El célebre Toro de Wall Street está que brama, y a causa de una niñita, ni más ni menos. A su creador, Arturo Di Modica, menuda gracia le ha hecho que el pasado mes se instalase frente a su bovina escultura otra, también de bronce, de una pequeñuela valiente: la  Fearless Girl, de Kristen Visbal, esculpida por encargo de la firma inversora State Street para “llamar la atención sobre la falta de mujeres en posiciones de liderazgo en los consejos de administración de empresas”. Tanto éxito ha tenido la empoderada niñata que, aunque solo tenía permiso para permanecer allí unos días, se ha extendido su estadía un año. Algo que Di Modica quiere impedir a como de lugar, advirtiendo que iniciará acciones legales para que se retire a la muchachita, en tanto la nueva pieza –que a pocos metros hace frente a su toro– ha convertido al embestidor animal en amenazante villano. Reporta el sitio feminista The Mary Sue, empero, que Arturo tiene nulas chances de ganar la pulseada (poco atiende la justicia norteamericana a los “derechos morales” que cuidan la integridad de las obras de arte), preguntándose a su vez: “¿Cómo se vería en el mundo que sacrifiquemos a una fearless girl en pos del capitalismo furioso?” “El toro también debería permanecer donde está: intimidado hasta la médula por una petite damisela”, arenga la mentada web, que recuerda cierto dato irónico.  Que en diciembre del ‘89, Di Modica instaló su bicho de 3 toneladas y media –creado tras el desplome bursátil de 1987 para simbolizar la capacidad de reponerse de Estados Unidos– sin permiso. Lo obtuvo finalmente, convirtiéndose desde entonces su obra “obsequiada” en sinónimo de Wall Street, además de la segunda estatua más popular de Nueva York, solo superada en visitas por la Estatua de la Libertad. Ahora, sin embargo, el torito deberá aprender a compartir la atención con una chicuela bienintencionada.