Implosión 9 puntos
Argentina, 2021.
Dirección: Javier Van der Couter.
Guion: J. Van der Couter y Anahí Berneri.
Duración: 80 minutos.
Intérpretes: Pablo Saldías Kloster, Rodrigo Torres, Julieta Zapiola, Nina Vera Suárez Bléfari.
Estreno en Incaa Gaumont, Centro Cultural 25 de Mayo y simultáneos.
Pocos premios más justos que el que recibió Implosión, a la Mejor Película de la Competencia Argentina, en la edición del Bafici celebrada un par de semanas atrás. La película dirigida por Javier Van der Couter, sobre guion propio y de Anahí Berneri, se basa en un shockeante caso real y a partir de él ficcionaliza una posible secuela del episodio. En 2004, en la localidad sureña de Carmen de Patagones un alumno de secundaria disparó al montón sobre un grupo de compañeros, hiriendo a cinco de ellos y matando a tres. El muchacho fue arrestado e internado en un centro de salud mental, y los heridos se recuperaron con el tiempo de lesiones graves. Implosión parece surgir de una pregunta: ¿qué pasaría si dos de los sobrevivientes fueran en busca de su agresor años más tarde? Como si la cuestión no fuera de por sí espesa, Van der Couter la espesa más gracias a una inspirada decisión de casting: quienes interpretan a los protagonistas son dos de los chicos víctimas del ataque, quince años después. Lo cual da a Implosión, más que una simple impronta documental, una visceralidad que parece brotar como un geiser de los propios personajes. O que surge de los actores. Para el caso es lo mismo.
No se trata de una invención: Abbas Kiarostami y su compatriota Jafar Panahi basaron buena parte de su filmografía en esa clase de fusiones entre protagonistas “reales” y personajes de ficción. Lo que distingue a la película de Van der Couter -que también es de Carmen de Patagones, otro dato no menor- no es su planteo sino el modo en que lo plasma. De hecho, dos actores podrían haber interpretado a Pablo Saldías Kloster y Rodrigo Torres, e Implosión hubiera sido igual de intensa. ¿O no? Segundo film dirigido por Van der Couter después de Mía (2011), ya en el prólogo Implosión muestra su voluntad de ir más allá del mero registro documental, dando a conocer los datos básicos del suceso a través de fragmentos de noticieros de la época. Pero éstos aparecen virados al rojo, y lo que importa aquí es la idea de viraje, en el sentido de extrañamiento y desrealización. La segunda escena después de los títulos es tal vez la única que luce como documental. En ella un grupo de sobrevivientes intenta que los alumnos que cursan actualmente en el colegio donde sucedieron los hechos reflexionen sobre el episodio. Son recibidos con una mezcla de indiferencia, desprecio, hostilidad y hasta algún cantito que glorifica el uso de armas.
Esa parece una de las ideas-guía del guion de Van der Couter y Berneri: es como si aquel episodio hubiera parido un linaje de testosterona, agresividad, paranoia y desafío físico, que parece estar siempre al borde del estallido. Trátese de la reacción de los pibes en el colegio, las bromas pesadas entre los de la generación anterior, el permanente ping pong cortante de los protagonistas, el consumo compulsivo de sustancias, la crudeza de dos chicas a las que conocen en la ruta o el cargo de ex oficial de Prefectura del padre del culpable. Todo es ríspido, acelerado, tenso y de puños apretados en Implosión.
En una escena de infrecuente sensorialidad, en un baño público algunos aprietan, otros esnifan, la de más allá se tira un lance, mientras intercambian comentarios ácidos sobre los soretes que los rodean y con los que parecen familiarizados. La primera escena “de ficción” (aunque no lo es tanto) es una trepidante subjetiva de uno de los protagonistas, corriendo en karting por el desolado ripio de Patagones, zona de frontera, con el acelerador a fondo. La puesta en escena de Van der Couter corre como ese karting: a todo lo que da y algo desestabilizada por el ripio, pero con el control necesario como para regular la velocidad cuando es necesario, y poner el pie en el freno también. La cámara es el karting. Sigue a los actores a donde vayan, los observa desde cierta distancia o se pega a ellos, yendo de une a otre mediante travellings cortos y entrecortados: no se trata de una agitación de vestuario, sino de las esquirlas de una implosión que ahora brota.