En un clásico con un marco diferente, por la falta de público y por jugarse en el estadio Alfredo Di Stéfano de la Ciudad Deportiva en lugar del mítico Bernabéu, el Real Madrid impuso condiciones y aprovechó su contundencia para volver a ganarle al Barcelona como en la rueda inicial.
Antes del pitazo quedó al descubierto que Zinedine Zidane sería uno de los grandes protagonistas de la jornada. No solamente porque logró que su equipo no sintiera la ausencia de tres de sus defensores titulares – el capitán Sergio Ramos, Varane y Carvajal- sino porque se animó a refutar la teoría de equipo que gana no se toca y sorprendió con la inclusión del uruguayo Federico Valverde en lugar de Marco Asensio. Cambió el 4-3-3 con el que habían vencido a Liverpool en la semana por la Champions League por un 4-4-2 compacto, ideado salir rápido de contra y aprovechar la inspiración ofensiva.
El partido arrancó a buen ritmo, con dinámica y con ambos equipos dejando al descubierto sus planes. El dibujo pergeñado por el francés impedía que la tenencia de Barcelona se convirtiera en ataques y lo hacía sufrir cuando lo agarraba mal parado. Llegando a los diez, el elenco catalán tuvo la primera con una subida de Alba habilitado por Messi, aunque su centro atrás fue desactivado por Courtois con una volada.
A los 13 minutos, esa posesión del visitante -que terminó siendo del 70 por ciento al término del primer tiempo- fue desactivada por Valverde, que encaró a máxima velocidad por derecha, habilitó a Lucas Vázquez y Karim Benzema de taco, de primera, abrió el marcador con un golazo. El capitán ante la ausencia de Ramos llegó al segundo puesto en la tabla de goleadores con 19 tantos, escoltando a Messi que lidera con 23.
Promediando la primera etapa, el Madrid continuaba agazapado y aprovechando las ofensivas rivales para sorprenderlo. Así volvió a ocurrir a los 25, cuando el brasileño Vinicius encaró a pura agilidad y volvió a demostrar las carencias del fondo, aún con tres centrales. Debieron frenarlo con falta y el tiro libre lo capitalizó Toni Kroos. Dos tiros para el Madrid, dos goles. Cien por ciento de eficacia, mientras que el blaugrana no sumaba ningún tiro hasta ese entonces.
La eficacia en los ataques sólo se frenó por los palos. Primero, Valverde estuvo cerca de ampliar con un fierrazo de derecha y luego Messi, a los 45 minutos, rozó un gol de olímpico de antología. Su zurdazo fue tan alto y fuerte que superó los dos metros del arquero belga, pero el poste se encargó de extender su sequía ante la Casa Blanca. Gritó por última vez el 6 de mayo de 2018, hace más de 1000 días. Igualmente, sigue siendo el máximo goleador histórico de este duelo con 26 tantos y alcanzó el récord de Sergio Ramos como el jugador que más veces en la historia jugó el clásico (45).
En el complemento, Koeman desarmó el 3-5-2 y volvió al histórico 4-3-3 con la inclusión del francés Griezmann por Dest. El diluvio que caía hacía parecer más épica la búsqueda del crack rosarino por liderar a sus compañeros al descuento.
El primer avance blanco terminó con un cierre de Mingueza a Benzema y cuatro minutos después el joven defensor español se animó a meterse en el área rival y definió con la prestancia que no había tenido Dembélé anteriormente (y en todo el partido).
Vinicius se hacía incontenible por momentos y un nuevo desborde suyo por izquierda terminó con un centro bajo y un rechazo fallido de Araújo que se estrelló en el palo. La sociedad Messi-Alba parecía la fórmula para llevar peligro por izquierda y terminar por el medio con alguien que llegara como centrodelantero. Aunque se seguían extrañando los goles de Luis Suárez, gran artífice de la campaña del otro puntero del certamen.
Messi seguía probando sin éxito de tiro libre y Mingueza, en otra subida, estuvo cerca de empatar con un derechazo al segundo palo que se fue cerca. Al amor propio de este joven defensor de 21 años se sumó la premura de Ilaix Moriba, volante de 18 años formado en La Masia, que ingresó desde el banco y acarició el gol más importante de su corta carrera. Primera de cabeza, luego con un tiro desde lejos y finalmente en la última jugada del partido. El futbolista hispano-guineano la bajó con el pecho y de volea rompió el travesaño. El rebote lo tomó Ter Stegen, el arquero alemán, que había ido a buscar la heroica, pero tampoco para él pudo ser.
A pesar de la derrota, la buena noticia para Messi y compañía es que el doblete todavía es posible. En una semana afrontará la final de la Copa del Rey ante Athletic Bilbao y luego tendrá ocho fechas para alcanzar a los equipos de Madrid, Real y Atlético, que lo aventajan por un punto.