Nunca me sentí sola porque estábamos juntas./ Mujeres teníamos que ser, ¿eh? Menos mal./ Irene X

Ema ronda con Ana la gata por el barrio de calles desparejas y conventillos destartalados que ostentan sin pudor un espectro de múltiples colores. El barrio lleva el nombre de La Boca por la desembocadura del riachuelo de aguas infames que atraviesan el sudeste de la ciudad. La Boca que parece referir a un verso de Miguel Hernández, Boca que arrastra mi boca, Boca que me has arrastrado… Muerte reducida a besos, a sed de morir despacio… ¡Qué metáfora de vida!, piensa Ema.

Aunque el barrio es de genoveses, Ema evoca a España, evoca a otra Gata, a Gata Cattana, la rapera que su prima Juana ha traído desde Tarragona con La escala de Mohs, (una escala de poesías, montada sobre el concepto de diez minerales usados para medir lo maleable de otros), que las dos se han empeñado en desandar, como se suelen desandar los senderos imprevistos donde aguardamos lo inesperado. Juana lee de una de sus preferidas: Hojita de Menta. “Nosotras siempre hemos sido lo que nunca seremos… Nosotras fuimos de costumbres prehistóricas, de leer junto al fuego, el arrabal y la vanguardia, los textos sagrados y las fisuras, eruditas hasta la arcada, sabiondas, repelentes, hasta la médula…” . Sí. Gata Cattana le llega hasta el alma y más ahora que se ha ido para siempre… liviana como una “Hojita de Menta” y penetrante como el aroma que la menta exhala.

Ema sonríe porque Juana juega el nombre de la poesía de Gata, con el gusto de Ema por los helados de menta. Después Juana sigue: “Fuimos un mucho de puta y un poco de monja, demasiado humanas para endiosarnos, demasiada idea para tan poca carne, fuimos tan del sur que le dimos la vuelta, fuimos tan incógnitas que ni nosotras mismas sabíamos muy bien. Y por si acaso el revólver…”

A veces me parece volver a escuchar a nuestra tía, dice Ema… La tía, como Gata, quería “esculpir utopías donde no puede haberlas…”.  Juana no, Juana ahora vive en Rosario y ama el día nuevo en la ventana del cuarto, ama tocar el saxo, trabaja de niñera porque ama a los niños, a sus hermanos, al amor propio, a su prima… Y se entiende dice Ema, mirar el atardecer, respirar el olor de la hierba y untar de colores la hoja de la tarde con los mejores pensamientos, extraídos de los cuentos infantiles. Tal vez haya dioses que habitan en el color y en el sonido y Ema sueña con Juana acurrucada en la melodía que diseña una esfera liviana y alada por la imaginación que la interpreta. ¿Y Gata? Hay un mundo que se fue con ella… ”Nosotras quizá no éramos tan listas pero ni mucho menos buenas personas… Nosotras éramos los idus de marzo, la conjura, la disidencia…, la disidencia siempre, fuera cual fuera el autor o el imperio… Dos locas son siempre menos locura, que una sola loca, dos locas es algo más normal”.  Hubo una mujer, tal vez anacrónica, que sintió volver y ser millones… y ahora, quizá las mujeres…

Ema sueña su sueño que emerge en un tiempo nuevo, impredecible como todo tiempo, y Juana emerge en ese sueño que entrecruza los acordes de un poema incesante, donde se desliza y se confunde con millones de voces que reclaman por los chicos de nadie, “No aman de igual forma los ricos y los pobres. Los pobres aman con las manos. Los pobres aman en la carne y con gula, en las peores estampas, en condiciones famélicas y con todo en su contra. Los pobres aman sin bonitos decorados… Los pobres han aprendido a amarse a oscuras, por eso mismo. Han aprendido a amarse mal alimentados, mal vestidos, malqueridos, porque el hambre agudiza el ingenio… Yo siempre he amado de esta manera…”.

Y Juana asiente: Yo también, yo también amo de esta manera… ”Y parece que su amor se yergue, indestructible a pesar de, a pesar de las miles de plagas, de los sueños frustrados y fracasos andantes de las crisis cíclicas y de hambrunas y de guerras, más valiente que Heracles, más Odiseo que Odiseo…”.  Juana siempre tiene presente el dolor del mundo, sabe no estar tranquila con lo que tiene porque piensa en lo que Gata ha dicho: “Todo lo demás no… Niñatos soñadores que inventan fórmulas definitivas, Que cantan todavía insaciables, a pesar de los momentos de lucidez, a pesar de que luchamos contra un invisible y la tarea nos queda, probablemente demasiado grande. Algunos todavía no han desertado. Algunos todavía creen en una idea”. Sí, Gata Cattana tiene razón. “Todo lo demás está muerto”.

Y entre tanto, Ema sueña con Rosario, con ver a sus primos retenidos ahora por la pandemia y mientras mira hacia el Puente viejo, a la vuelta de Rocha, encallada en su ámbito sureño, decide avanzar en la posesión de la nostalgia sesgando el silencio interior con una Cattana, sin que sea necesario que sea un carácter kenji o un sable corvo, basta con que sea la poesía de Gata Cattana, como de un espíritu emanado de su barrio, donde Ema ha aprendido a gustar las palabras salidas de Niebla del riachuelo y donde tal vez, más adelante como se suele decir, cuando los años surquen su existencia, evoque los días infantiles y la imagen de Gata desdoble la imagen de Juana desafiando los oprobios. Pero, ¿entretanto…? Entretanto, Ana, su gata, reticente al contacto, ronda indiferente los tapiales de la noche y Ema se adscribe al decir de la otra Gata que resuena en las palabras duplicadas de Juana: “El mundo no está preparado para que tú y yo converjamos... las cosas son como son y están donde deben estar… Y sin embargo, aún existe una ínfima posibilidad de hacer estallar el Parnaso, de hacerle la guerra a los dioses… la segunda Teogonía… Podríamos hacerlo… Aunque nos juguemos el castigo eterno y aunque el mundo, todavía, no esté preparado…”.  ¡Qué extraña es la voz! dice Juana, nos parece venir de adentro y sin embargo, es necesario el aire… algo exterior para que se produzca… como una parte de uno que cobra independencia y para colmo la que retorna físicamente en plena ausencia. Gata ya no está pero Juana reproduce su voz en el grabador y su voz y su imagen resguardada en el whatsapp… y en ese momento, piensa en Ema y en la necesidad de abrazarla a la distancia, piensa en la videollamada y en el Zoom, y en esa compulsión de los seres a querer completar todo, a querer satisfacer todo…y le dice a Ema, revelando en el decir el deseo de lo que no se produce: quisiera estar allí… y Ema contesta con palabras de Gata, que ahora hablan de Ema, de Juana, de su tía y de Gata: “Caso empírico. Tú siempre estás, aunque no estés… Por eso vine yo y viniste tú conmigo aunque no vinieras. Para demostrarle al mundo que se puede estar, aunque no se esté”.        

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