En medio de la pandemia, hace más o menos un año, nueve fotógrafos y nueve fotógrafas de distintos países transformaron los obstáculos en creatividad y se unieron para contar Latinoamérica. La idea fue de un argentino, Sebastián Gil Miranda. Muy pronto, a través de encuentros semanales vía Skype, dieron forma a un colectivo independiente y con equidad de género, COVID LATAM. Comenzaron a publicar sus trabajos en Instagram. Acaban de ganar un importante premio y pronto editarán su primer libro, Red flag ("Bandera roja"): el título alude a la costumbre que surgió en Bogotá de colgar una tela roja frente a las casas cuando sus habitantes pasan hambre.
De portada roja también, el libro recupera ensayos de 18 reporteros -muchxs de ellxs reconocidos y premiados- distribuidos por 14 países de América latina y es el resultado del premio FotoEvidence Book Award, que se otorga en el marco del World Press Photo 2021. Hasta el jueves 15 se puede obtener a un valor promocional en una plataforma de financiamiento colectivo. Con el dinero recaudado se aspira a duplicar la tirada, inicialmente prevista en mil ejemplares. El material saldrá a la venta en abril y será presentado en Amsterdam y Nueva York. “Es un documento visual muy importante de la pandemia en Latinoamérica. Quiero creer que las próximas generaciones lo buscarán para entender cómo fue ese año extraño en que todos tuvimos miedo al mismo tiempo”, expresa a Página/12 Fred Ramos, de El Salvador, quien pasó varios de los últimos meses en Tijuana pues quedó varado en México.
“El libro es una mezcla de estilos. Encontrarás fotografías que te sacarán una sonrisa de ternura, como las que reflejan el amor de una madre a su hijo mientras todo el mundo está en caos, y otras que te harán indignarte, que muestran la frustración de muchos migrantes que quedaron atrapados en países que no eran los suyos, sin dinero y sin un sistema sanitario que los acogiera en caso de que enfermaran”, describe. El libro es editado por Musuk Nolte y diseñado por Ramon Pez Studio. La introducción es de Jon Lee Anderson y hay textos y entrevistas de Alice Driver y Marcela Turati.
Su contenido replica el espíritu que atraviesa el Instagram de COVID LATAM. Es un relato coral en el que se ven muy a simple vista dos planos: por un lado, fotos de un afuera generalmente muy hostil; por el otro, imágenes de la intimidad y cotidianidad de los autores. Esto tiene que ver, en parte, con el impacto de la pandemia en el oficio. Ramos cuenta, por ejemplo, que demoró dos meses en salir a la calle con su cámara. "Cada quien hacía el trabajo a su ritmo. Hay fotógrafos que trabajan para agencias y que documentaron la pandemia desde lo noticioso, luego hay visiones más pausadas y personales", sintetiza Fabiola Ferrero, quien puso el ojo en las migraciones de venezolanos hacia Colombia y en los miles que intentaban regresar a su país. Y completa: "La narrativa del libro empieza con el momento inicial de la pandemia. El silencio en las calles, el vacío. Se entremezcla con los acontecimientos políticos y sociales, la parte más cruda, y cuando se acerca al final se vuelve más personal. Se vuelve a la sensación de silencio y la importancia de la familia".
Otras grandes temáticas que expone Red flag son los incendios forestales en la Amazonia; el impacto del cambio climático con los huracanes en Centro América; la pobreza en la región. Se ven imágenes de cacerolazos contra Bolsonaro, de la cuarentena en la Villa 31, de trabajadores de cementerios, como los que retrató Rodrigo Abd en las afueras de Lima, entre tantas otras. "La pandemia sólo exacerbó todos los problemas que ya estaban. Hambre, deficiencia en el sistema sanitario, corrupción, desigualdad, violencia doméstica", subraya Ramos, quien asegura también que el libro retrata la "resistencia" de los latinoamericanos.
Pero además, "la pandemia le dio sustento al hecho de mirarse a uno mismo", sugiere el argentino Pablo Piovano. El abarcó ambos planos. Recorrió la Villa 31, uno de los primeros focos de Covid en la Argentina, y realizó un ensayo junto a su padre, Juan, fotógrafo también. Juan, quien falleció recientemente, tenía 76 años y estaba prácticamente ciego. Su hijo pasaba a buscarlo todos los días para dar una vuelta a la manzana. Juntos armaron un espacio de "juego y diálogo" para "esquivar el dolor": así como Juan retrató a Pablo cuando era un niño, Pablo retrató a Juan en su vejez. "Fue un trabajo sin quererlo, nunca lo pensé como tal hasta que empezó a crecer solo. Mi papá veía un 15 por ciento con un ojo, ya lo estaba perdiendo del todo, no podía ver las fotos que le hacía. Eran retratos oníricos, medio surrealistas, enmarcados en este tiempo loco y la visión que él tenía del arte, la fotografía en su juventud", cuenta el fotógrafo. "Cada foto se convirtió en una despedida. Los dos lo sabíamos. Jugamos hasta el final."
Otra fotógrafa que siguió el camino de la exploración del mundo personal es Glorianna Ximendaz (Costa Rica), autora de "Paz", una documentación de su embarazo durante la pandemia y "el viaje interior" que comenzó con ella. Tamara Merino es otro ejemplo. Pasó 146 días en su departamento de Santiago junto a su hijo y su madre, y los juegos que encaraban son parte de su registro.
Los fotógrafos de COVID LATAM son, aparte de los mencionados, Federico Ríos Escobar, Matilde Campodónico, Ale Cegarra, Ana Carolina Fernandes, Rafael Vilela, Andrea Hernández, Daniele Volpe, Johis Alarcón, Iván Valencia, Sara Aliaga, Victor Moriyama y Eliana Aponte. "Ha sido una suerte de gran encuentro latinoamericano", define Piovano. "Muchos no nos conocíamos, pero respetábamos el trabajo de cada quien. La pandemia generó incertidumbres y soledades. Este fue un acompañamiento muy interesante. Abrió un espacio de potencialidad para soñar algo colectivo."