“Hay momentos en la vida que la cosa se estanca y nos pegamos una patada a nosotros mismos para salir de ese estado medio de limbo en el que a veces uno se encalla. Como le pasa a Moreira, que recala en el bar Córdoba. Él encontró esa manera de salir adelante. Se concentra en el estudio, eso lo lleva a estudiar de madrugada en el bar. A partir de ahí conoce al Gato y a Andonaegui que frecuentan el Córdoba, su familia postiza en ese momento de transición. Y de pronto se le abre otro mundo, ya no está tan solo, tiene un nuevo grupo de pertenencia. O Andonaegui, que en un momento dice unos se meten a la religión; otros, con la merca. A mí el tacho me salvó. El taxi a la noche. El Gato también está como alelado. Son personajes que están como en pausa y el pulso vital va por ahí, las formas que encontramos para salir de las situaciones de estancamiento. En general necesito eso en lo que escribo: conectar con alguna obsesión o pregunta vital para mí que en el texto busco responder”, dice Marcelo Guerrieri a propósito de la motivación inicial que lo llevó a escribir Con esta luna, novela urbana en principio aunque su tono realista irá cediendo lentamente hacia el género de lo fantástico conforme avance la noche en una Buenos Aires de clima onírico pero tan reconocible para quienes se hayan resguardado alguna vez en esos bares de un solo café eterno sobre la mesa sombría para reflexionar como Erdosain sobre el sentido de la propia existencia. 

Y esta esa una de las cuestiones más geniales que tiene la novela de Marcelo Guerrieri –(sin soslayar su prosa poética que repara en los detalles como un pintor impresionista) al poder entrar y dar acceso al lector al el universo de unos hombres solitarios que trabajan de taxistas, un poco fracasados según la perspectiva desde donde se los mire, siempre heridos y con vidas destrozadas que parecieran respaldar cada gesto, la más mínima convicción de lo político también, lúcidos a sus maneras, viajeros portadores de sentidos comunes que pueden absolver opiniones ajenas hasta convertirlas en convicciones propias. En mitos. 

“Aunque no puede ponerlo en palabras, Moreira entiende algo de las energías que le sugieren esos dos colores: los desafíos, remodelar el vivero, amigos nuevos, volver a abrirse ; y por sobre todo, esa oscuridad de las noches en el Córdoba, esa plaza donde se refugia a pensar en nada, esas mesas del bar con el café y los apuntes y las charlas; y los Vizcacha con sus anécdotas misóginas y de una incorrección política que para su mirada de antropólogo es material de análisis y escándalo; y a la vez, más allá de las diferencias, esos tacheros son para él unos tipos que le ponen el cuerpo a su laburo cada noche, mientras él está atravesando su karma, laburando en investigaciones para una beca y en un vivero que heredó de su abuelo”.

¿Cómo surgió la idea de escribir sobre ese ámbito de taxistas nocturnos?

-El bar de la estación de servicio, que es uno de los escenarios de la novela, está inspirado en un barcito que estaba ahí donde Córdoba se abre en Estado de Israel. Hace unos años lo cerraron. Ahí íbamos con una pareja de colegas cuando salíamos de alguna presentación de libro o de algún evento, de madrugada, y estaba todo cerrado y seguíamos con ganas de charla. Por ahí eran las tres de la madrugada y el barcito era una locura, con los tacheros charlando a los gritos, haciéndose chistes entre ellos. A mí me llamaba la atención cómo ese bar, que estaba destinado a la nada misma, esos bares que en las estaciones de servicio están para que uno vaya a comprar alguna cosa cuando carga nafta y seguir viaje, estos tacheros lo convertían en un bar lleno de vida. Un par de años después, cuando yo ya me había mudado de ese barrio, me tocó hacer un trabajo para la facultad, un trabajo de campo para antropología. Y ahí elegí ese barcito como objeto de estudio. Durante meses fui a charlar con los tacheros, hice entrevistas, preguntas antropológicas ligadas a la apropiación de ese espacio como espacio vivido, como parada de descanso. De pronto tuve un montón de material que me daba ganas de recortar y usarlo en la ficción como ambiente. Creo que lo que me atrajo de ese espacio es esta idea de la apropiación de un lugar citadino que los que lo habitan lo cargan de códigos de relación más suburbanos. Con la plaza de los Galgos o el Parque de Agronomía pasa lo mismo. Yo soy de Lomas, nací y me crié en Lomas, hace veinte años que vivo en la Capital y siempre me fascinó en la ciudad de Buenos Aires, si uno mira bien, cómo aparecen incrustados espacios y formas de relación más suburbanas. Eso del margen en la ciudad, del margen en el centro, me atrae, y el mundo de los taxistas a la noche tiene mucho de eso. Qué hay más porteño que el tachero, que ese taxi negro y amarillo que está por todos lados, pero a la noche esa centralidad del taxi se desplaza y se carga de otra energía.

FOTO: ENRIQUE GARCIA MEDINA

ANTES DE LA GRIETA, LA POLARIZACIÓN

Reflexionando sobre algunos de los motivos y herramientas de composición para Con esta luna, Marcelo Guerrieri, autor entre otros libros de Farmacia (2016), novela finalista del Premio Nueva Novela Página /12 y El ciclista serial (2005) se refiere a una melodía sobre la que se van ensayando elaboraciones. “Creo que ahí el motivo central de Con esta luna es la polarización, el pensamiento binario. Es algo que se va desplegando de distintas formas en la novela y que descubrí en la escritura. La primera escena de la novela la escribí de un tirón. La noche de la votación en el senado por la 125, los dos grupos de taxistas están viendo la transmisión por la tele, viene el empate y la definición del vice con su famosa frase 'mi voto no es positivo'. Fijate que hasta en la frase es interesante ese momento. Es un voto que se define por la negación de lo otro. Una marca de lo binario, que trabaja por oposición. Todo ese momento del conflicto con el campo me parece de una gran potencia narrativa porque es muy sintético de esta lógica. La tensiones binarias campo ciudad, peronismo antiperonismo, civilización barbarie, entre varias otras, que están en el adn de nuestro ser nacional, y que en esos días se vieron en discursos e imágenes muy potentes. Lo que nos da Cristo con amor lo saca Cristina con retención, decía un cartel que alguien alzaba en un corte de ruta. O los lugares elegidos para los actos: el gobierno, la Plaza de Mayo, con toda la carga simbólica de la militancia peronista, de las Madres, del bombardeo del 55. Y el campo, el llamado Monumento de los españoles en los bosques de Palermo, un monumento Art Nouveau de mármol de Carrara con referencias a la Constitución, el Centenario, la inmigración europea. La polarización tuvo esos días este tipo de imágenes potentísimas desde los simbólico, desde la apelación a los sentidos y las emociones, y eso me llamó a narrar. Me interesa esta polarización que en distintos momentos de nuestra historia se nombra de forma diferente. En Con esta luna el contexto político es el marco, un elemento más entre varios otros que en la novela elaboran lo binario al nivel de la trama, el clima, el ambiente y al nivel de los personajes. En el Jorobado, por ejemplo, ya desde su rostro este tachero lleva la marca de esa tensión, tiene una mitad de la cara desfasada de la otra; o los dos grupos de taxistas de la noche que aparecen en la novela, que paran en bares diferentes, con energías antagónicas”.

En la novela hay una fuerte presencia de los mitos populares, urbanos y también del campo. ¿Cómo los fuiste incorporando?

-Me interesa la narración oral como una usina generadora de mitos. Lo que pasa cuando nos juntamos y alguien cuenta una anécdota. Hay una base que se va transformando con cada contador que se apropia de la historia y la reinventa. Una especie de teléfono descompuesto pero virtuoso. El escenario de un bar de taxistas de la noche, donde transcurre buena parte de la novela, me parecía un ambiente especialmente propicio para esto. Uno de esos bares donde el taxista para unos veinte minutos para tomarse un café y conversar con los colegas mientras descansa para después seguir con su laburo. En la novela los tacheros se cuentan principalmente historias de pasajeros, cuestiones del trabajo, pero también mitos urbanos o del campo. Me gusta esa escena. Ahí está Andonaegui por ejemplo, que siempre cuenta una anécdota que empieza igual: “Iba a llevar a dos pasajeras a Andonaegui al mil”. Pero siempre después la historia es diferente. Me detuve en estas escenas a trabajar esos detalles que aparecen en la narración oral, donde es importante lo que se cuenta pero sobre todo el tono, los silencios, la gestualidad, el ambiente, los sonidos alrededor mientras se va contando. Todo ese entramado de la escena que compone también la anécdota que es única e irrepetible, como una obra de teatro en la que cada representación es única a pesar de que la obra es la misma.

También la presencia del cine está muy marcada. El epígrafe con el que abre la novela es un diálogo del Moreira de Favio. ¿Por qué esa elección?

-Me atraen las narraciones de la cultura popular tanto del cine, la música o la literatura, como puentes con el lector, como evocadores de emociones y ambientes que traigo al texto que estoy escribiendo desde la alusión o la cita. El otro día una lectora me decía que la novela le pareció como una película con banda de sonido, que todo el tiempo sonaba alguna música. Cuando releí la novela recién salida rastreé eso y armé la playlist: hay alusiones a casi treinta canciones, de géneros muy diferentes, algo que conecta creo con lo ecléctico de la novela, de los distintos climas que la componen. Con las pelis trabajé igual. Aparecen escenas de películas que a la vez me servían para componer la historia, para sumar a lo que sucede en la trama. Lo que decís del epígrafe de Favio, por ejemplo, es un diálogo de Juan Moreira en que la parca lo viene a buscar y él se sorprende porque es de día: “¡Cómo morir con sol! Yo creí que iba a ser de noche. Yo te esperaba una noche”. Este diálogo condensa lo que hablábamos antes, el motivo de la novela, esta tensión entre polos que hay en esa escena: la noche y el día, el sol y la luna, la vida y la muerte. Además hay algo de homenaje, toda la obra de Favio me parece fascinante, es un tipo de artista que me atrae como figura de autor, porque desde lo popular tiene una apuesta poética original y compleja. Es el tipo de búsqueda artística que me interesa y me convoca.

Hay un trabajo muy dedicado sobre el ambiente de una Buenos Aires nocturna y sus lugares reconocibles. Pero cruzado con elementos fantásticos.

-Una vez un alumno de mis talleres me dijo, refiriéndose a la idea de ficción, que la mejor mentira es la que tiene un noventa y cinco porciento de verdad. Me parece una hermosa definición de la construcción de un verosímil. Creo que cuánto más arriesgado es lo que vas a contar mayor laburo con el verosímil realista tenés que hacer. Una apuesta compositiva ligada al género fantástico, la idea de que el verosímil fantástico es un realismo en el que lo sobrenatural se va colando como una duda. Por eso primero hay que construir ese verosímil realista, en el que de pronto se van colando por pequeños huecos elementos que no se pueden explicar. Es algo sobrenatural eso que acaba de aparecer o es un engaño de los sentidos? Los escenarios de la novela son como una cartografía del territorio. La plaza de los Galgos es una réplica en la ficción de esa plaza que está en Jean Jaurés y Córdoba, al menos como era en 2008; con el ombú, la fuente, el anfiteatro, las mesitas de cemento, el Coto y el bar Córdoba que estaba enfrente y lo demolieron. Lo mismo el bar de la estación de servicio. Usé eso como herramienta, anclar fuertemente en detalles que podía componer desde el realismo para después poder construir ese pasaje hacia lo fantástico y que fuera un verosímil consistente. Me gusta pensar lo fantástico así, como un realismo ampliado, que da cuenta de costados inexplicables para el pensamiento racional pero no como algo separado de lo real, sino integrado. Además de que me gustaba esta idea de dotar a espacios reconocibles de la ciudad de un aura mítica. Después de pasar por la licuadora de la novela, estos lugares, la plaza de los Galgos, la parrilla de Lo de Charly, el barcito de la estación de servicio, ya no son los mismos.

ARLT, UN ORÁCULO Y UN JOROBADITO

Personajes entrañables recorren la novela de Marcelo Guerrieri, oráculo muy particular al que acuden los taxistas: Trompita, una especie de adivinador, místico y a la vez muy a tierra. Es un personaje que tiene algo de sabio en la cueva, vive en una cuevita ahí a un costado de la estación de servicio, medita, tiene algo parecido a un templo con dibujos de toda la parafernalia mística: los sellos mayas, los hexagramas del I-Ching. Pero también frases del saber popular, letras de tango, las constelaciones del zodíaco. Los tacheros lo mantienen como a un Maestro, lo alimentan, lo cuidan. Y Trompita les adivina cosas, le piden consejos y él les tira el I Ching o entra en trance y les larga frases medio inconexas en las que está metida en clave la respuesta a la pregunta que le hacen. Es un personaje con una mezcla de lo sagrado y profano integrado, un oráculo de barrio en un templo de cartón pintado.

Pareciera haber cierta influencia arltiana en un momento aunque rápidamente te corrés del género realista. ¿Cómo concebís esos lugares y sus diferencias en sus personajes o en una Buenos Aires como la de hoy?

-Si pienso el texto desde esta filiación que hacés, creo que podría verse lo arltiano en estos personajes desesperados que viven con otros valores, en el margen, nocturnos, y desde estos valores otros componen una especie de banda que habita por fuera del mundo de la normalidad y lo interpela. También está el fuerte anclaje en lo porteño, en la conspiración de una especie de logia, en lo místico, claro que en una época, tono y poética completamente diferentes. Lo que decís del género creo que tiene que ver con la manera en que escribí la novela. Me paré desde la historia y desde ahí fui al género que me servía. Lo mismo con los recursos estilísticos, al menos no parto desde ahí, sino que busco propulsar la historia de la mejor manera y ahí voy a los recursos, como el trabajo con el lenguaje, especialmente con la oralidad. O el conflicto central, el motor si se quiere de la narración, que es un enigma, la desaparición del Jorobado. Ahí está el policial y el realismo que vos decías. Pero el mundo extrañado de los personajes y el ambiente me fue motivando para irme a otra búsqueda, a dar ese paso hacia lo fantástico. Por momentos la necesidad de resolver en la trama situaciones violentas me pone en el lugar de valerme de recursos más ligados a la novela de aventuras y ahí la narración se acelera, hay mucha acción; o cuando aparece la intimidad y ahí hay algo medio lírico, si querés de novela romántica. Pero el eje, lo que me permite estas derivas, en este caso es lo fuerte del conflicto central, la desaparición del Jorobado, una pregunta que es como el salvavidas al que vuelvo después de estas derivas.

La soledad es otro de los temas de la novela pero abordado desde una manera subrepticia. Cada uno de los personajes pareciera tener una vida destrozada que  de algún modo los resguarda.

 

-Sí, los personajes están todos muy solos. Una soledad que termina por amucharlos. La fuerza de los vínculos que construyen estos personajes para pelearle a sus soledades. Moreira lo intelectualiza desde la idea de los rituales de pasaje de Turner. En una parte de la novela reflexiona sobre sí mismo y los otros en esos términos. Los rituales de pasaje, que son momentos en que un individuo está fuera de las estructura social porque está en un momento de transición hacia un nuevo lugar en la estructura. Y en ese momento de no ser ni lo viejo ni lo nuevo, en el momento de la indefinición, se abren posibilidades de relación entre quienes están atravesando el mismo ritual, que son lazos de comunidad muy fuertes, que trascienden los vínculos cotidianos. Esa idea de los rituales de pasaje está presente en estas soledades. Mientras atraviesan sus respectivas catástrofes personales, se acompañan, como decía al principio, Moreira, el Gato y Andonaegui principalmente, pero también Leslie y el resto de los tacheros. Con los pedazos del naufragio tiene que armar algo nuevo. En eso están en el transcurso de la novela.