Todas las épocas han tenido sus niños prodigio, chicos y chicas con un talento descomunal para alguna disciplina deportiva, una increíble sensibilidad artística desarrollada de forma muy temprana o una inteligencia que despunta desde las primeras palabras. Las historias siempre difieren entre sí pero un poco se parecen: dotadas de un talento sobrenatural por algún designio misterioso, estas estrellas precoces son vistas por sus familias como una mina de oro y por sus compatriotas como una suerte de vehículo a la gloria nacional, y parecen vivir en estado de gracia por la conexión con su vocación temprana hasta que algo sucede, un punto de quiebre, o la llegada de adultez, que disipa el encanto. Entonces, atormentadas por la carga prematura con responsabilidades y expectativas ajenas, por la mercantilización de sus talentos, sus vidas se ensombrecen. En ¡Recital olímpico!, última obra del dúo conformado por Camila Fabbri y Eugenia Pérez Tomas, las dramaturgas-directoras parten de las biografías de dos chicas prodigio de Europa del Este, la gimnasta rumana Nadia Comaneci y la poeta ucraniana Nika Turbiná, para preguntarse por las posibilidades de armar vínculo y qué es lo que diferencia la amistad de otras clases de amor.

Comaneci es famosa en el planeta entero por ser la adolescente que en 1976 logró un diez redondo en los Juegos Olímpicos, un hito para el que ni siquiera los relojes estaban preparados: nadie esperaba que alguna vez hubiera que otorgarle a un deportista una puntuación perfecta. La figura de Turbiná es en cambio menos conocida de este lado del mundo, aunque no menos asombrosa: una niña que a los dos años empezó a hablar de forma fluida y a los seis comenzó a escribir poemas guiada por una “voz del más allá”. Poemas de una madurez inusitada, que después recitaba ayudada por esa misma voz (vale la pena buscar su nombre en Youtube para verla en acción). Su genialidad también tenía un lado B: a Nika le costaba mucho conciliar el sueño, a veces incluso respirar por una reiterada sensación de ahogo y solo pudo empezar a dormir cuando, tan prematuramente como había empezado, decidió dejar de escribir. A los 27, se sentó en el borde de una ventana y se dejó caer, para callar a los fantasmas.

Después de una primera obra escrita a cuatro manos, para la que habían investigado sobre la vida de David Foster Wallace, Camila y Eugenia tuvieron ganas de seguir ahondando, juntas, en la vida de autores suicidas. Leyendo, googleando, charlando con otros dieron con Nika Turbiná, cuya biografía fue la piedra basal del segundo proyecto como coequipers escénicas. Después, casi como contrapunto natural, durante la fase que Camila llama “nuestro tiempo de brainstorming” se les ocurrió vincular a Nika con Nadia Comaneci, la prodigio de las palabras y la chica del cuerpo todoterreno. ¿Qué se habrían dicho si hubieran sido amigas por carta?

¡Recital olímpico! tiene bastante del mundo difuso y extrañado que ya se había delineado en la primera obra escrita y dirigida en tándem por las chicas para el Teatro Nacional Cervantes, En lo alto para siempre. Pero también es en muchos aspectos un trabajo que se anima a profundizar en un lenguaje propio, a confiar en la intuición artística y también en los propios delirios. Como en los sueños, lo real y lo ficcional se mezclan en un brebaje en el que al final es imposible reconocer qué ingredientes provienen de un lugar y cuáles del otro, qué elementos son ciertos y cuáles son producto de la imaginación de sus autoras. Ciertos elementos biográficos se deforman, se acomodan, se comprimen y se ensanchan. Por empezar, las protagonistas parecen tener en esta obra la misma edad, cuando en realidad Nadia nació una década antes. La pequeña Nika Turbiná de esta historia (Luna Etchegaray) vive en Buenos Aires pero “la voz que le habla” lo hace en ruso y es decodificada por una traductora delirante y borracha (Nadia Sandrone). Sus sueños están llenos de gimnastas que aparecen en escena y hacen medialunas, flic flacs y mortales –en la dirección de movimiento puede verse la gran mano de Luciana Acuña–. Por su parte, la Nadia de esta ficción –a cargo de Nina Suárez, que heredó todo el ángel escénico de su mamá, Rosario Bléfari– viaja a Buenos Aires a visitar a su penpal, y en sus vacaciones de la gimnasia descubre el indie argentino y prueba el helado de dulce de leche granizado.

Y, así como el contrapunto entre cuerpo y mente resulta estructurante en la historia, la obra también juega con la dualidad juventud-adultez: Nadia y Nika no sólo aparecen en escena en forma de jovencitas prodigio sino como adultas, años después de los años de éxito, encarnadas por las increíbles Anabella Bacigalupo y Laura Paredes, respectivamente. “El trabajo con el equipo y con este elenco tan intergeneracional fue de mucho aprendizaje para nosotras”, dice Eugenia. “Para salir del proceso de escritura y pasar al trabajo de escena necesitamos de la contaminación con otros, abrirnos. Nos nutrimos mucho con esa frontera porosa que se nos arma, del momento en que dejamos de ser nosotras dos y nos abrimos a las energías que traen los demás”.

Como todos los artistas escénicos que durante 2020 tenían proyectos en marcha, las directoras también tienen su pequeña gran historia de pandemia para contar. Eugenia y Camila iban a estrenar ¡Recital olímpico! a mediados de marzo del año pasado, días antes de que se decretara el ASPO. Lo que siguió es conocido o más o menos imaginable: unas primeras semanas de postergación se convirtieron en meses de incertidumbre. Cuando finalmente pudieron volver a ensayar, había pasado mucho más tiempo del que podrían haber previsto para una pausa, y de la obra no existía ningún registro audiovisual. No habían hecho funciones todavía, por lo que tampoco había habido tiempo para forjar cierta memoria corporal. Como sucede las artes escénicas –o en ese lenguaje que ahora, por un extraño malentendido, comenzó a llamarse “teatro presencial”– la respuesta estaba en el encuentro: “La obra sólo estaba en nuestras cabezas, y al volver a encontrarnos buscamos como locas los cuadernos donde habíamos anotado todo, los pies, detalles que no recordábamos. Entonces fue ensayar y ensayar, ¡hasta que volvió!”.

¡Recital olímpico! puede verse en el Teatro Sarmiento de jueves a domingo (jueves día popular). Las entradas se compran a través de la Web del Complejo Teatral de Buenos Aires www.complejoteatral.gob.ar