La información sobre el contagio por coronavirus de Alberto Fernández trajo inmediatamente aparejada una nueva campaña –apoyada fundamentalmente en corporaciones mediáticas y políticos opositores- destinada a poner en duda el valor y la seguridad de las vacunas contra la covid-19. Al margen de la intencionalidad política y disruptiva de esos mensajes, es importante rescatar la importancia que la comunicación tiene en el marco de la actual campaña intensiva de vacunación, de la responsabilidad que en ello tiene tanto la comunicación pública del gobierno como la tarea en el mismo sentido que hacen quienes trabajan en el campo de la salud y de manera directa con la ciudadanía.

Vale señalar que son innumerables los testimonios de personas vacunadas que ponen de manifiesto no solo la empatía de las trabajadoras y trabajadores que participan de los operativos, sino también la solvencia con la que se desenvuelve la enorme mayoría de estos servidores públicos.

No obstante lo anterior, quizás sea el momento de recordar una serie de recomendaciones hechas por las Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS), a través de una sencillo manual sobre “Comunicación sobre la seguridad de las vacunas: pautas para ayudar a los trabajadores de la salud a comunicarse con los padres, cuidadores y pacientes” .

En un capítulo dedicado en particular a la comunicación entre el personal de salud y las personas en condiciones de vacunarse y sus familias, el texto destaca una serie de ítems.

Lo primero que se solicita es “competencia”, es decir, que las y los agentes demuestren que están capacitados para realizar tareas de inmunización y tienen además habilidades interpersonales para responder a las preguntas que le plantean sus interlocutores solicitando consejos básicos para proteger su salud.

Otra cuestión que se les demanda es “objetividad”, traducida en este caso como dejar en claro que quien administra la vacuna, o en este caso sus mandantes, “no tiene ningún conflicto de intereses con respecto a la industria farmacéutica”. Una tarea que en Argentina se hace particularmente importante dada la campaña de distorsión que llevan adelante muchos voceros de la oposición política.

Las organizaciones internacionales señalan también que “es fundamental comunicarse con los pacientes de forma transparente, honesta y abiertamente, sin intentar ocultarles ninguna información” y esa actitud es denominada como “transparencia”, a lo que se debe agregar “inclusividad” para reconocer todos los puntos de vista que se ponen en juego ante una situación grave de crisis y atravesada por múltiples incertidumbres como la que se está viviendo.

A los y las agentes sanitarios se les pide también “consistencia” en sus comunicaciones, entendida como coherencia en los mensajes sobre vacunación, atendiendo a todas las solicitudes de las personas vacunadas y en las ocasiones en que lo demanden.

Por último pero no menos importante se les requiere “empatía”, es decir, “participar en un diálogo bidireccional, teniendo en cuenta los preocupaciones con respecto a la seguridad de la vacunación”.

Este conjunto de recomendaciones intenta reforzar y consolidar a través de la labor en territorio de los y las agentes sanitarios las campañas de información pública sobre vacunación que realiza el Estado y que son prioritarias e insustituibles. Pero más allá de los directos apuntados por las sugerencias, las acotaciones son igualmente útiles para tener en cuenta en las estrategias de comunicación de toda la política pública sanitaria relacionada con la vacunación.

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