Esquina, café y vermut

Pablo Mehanna

Al entrar por la ochava lo primero que se ve en el Bar Roma es una enorme litografía del General San Martín, que cuelga allí desde siempre, junto con un ventilador industrial de pared y una innumerable cantidad de botellas sobre estantes elevados en la que apenas se adivinan etiquetas de tiempos olvidados.

Si bien se trata de un Café Notable con distinción otorgada por el Gobierno de la Ciudad, el lugar no tomó el rumbo escenográfico for export, sino que permanece prácticamente sin cambios desde su apertura en 1952, cuando era centro de reunión de changarines y puesteros que trabajaban en el Mercado de Abastos. Ni la decoración ni las opciones alimenticias muestran el más mínimo afán de modernizarse: mandan las sillas Thonet, mesas de fórmica que conocieron épocas mejores, baldosas de granito muy transitadas y un largo mostrador en “L”. La ausencia de música y televisión completan el ambiente: los únicos sonidos son los de la calle y, cada tanto, la voz de algún parroquiano ordenando su pedido. Por la mañana sale el café con leche con tres medialunas a imbatibles $55, un café correcto y en un tazón enorme. Al mediodía cambia la clientela  y la casa sirve sándwiches en pan tipo felipe fresco y de buena miga, prácticamente inhallable hoy en día. Salen de matambre casero, milanesa, cantimpalo (todos, $50) o de jamón crudo ($60), siempre bien cargados. Y, cuando la tarde se inclina hacia el oeste para dejar paso a las primeras sombras de la noche, aparecen los vermut y, con ellos, los habitúes de toda la vida. Aperitivos como el Cinzano cotizan a módicos $40, mientras que el corte adicional con Fernet los lleva a S60. También hay Legui, anís 8 hermanos, Old Smuggler, entre otras marcas. 

El Café Roma se atiende a la antigua, con el dueño, asturiano, detrás del mostrador, ataviado con camisa azul y sin apuro. Bar ideal para demorar las horas frente a un libro o mantener una conversación discreta sin ruidos ni molestias, en una isla en la que el tiempo va más lento. O, al menos, así lo aparenta.

Café Bar Roma queda en Anchorena 806. Horario de atención: lunes a viernes de 9 a 20; sábados, de 9 a 15. 


Té y dulces al por mayor

Pablo Mehanna

Una coqueta esquina de Villa Urquiza esconde una muy buena noticia para los amantes del té y la pastelería. Se trata de Slava, un pequeño y muy acogedor local con cocina a la vista y un mostrador que exhibe, sin pudor alguno, tortas, budines y más delicias de elaboración 100% artesanal. Paredes, estantes y un enorme aparador albergan los casi quinientos juegos de té, vajilla que también se utiliza para el servicio. Mesas y sillas de buen tamaño, música que acompaña suave, permitiendo la charla, mantelería blanca y una atención amable y esmerada de los dueños completan un ambiente cálido y muy acogedor. 

Si bien la carta ofrece una serie de alternativas, el best seller de Slava es el té para dos ($210), que se sirve con una generosidad pocas veces vista, y menos por ese precio. Luego de elegir las infusiones (se recomienda especialmente la de la casa, con coco y hebras de té negro), llegará a la mesa un plato de metal plateado literalmente rebosante de tortas, scones y hasta un tostado clásico y bien cargado. La idea es la de una degustación, que permita recorrer la pastelería que ofrece Slava, con variedades de tortas que cambian según disponibilidad de producto y capricho de la cocina. Siempre habrá una opción bien chocolatosa, algún cheesecake, una invertida con frutas e incluso una de mousse, como la de ciruelas. Si bien aclaran que es para dos personas, la cantidad de dules tranquilamente alcanzan para una merienda de tres.

Si la idea es ir por un bocado dulce pero sin tanta cantidad de calorías, se pueden pedir la mismas tortas en porciones individuales ($50) o un tostado ($65). Otro hit de la casa son los budines de naranja o manzanas, que gracias a un extendido boca a boca conquistaron a los comensales habituales, que los reclaman como pan caliente ni bien salen del horno. Café de marca Segafredo y una variedad de té en hebras completan la oferta de este rincón barrial que, a pulmón y con mucho entusiasmo por parte de los dueños, no para de crecer con una fórmula tan sencilla como contundente: cosas ricas y dulces a buenos precios.

Slava queda en Pacheco 2100. Teléfono: 2072-0246. Horario de atención: miércoles a domingos de 17 a 24. 


El anticuario

Pablo Mehanna

“Esto no parece ser un bar”, es la impresión que se tiene al visitar Nápoles por primera vez. Apenas se entra, impresionan la altura de los techos, las paredes de ladrillo descubierto y el enorme espacio de 1.800 m2, que alberga una indecible variedad de objetos de todas las épocas, desde una coupé Maserati de 1955 a una Siambretta con sidecar, pasando por un modelo a escala del Titanic en una vidriera de tres metros de largo, por nombrar tan sólo algunos. 

En ese entorno espectacular, una barra de estaño enmarca el espacio dedicado al flamante bar y restaurante. El horario de atención es amplio y la clientela cambia con el correr de las horas. A mediodía sale el menú del día, que incluye dos opciones de entrada, dos de principal y bebida por $230. Luego, a partir de las 16 horas, el lugar toma otro ritmo, con la “hora de la camorra” (hasta las 19),  donde salen por ejemplo dos Negroni muy bien servidos a nada más que $100, entre otras opciones sencillamente imbatibles. La carta de cócteles (de $100 a $140), está a cargo de Sebastián Atienza, una de las grandes figuras de las barras actuales, incluye opciones para todos los gustos: desde un Sporco seco y salado (Gin Mare, Campari, Cinzano 1757, alcaparras) a un Red Mule (Campari, amaro, ginger beer y vino torrontés) refrescante y fácil de tomar, incluso para los que no acostumbran beber tragos.

A partir de las 20, reabre la cocina, de cuyos fuegos salen platos de raigambre italiana: bruschetti, mini calzone y los clásicos arancini. Entre los principales, unas tentadoras costillas de cerdo braseadas con salsa de tomates ahumados y polenta grillada ($280), además de cinco opciones de pasta o pesca del dia. También por la noche, y durante los fines de semana, salen pizzas finitas y con ingredientes de buena calidad, al estilo de la península. Una carta de vinos no demasiado extensa pero muy bien elegida completa la ofeta.

Un bar nuevo con destino (y pasado) de clásico, que encierra en sus entrañas un museo capaz de dejar boquiabierto al más curtido.

Nápoles queda en Caseros 449. Teléfono (sugieren reservar):15-5417-1802. Horario de atención: martes a sábado de 9 a 0.30; domingos de 9 a 18.