Desde Santiago.
Días complicados vive Chile. Tal como Página/12 ya advirtió , la exitosa estrategia de vacunación establecida por el gobierno chocó con la realidad post-vacaciones: nunca hubo tal nivel de infectados y hospitalizados. Esto es producto del relajamiento general de la población sumado al triunfalismo del discurso gubernamental.
Una paradoja que fue recogida más tarde por otros medios internacionales, como The Washington Post o The New York Times, lo que provocó la molesta respuesta del Ministro de Salud, Enrique Paris, quien aseguró “que no es verdad”, ante lo cual el diario estadounidense reafirmó: “Respaldamos nuestra cobertura sobre el despliegue de la vacunación en Chile y el estado de la pandemia en el país. The New York Times trabaja para reportar la verdad e interrogar al poder y lo seguiremos haciendo”
Como si esto fuera poco, el propio consejero de salud de Gran Bretaña, Chris Whitty, ha señalado a Chile como "un ejemplo de lo que no hay que hacer” en materia de políticas sanitarias.
Un golpe de proporciones a una decisión encabezada por el presidente (y empresario) Sebastián Piñera quien lo apostó todo, ya desde el año pasado, a establecer contactos con farmacéuticas internacionales y adquirir la vacuna, con cláusulas confidenciales por cierto, y que, esperaba, se convertiría en uno de los grandes legados de su gestión. El otro sería el proceso constituyente, consecuencia directa del llamado “estallido social”, iniciado en octubre de 2019, que dejó decenas de muertos y centenares de jóvenes con pérdida de visión debido a la brutalidad policial. Así como la pandemia ha ayudado a que pasaran a segundo plano los procesos judiciales correspondientes, también afectó el calendario electoral.
La escalada sanitaria obligó a cambiar las “megaelecciones” programadas originalmente para el 10 y 11 de abril al 15 y 16 de mayo. En esa fecha se votarán los constituyentes que redactarán la nueva constitución que reemplazará la de 1980. También se harán las elecciones ejecutivas municipales y regionales. Sin embago, según ha insistido el Colegio Médico, entre otros entes especializados, nada garantiza que para entonces cambie un escenario que hasta el día de hoy suma 31.303 muertos y 8.195 nuevos casos de COVID-19.
El fetiche de la Dictadura
Es conocida la desconfianza de Piñera hacia las personas, que se complementa con un talento extraordinario para hacer negocios, área que en teoría dejó de lado tras asumir por segunda vez la presidencia en marzo de 2018. De hecho según el ranking Forbes de 2021, el presidente chileno aumentó su fortuna en 300 millones de dólares, alcanzando los 2.900, posicionándose en el quinto lugar de los hombres más ricos del país .
Esta destreza le ha jugado en contra a la hora de nombrar ministros, ya que al parecer conoce poca gente que no esté ligada al Pinochetismo. Así nombró ministro del interior entre julio y noviembre del año pasado a Víctor Pérez, quien fuera alcalde designado por el propio dictador en los años 80.
Ahora sucede lo mismo con el nuevo ministro del trabajo, Patricio Melero, nombrado hace un par de días, tras la salida por razones personales de María José Zaldívar. En su curriculum está el haber sido alcalde de la comuna de Pudahuel, designado por Augusto Pinochet entre 1985 y 1989. También, el haber sido uno de los jóvenes que participó del famoso Acto de Chacarillas en 1977, un evento de estética hitleriana donde el último dictador chileno invitó a 77 jóvenes y los impregnó de un discurso refundacional y con antorchas incluidas, donde se proponía a establecer un nuevo modelo de liderazgo: autoritario, anticomunista y por supuesto libremercadista.
El nombramiento de quien será, en palabras de Piñera, "encargado de fortalecer nuestra capacidad de mejorar y crear nuevos empleos para poder reactivar nuestra economía” ya ha generado rechazo en la oposición no sólo por su pasado, sino por su dureza en temas sensibles como el tercer retiro del 10 por ciento de las AFP (jubilaciones privadas) que permitiría a muchas familias salir de una penuria económica que va profundizándose en la medida que Santiago se sumerge en la Fase 1 donde, en teoría, no se puede salir de casa.
Sin embargo, aunque el gobierno ha ofrecido préstamos y ayudas económicas restrictivas como el pago de 282 dólares aproximadamente a quienes acrediten haber perdido el empleo y que la renta de su hogar no supere los 700 dólares, éstas resultan insuficientes, obligando a muchos a salir a trabajar como repartidores de comida o vendiendo directamente en la calle.
Ropa interior no esencial
A pesar del confinamiento total en la Región Metropolitana –que comprende 40 comunas y más de 6 millones de habitantes— retrocediendo en marzo a la Fase 1 de las cinco que contiene el plan “Paso a Paso” que regula entre otras cosas las libertades de desplazamiento, las cifras no mejoran: en las últimas dos semanas los casos crecieron en un 43 por ciento según información del Ministerio de Salud.
Basta recorrer la ciudad, ya sea un domingo o un miércoles, para comprobar que la cantidad de vehículos no disminuye, como tampoco la cantidad de personas en la calle. A pesar de los llamados a quedarse en casa y los anuncios de multas, llama la atención el número de fiestas clandestinas y una despreocupación que quizá cambie cuando el otoño que recién se inicia dé paso a días más fríos.
Quizá las diferencias más notables son que los restaurantes solo reparten, en lugar de instalar mesas en la calle como sucedió todo el verano y que para ingresar a los supermercados se solicita permisos temporales que deben sacarse por internet o en comisarías y que duran un par de horas. Pero estas medidas no impiden que los pequeños locales de barrios no soliciten ningún documento, que la fiscalización policial sea mínima y que se determine que los cigarros o el alcohol son “bienes esenciales”, pero no la ropa, incluyendo la ropa interior, siendo imposible adquirirla por estos días.