Desde Lima.Con temor por la pandemia que se agrava, rabia contra el Estado por la incapacidad para atender la crisis sanitaria y económica, un profundo descontento con una clase política envuelta en una serie de escándalos de corrupción, con poco entusiasmo de que estas elecciones sirvan para salir de la grave crisis, una mayoritaria desconexión con las distintas candidaturas y una gran incertidumbre sobre el resultado, este domingo poco más de 25 millones de peruanos acudirán a las urnas. Lo harán para elegir un nuevo presidente y un nuevo Congreso unicameral para los próximos cinco años. También se elegirán cinco representantes al Parlamento Andino.
Son dieciocho los candidatos a la presidencia, pero ninguno ha logrado captar un respaldo significativo. Con un alto nivel de electores, el 28 por ciento según un sondeo de este jueves, que hasta el final no había definido su voto o dice que lo hará viciado o en blanco, todos los candidatos se mueven en cifras muy bajas, que apenas bordean el diez por ciento. Con una alta fragmentación del voto, es casi seguro que tendrá que irse a una segunda vuelta -que será en junio- para definir al próximo presidente o presidenta. Son siete los candidatos que llegan con posibilidades de meterse al ballotage, algo sin precedentes.
Entre los dieciocho postulantes a la presidencia hay dos mujeres. Ambas llegan al día de la elección en el grupo de los siete con posibilidades de pasar al ballottage. Representan opciones muy distintas. Son la exlegisladora Verónika Mendoza, candidata de la coalición de izquierda Juntos por el Perú, y Keiko Fujimori, hija del encarcelado exdictador Alberto Fujimori y procesada por lavado de activos.
Los otros cinco candidatos en el grupo que pelea el pase a la segunda vuelta, son el dirigente del sindicato de profesores Pedro Castillo, de la izquierda radical y convertido en la sorpresa de última hora; el excongresista Yonhy Lescano, que se mueve entre la centroizquierda en lo económico y la derecha en lo social; el veterano economista neoliberal Hernando de Soto, que fue asesor del exdictador Fujimori; el ultraderechista Rafael López Aliaga y el exfutbolista de centroderecha George Forsyth. Los siete están en empate estadístico, con una diferencia de menos de cuatro puntos entre el primer y el séptimo lugar. Keiko, Castillo y Lescano están ligeramente adelante. Pero todo está muy apretado. Emulando a Donald Trump, el ultraderechista López Aliaga amenaza con denunciar, sin base real, que habrá fraude si él no es el ganador.
“Los datos están cambiando día a día, con una porción muy grande de indecisos y siete candidatos dentro del margen de error estadístico. Nunca hemos vivido momentos así en elecciones pasadas”, dice Omar Castro, de la encuestadora CPI. Cualquier pequeña subida o bajada de último momento puede alterar todo el escenario.
En esta elección se vuelve a jugar la continuidad o cambio del modelo neoliberal, impuesto en el país en las últimas tres décadas. La pandemia ha puesto en dramática evidencia sus profundas inequidades y debilidades, con empleos precarios y un Estado reducido y debilitado, sin capacidad, ni voluntad, de asegurar derechos básicos, y con carta libre al mercado para especular y negociar con la salud incluso en esta pandemia. Pero con un discurso hegemónico en los grandes medios en defensa del modelo neoliberal y una satanización de sus críticos, y campañas de miedo contra las propuestas de cambio, el descontento de la población no se refleja en una votación mayoritaria contra el modelo.
Entre los siete que pelean arriba -en este caso los de arriba están bastante abajo en porcentaje de apoyo- hay cuatro defensores del modelo neoliberal: Keiko, De Soto, López Aliaga y Forsyth. Lescano cuestiona el neoliberalismo y ofrece algunas reformas, pero sin llegar a proponer un cambio de modelo. Son dos los candidatos con opciones los que anuncian ponerle fin al neoliberalismo: Verónika Mendoza y Castillo.
En esta elección también se juega el riesgo del triunfo de opciones autoritarias de extrema derecha, encarnadas en Keiko Fujimori y el fascista López Aliaga, conocido como “Porky”.
En este escenario impredecible, la tendencia de la última semana favorece a Pedro Castillo, profesor rural, que encabeza una propuesta de izquierda radical, que viene en una subida de último momento, quitándole votos a Verónika Mendoza, la candidatura de izquierda que aparecía bien posicionada para disputar con la derecha. Una diferencia sustancial entre Castillo y Mendoza es el discurso conservador del primero en temas de derechos ciudadanos, con una posición que se opone a las políticas de igualdad de género, legalización del aborto y matrimonio igualitario, tres asuntos que la progresista Mendoza defiende como parte central de su programa político. Castillo ha tenido expresiones xenófobas contra la migración venezolana, otro asunto en el que se diferencia notoriamente con la izquierda que encabeza Verónika Mendoza.
Está por verse si esta alza en el tramo final le alcanza a Castillo para pasar a segunda vuelta, o solamente termina restándole votos a la candidata de izquierda que se proyectaba con posibilidades de triunfo. La derecha política, mediática y económica, que puso en marcha una guerra sucia para intentar bajarse la candidatura de Verónika Mendoza, ha visto con entusiasmo este crecimiento de Castillo, al que ha ayudado, que le quita votos a Mendoza. Los analistas coinciden que en una segunda vuelta las posibilidades de victoria de la moderada Mendoza son mayores que las del radical Castillo.
“La derecha ha venido construyendo a Castillo como el enemigo de izquierda al que fácilmente pueden derrotar. El enemigo al que no quieren enfrentar es Verónika Mendoza, porque ella puede derrotar en una segunda vuelta a cualquiera de sus candidatos, sobre todo a Keiko Fujimori, su candidata favorita. Verónika Mendoza representa una alternativa de izquierda seria, democrática y viable al neoliberalismo”, dice el sociólogo Sinesio López, columnista del diario La República.
El fujimorismo parecía descartado como opción de gobierno, acabado por los procesos por corrupción contra su jefa y el comportamiento desestabilizador de su bancada parlamentaria, pero en estas elecciones en pandemia y crisis recobra vida. Esta vez, con poco le puede alcanzar a Keiko para meterse por tercera vez consecutiva en la segunda vuelta.
Se abre la posibilidad de un ballottage entre el extremismo de derecha de Keiko y el radicalismo de izquierda de Castillo. Es la segunda vuelta que espera el fujimorismo, convencido que ese sería el mejor escenario para su posible victoria. Con el nivel de rechazo más alto de todos los candidatos, por encima del 60 por ciento, Keiko perdería en segunda vuelta, según las encuestas. Pero la aparición del radical Castillo podría cambiar el escenario a su favor.
“Keiko tiene un anti voto muy alto, pero frente a un candidato extremista como Castillo puede tener opción de ganar”, dice Alfredo Torres, director de la encuestadora Ipsos.
En las elecciones de este domingo se podría ratificar aquello de que en el Perú las cosas siempre pueden estar peor.