al Cuchi Leguizamón grabando el tema Carnavalito del duende. De aquella experiencia Hernán Bass cuenta: “Grabamos un tema entendiendo la figura del Cuchi como un tipo que, si bien estaba en el folklore, era un tipo contestatario, tenía una actitud medio anti establishment bastante marcada. Podemos decir tranquilamente que es una actitud rockera. (...) En cierto sentido nos sentimos identificados con eso de poner en juego otras cosas que no sean las que están establecidas”.

La raíz de la tierra se hace presente y aflora constantemente, quizás de la manera y en los momentos menos esperados. El metal desde el norte de la Argentina guarda su propia impronta y particularidad, algo que lo fortalece y le da esencia.

“No escondemos raíces ni cuestiones idiosincráticas. En nuestro disco Trece golpes en el frío hay mucho trabajo de intertextualidad con poemas y con escritos de autores salteños. El batero de Santuario, quien escribe las letras, estudió filosofía y letras y siempre estuvo ligado a la poesía. Tratamos de poner ese valor en las letras de Santuario”, agrega Bass.

Ser y hacer la escena

En tierras donde el heavy metal no tenía una escena armada y consolidada, aquellos que querían incursionar en el género, no solo tenían que conseguir los recursos y formar las bandas, sino que también tuvieron que organizar un propio circuito hasta ese momento desconocido.

Pogrom fue banda pionera y Darío Ordóñez trae aquellos relatos: “Nos gustaba lo que hacíamos, nos juntábamos entre amigos y eso se fue reproduciendo, se fue juntando cada vez mas gente. Un amigo traía a otro amigo y ser armó una cadena de curiosos que sumaba gente (…). Empezamos a hacer fechas en lugares improvisados. Muchas fechas frustradas que terminaron haciéndose en la casa de algún amigo. Existía una voluntad porque todos se sentían apasionados por ser parte. Salir un poco del montón”.

Abriéndose paso en el género y buscando un espacio en la sociedad, los metaleros tuvieron que convivir con los prejuicios de una población tendiente a conservar el status quo y mirar de costado aquello que sale de los parámetros de lo establecido.

Ordóñez hace una pintura de estos prejuicios luego de tantos años de transitar el ambiente: “de parte de la gente existe una negación constante, sobre todo la gente que está atada a las tradiciones. Nos ven como personas que no encajan, ni siquiera lo piensan. Te ven y ya sos sinónimo de cualquier cosa que se les haya ocurrido. Son prejuicios. Fue una lucha tener que ser aceptados”.

Luego de años de batallar contra estos prejuicios, hoy sienten que pueden ser reconocidos como un eslabón mas de la cultura musical.

Pogrom tuvo la posibilidad de tocar con grandes bandas del heavy nacional e internacional. Por ejemplo, cuando la mítica banda Hermética, en su momento de pleno auge, visitó Salta allá por 1993. No solo los telonearon, sino que ayudaron a tramitar distintos permisos municipales, alquiler de equipos y hasta los llevaron a comer. Fueron sus anfitriones en la provincia. Toda una confraternidad, muy común dentro de la escena del metal.

Sin embargo, Pogrom tendrá una de sus noches mágicas en noviembre de 1996 cuando compartió escenario (con una historia muy particular) con los estadounuidenses Morbid Angel, banda pionera en el Death Metal.

Cuenta Ordóñez: “Estábamos en la casa de uno de nuestros integrantes y recibimos una llamada por teléfono. Nos invitaban a tocar en esa fecha. No creíamos, pero después nos mandan un fax donde había un contrato. Nos emocionamos porque de ser una banda ignota a tocar en Buenos Aires... pero nunca supimos como fue. Con el tiempo, muchos años de preguntar, comencé a atar cabos”. La historia puede resumirse en la hermandad del heavy. Conocidos y allegados de la banda, desde diferentes lugares del país recomendaron, sin saberlo, la misma banda a la productora que organizaba aquella fecha.

Anécdotas de este estilo son una constante en el universo del metal. Hernán Bass relata una de aquellas que perduran y se siguen recordando en sobremesas y post ensayos: “Una vez nos invitaron a tocar a La Quiaca a un festival. Iba a haber bandas de Jujuy, de Bolivia y nosotros de Salta ¡no llegó ninguna! Y tocamos igual. Tocamos todo lo que teníamos, agregamos más temas, todo lo que podíamos. Nos pedían que sigamos tocando, y no teníamos mas. Repetimos como 5 temas más... la gente no se quería ir, había muy buena onda, nos habían recibido con mucho cariño, mucho respeto. Sabíamos que era un gran esfuerzo lo que significaba armar todo eso”.

La cofradía del metal sigue ensanchándose en el ambiente rockero. Hoy con géneros derivados que plantean estilos específicos: trash, extremo, death, doom o power metal son algunos de los tantos refugios musicales, pero siempre manteniendo la unión y solidaridad, un valor que permite seguir creciendo y ganando lugares.

Alejado de la postal turística salteña, pero tan presente como otros géneros, el heavy permanece latente para los oídos y los corazones de aquellos que quieran agitar las cabezas a su compás.