“La vida de Edgardo encarna la violencia política y la guerra de Malvinas, heridas tremendas que formaron a varias generaciones de argentinos a partir del golpe del '55” escribe Luis Bruschtein al prologar el nuevo libro de Edgardo Esteban, periodista, escritor y actual director del Museo Malvinas. Esteban estuvo en las islas, fue combatiente clase ’62. Hoy gestiona en el Espacio de Memoria exEsma el museo donde en los días cercanos al 2 de abril “la actividad es intensa” describe en diálogo con PáginaI12

El escritor y ex soldado, explica hoy, desde el panóptico de una perspectiva personal signada por elementos emblemáticos, cómo se entrelaza la historia sindical al interior del peronismo proscripto --por la dictadura de ’55-- protagonizada por su padre, Joaquín Esteban, con su propia participación como soldado en Malvinas. 

El entrelazamiento es tal que hacia 1982, previo a la guerra, el movimiento sindical en la Argentina protagonizó la primera gran huelga y movilización contra la dictadura cívico militar del ‘76. Y acompañaría después a los soldados en las islas, el 7 de abril, con la visita de una representación gremial donde se destacaba la presencia de Saúl Ubaldini.

La decisión de Joaquín de sacudirse “el yugo de una dictadura militar” pro norteamericana --la que volteo a Perón--, y la que asume Edgardo como soldado, contra la usurpación inglesa en las islas, unifican los relatos. Y a través del tiempo se establece la perspectiva histórica. La que hoy enuncia Edgardo Esteban, sin grandilocuencia, con la sensibilidad de quien puede dimensionar una tragedia, atravesar su oscuridad.

Esteban y Bruschtein fueron vecinos y recorrían, con diferentes edades, aquellos barrios obreros donde transcurre “Tres golpes en la ventana” (2021, Editorial GES).

El libro de Esteban que Bruschtein prologa es un perfil de la violencia política en la historia argentina desde la mitad del siglo pasado, cuando surge el peronismo. El autor aborda allí en forma novelada una situación autobiográfica, la del asesinato de su padre, como ya lo hizo en su primera obra: “Iluminados por el fuego” (1993, Sudamericana), donde narra su experiencia como soldado. 

Su nuevo libro, el cuarto que publica, retoma la infancia en Morón desde la muerte de su padre, Joaquín Esteban, y un devenir entre azaroso y paradojal. Su padre fue un dirigente peronista llegado de San Luis en 1954 que vive con su mujer, Rubí, y sus tres hijos. Edgardo es el mayor y tiene nueve años el día que la interna sindical que desgaja la resistencia peronista, ingresa a la casa familiar, y en una discusión, Joaquín es asesinado. “Era en mayo de 1972” recuerda Esteban. “Perón volvió ese año, pero mi padre, que había luchado tanto por ese regreso, no pudo verlo”, añade.

El episodio de su asesinato inicia el libro --presentado en sociedad el 24 de marzo--, y le permite al autor indagar en la historia política argentina. Con situaciones cotidianas logra mostrar las luchas dentro del peronismo que eclosionan en la masacre de Ezeiza, cuando el desencanto y el dolor se apoderan de esos otros combatientes, los luchadores de la resistencia, como Joaquín.

Foto: Leandro Teysseire


“Quería exorcizar esos fantasmas, y a través del arte, uno cura heridas” reflexiona Esteban, que hilvana lo social sobre el perfil de su familia, y rescata la figura de su madre. “Rubí era ama de casa, cocinaba, miraba ‘Rolando Rivas’ a la noche, leía Corín Tellado en las siestas, no estaba preparada para salir a pelearla” cuenta. El libro detalla cómo hizo para “salir a buscar trabajo, para criar a sus hijos, para sostener la unidad básica” que antes manejaba su marido.

La guerra de Malvinas se impone como un todo. “Como una pared. Pero yo quería derribar esa pared, ver que había detrás, y me encontré con una historia enorme –-explica--, la del asesinato de mi padre, en mi casa, en 1972, la misma casa que habité con mi madre y mis dos hermanos, ahí lo matan. El era un dirigente peronista de Morón. Fue parte de la Resistencia Peronista” confirma.

Con su nuevo libro, el autor logra posicionar su historia familiar en la trama política que contiene esa tragedia. Para llegar “a 1996 cuando (Juan Carlos) Rousselot le pone el nombre del asesino de mi padre a una calle de Morón. Contra eso luchamos con mis hermanos. Y logramos que se vuelva a llamar Avenida Curupaití” comparte.

Años después, de recorrida por el Parque de la Memoria, él y su hijo Facundo que acompañan a Bruschtein en un homenaje a su madre, Laura Bonaparte, deciden recorrer el memorial. “Aquí yacen las víctimas de la dictadura cívico militar y aquellos que lucharon por los ideales de equidad e igualdad”, recita Edgardo, de memoria. Y cuenta que en esa lista de desaparecidos --paradójicamente-- nos encontramos con el nombre del asesino de mi padre, es un desaparecido” define.

 La historia explicará en una supuesta una "pugna interna" del poder represivo de la dictadura, a esta desaparición. Esteban no pide que saquen ese nombre del memorial, busca que el nombre de su padre esté incluido en esa lista de luchadores sociales.

Durante la entrevista, Edgardo no menciona el nombre de Pedro Martín, el asesino de su padre. Se concentra en Joaquín: “víctima de los procesos políticos de nuestra historia” refiere. Y será ese marco, el de “nuestra historia política”, el que lo llevará luego a servir en Malvinas, como soldado, conscripto.

El cambio de paradigma

“Cuando Cristina (Fernández) explicó que se haría un Museo de Malvinas, planteó un cambio de paradigma”, señala Esteban. “Ella lo anunció un 2 de abril, en 2013”, recuerda sobre el momento en que el Estado le otorga “a Malvinas la categoría de una política de gobierno”. No una acción coyuntural. Eso instala el compromiso de sostener la memoria por la soberanía de las islas también a partir de un museo. “No es un Museo de Guerra, aunque recuerda a los caídos y al conflicto –advierte--, es un museo que mantiene vivo el sentimiento de soberanía y las rescata Malvinas por lo que significan”, explica.

Esteban sabe que Malvinas “traza una línea transversal donde todos los argentinos identificamos allí una parte de nuestra identidad”. Luego surgen las diferentes miradas explica, y rescata desde su experiencia, la consciencia de saber “lo que significó haber ido allá durante la dictadura cívico militar”. Valora el rescate de memoria en esa “decisión de Cristina”, porque “no todos los gobiernos tomaron esa postura, ni todas fueron relaciones carnales, ni todo fue negocio. Para algunos, Malvinas es una cuestión de Estado” insiste.

Ya el primer peronismo había sentado la base de la recuperación de la soberanía sobre las islas, explica, con apoyo logístico que permitió el desarrollo de la sociedad isleña.

“Fui prisionero de guerra en un depósito de YPF, construido durante un gobierno peronista” refiere sobre la construcción en la que estuvo detenido en junio de 1982. “Y cuando aterricé –agrega--, el 25 de abril, fue en un aeropuerto también construido por el gobierno peronista del ‘50. Hubo una penetración implementada sobre la idea de una recuperación de soberanía. "Ya desde entonces existe la idea de ver de nuevo a la bandera argentina flamear en las islas, y mi deseo es que eso vuelva a suceder”, augura.

El museo en la actualidad

El Museo Malvinas reabrió el día de la Soberanía, el 20 de noviembre de 2020. Se puede visitar con protocolos, sábados y domingos de 14 a 18. Con turnos reservados para equilibrar la cantidad de gente que asiste. “Para este aniversario repusimos información importante que el macrismo había sacado”, señala. Habla de “las invasiones inglesas, la Vuelta de Obligado, y la Resolución 2065”. Por esa Resolución, la ONU reconoce en 1965, el derecho del Estado argentino que exige al Reino Unido el diálogo por las Islas Malvinas, durante el gobierno de Illia.

Ese relato se recupera hoy en una pieza audiovisual que ilustra la Sala Prólogo. Allí se inicia el recorrido. En pantalla de 360 grados se recopilan hitos históricos: “Desde el primer avistamiento a las islas, hace casi cinco siglos, al discurso del presidente Alberto Fernández”, cuenta Esteban. Habla del discurso de asunción donde Fernández enfatiza: “Malvinas es una cuestión de Estado”, y fortalece el reclamo de soberanía.

La experiencia del museo lo refuerza en un recorrido audiovisual con más de 25 pantallas. Allí se cuente sobre la vida en las islas, lo cotidiano, la flora y la fauna de superficie, la fauna subacuática, los tipos de suelo, la “tundra” esa gruesa capa de musgo tan característica y que tantas afecciones causara en los pies de los soldados argentinos durante el conflicto, por la humedad que conserva la tundra, y por el frío.  

Lo histórico está dado. Desde el viaje del aviador Miguel Fitzgerald “que va solo a las islas, y proclama la soberanía con una bandera argentina, rememorando el primer izamiento de la celeste y blanca, en 1820". La otra expedición histórica es la de Dardo Cabo "en el avión secuestrado y desviado que hacen aterrizar en el hipódromo, en la pista de ‘cuadreras’ de Puerto Argentino”, recuerda Esteban sobre la Operación Cóndor, de 1966.

Está también la sala de Las Tres Plazas, apunta. "La del 2 de abril, cuando Galtieri anuncia que tomamos las islas, junto a la Plaza de las Madres, cuando Delia Giovanoli dice: 'Las Malvinas son argentinas y los desaparecidos también'. Y la plaza del 14 de junio, cuando se anunció la derrota”. Entre los recuerdos, se destaca el homenaje a los caídos, con elementos donados por soldados, y un recorrido visual por el cementerio de Darwin, con imágenes de quienes reposan ahí: 649 hombres caídos en combate.

Este viernes, el museo sumó una sección de actualidad destinada al “mapa bioceánico”. "Esto implica reconocer que Argentina es un territorio bicontinental y ubica su centro en Ushuaia", subraya Esteban. "La misma distancia que tenemos desde ahí hacia La Quiaca, es también la que tenemos hasta el Polo Sur, el otro extremo, es importante ver ese mapa. Porque ahí hay futuro" dice. Habla del agua dulce que atesora la Antártida, de los recursos ictícolas como el calamar que "la administración kelper" permite explotar a buques extranjeros. "Hay que pensar en eso, porque además de recordar –concluye--, tenemos en vista el futuro, sobre todo, para poder transmitirle este amor por las islas, a las generaciones venideras”.

Una denuncia de acción criminal

Edgardo Esteban presentó en Londres la semana pasada una “denuncia de acción criminal” para recuperar su cédula militar de soldado, la que le sustrajeron en 1982 cuando lo toman prisionero. La acción contra los tenedores ilegales del documento surge tras una subasta en julio de 2020 en la plataforma Ebay, y en base leyes internacionales que validan la Convención de Ginebra relacionada a prisioneros de guerra. 

El abogado de Esteban, Federico Cincotta, inició el litigio ya que la venta en subasta del documento era "ilegal" por tratarse de documentación robada, al ser tomado “prisionero de guerra". Se supone que el documento ya se habría subastado en otra plataforma y que quienes intentaron venderla en julio sabría que “había sido sustraída a Esteban por el soldado inglés de apellido Sinclair, quien además le sustrajo fotografías que también fueron expuestas en la subasta" afirma el abogado. Esteban busca recuperar el documento para "poner fin a una etapa y, por una cuestión humanitaria" define.