Durante el fin de semana largo, la localidad de Amblayo (San Carlos), realizó su primera feria de producciones andinas, denominada Amblayo Vivo. Durante tres días, del 1 al 3 de abril, los lugareños pudieron mostrar sus cosechas, artesanías y distintos productos y sumaron diversos talleres con el objetivo de poner en valor su pueblo y tradiciones. Además en paralelo se hizo el evento Territorios Rurales, un encuentro de escuelas rurales que se congregaron en torno al trabajo con cerámica, en busqueda de recuperar una tradición de antaño

Amblayo se esconde entre los Valles Calchaquíes de Salta, a más de a 2.200 metros de altura sobre el nivel del mar y a 105 kilómetros de la Ciudad de Salta. Estos últimos días, buscó "reforzar la identidad" de los pobladores que viven en allí y también en las vecinas Isonza y Río Salado. La iniciativa quiso hacerse el año pasado, pero por la pandemia no se pudo concretar, como expresó el intendente de San Carlos, Héctor "Rulo" Vargas. 

Gastón Contreras, director de Cultura de la Municipalidad de San Carlos, contó ante Salta/12 que la idea surgió en diciembre, cuando comenzó a recorrer la zona a partir de que se dieron las habilitaciones para poder viajar. Así fue que se desplazó hacia Amblayo con el primer propósito de llevar adelante un relevamiento de los artesanos, ya que hace pocos días se conoció el plan de reactivación de la actividad propuesto por la Secretaría de Cultura de Salta. 

"Yo no conocía acá y me encantó el lugar porque vi un potencial que no está descubierto y no se muestra", dijo Contreras, quien también es ceramista. A partir de ese trabajo de relevamiento, fueron dialogando con varios artesanos que le expresaban el "querer participar de lo que pasa" en la provincia y "mostrar lo que hay en nuestro pueblo". 

Eso quedó en evidencia en los tres días que duró la feria, ya que quienes asistieron, en su mayoría los propios vecinos, no reparaban en palabras a la hora de hablar sobre lo que encontraban en su puesto. En la plaza Martín Miguel de Güemes, inaugurada ese mismo sábado, hubo 16 puestos. La mayoría eran productores, campesinos y originarios del Pueblo Diaguita Calchaquí, que llevaron papas, habas, choclos, manzanas, y el producto más conocido del lugar: el queso de Amblayo. 

También adornaban los puestos las artesanías, tejidos, ponchos, cajas de música y las pinturas de varios artistas locales, todo esto se complementaba con los puestos que vendían las comidas típicas de la zona, como el ternero con papas, choclo y queso. La artista Liliana Courtade sostuvo que todo el evento permitía "reactivar una historia intrínseca del pueblo que se transmite a través de sus producciones". 

Liliana, que también es profesora de arte en el lugar, resaltó el intercambio que se generó entre quienes son amblayistas y "los de afuera". "Es una cuestión participativa y pienso que esta primera feria da para continuarla año tras año para nutrirse con lo que hay acá", manifestó. Ese día estuvo a cargo de un taller de pintura con niños y niñas. 

Con énfasis Contreras, dijo que "estamos haciendo esta feria porque estamos poniendo en valor un lugar y una región, dándole un nombre a una zona". En definitiva se buscó "poner en escena" el pueblo, y para ello se pidió la bendición y el agradecimiento a la Pachamana. El jueves se realizó una ceremonia en donde visitantes y vecinos pudieron encomendarse a la Madre Tierra a través del ritual ancestral. 

Hasta el momento, Amblayo no había formado parte de ninguna política cultural de este estilo, pues "ningún gobierno los tuvo en cuenta", señaló Contreras. Para el desarrollo de toda la feria se contó con 290 mil pesos que llegaron desde el Ministerio de Cultura de la Nación, por el programa Festivales Argentinos.

De quesos somos 

Si se tiene que contar por qué se conoce a Amblayo, muchos dirán que es por su queso. Y no se equivocan. En los tres días se pudo ver un ir y venir constante de hormas de por todo el pueblo. Incluso se organizó un taller de elaboración del producto en la casa de Carmelo Guanuco

El productor se dedica desde hace décadas a realizarlo ya que "viene de familia". Junto a su madre, que está por cumplir 87 años en los próximos días, fueron los encargados de mostrar cómo es el paso a paso de lo que hacen diariamente porque además de seguir  la tradición familiar, "vivimos de esto", dijo Guanuco. 

Carmelo junto a su madre

En un día normal realizan 5 kilos de queso, que automáticamente "se vende de boca en boca", sin tener que ir a ofrecer a otros mercados. Asegura que el peor momento de producción es durante el invierno, por la escasez de pastura por las bajas temperaturas que disminuye el rendimiento de los animales. 

"Es un pueblo que está ligado al queso", y por eso, dijo que juraron "fuertísimo" a la Pachamama para que a la primera feria le vaya bien. Con vistas al futuro, anhela poder producir queso durante los 365 días del año, sabiendo que para ello, se necesita acompañamiento de las entidades estatales. 

Intercambios, cada vez que se pueda

Previo al inicio de la feria, se realizó el encuentro de Territorios Rurales, un espacio dedicado al trabajo en escuelas rurales en torno a la cerámica. La actividad, que consistía en dos murales de ese material, surgió inspirado en el conocido Barro Calchaquí, una acción similar nacida en San Carlos y de la mano de Contreras. 

Para la actividad llegaron ceramistas de Buenos Aires y Córdoba, quienes trabajaron durante dos días, el martes y miércoles, en los establecimientos educativos de Isonza y Amblayo. Laura Kesztenbaum fue una de las que llegó al pueblito y se mostró muy contenta por el trabajo desarrollado ya que la idea era "recuperar la tradición de la cerámica que existió en estos territorios y se fue perdiendo".

Kesztenbaum estuvo acompañada de Paulina Rucco, Marta Gallo y Agustina Cassimo. Las mujeres son docentes de escuelas rurales y trajeron desde esos lugares, pájaros realizados por sus propios alumnos para dejar en Salta. Y para hacer explícito el intercambio, durante el desarrollo de las jornadas, invitaron a la comunidad educativa salteña a realizar producciones para que al volver puedan llevarlos a sus colegios y escuelas.

Además, dejaron en Amblayo un horno para cocinar la cerámica, que fue fabricado por Verónica Córdoba, de Córdoba y Marcos Singla, de Junín. "Para nosotros es una experiencia inolvidable todo este intercambio que hacemos con la cerámica, por la forma de trabajar de acá y la que tenemos allá", manifestó. 

Fueron 14 personas las que desembarcaron en el pueblo y que se mantuvieron brindando y participando de los talleres durante el desarrollo de la feria, como fue el caso del taller de mural cerámico a cargo del cafayateño, Sacha Haro Galli. Su predisposición fue la misma ante cada actividad musical, que para gusto de los lugareños, tuvo entre sus números la participación de Mariana Baraj