“Te invito a hacer un ejercicio que yo hice en Google: poné tu nombre y al lado la palabra feminicidio (o femicidio) y te va a salir otra Mariana en el mundo que la han matado. Mi nombre que no es tan común, lo puse, y sale. Poné el nombre de una vecina de tu mamá, cualquier nombre y vas a encontrar muchísimas mujeres. Es un ejercicio macabro porque la próxima podemos ser nosotras”, dice la reconocida abogada peruana Julissa Mantilla Falcón, consultora internacional en género y Justicia. “Ese ejercicio nos muestra el tema del contexto de la violencia machista, donde hay una situación de base que es el desprecio hacia las mujeres. El mensaje que atraviesa esos femicidios es: castiguémosla, porque sale tarde y se expone, porque decide cambiar ese rol en el que está. Esa es la respuesta que da la sociedad y el Estado no lo está entendiendo”, agrega en una entrevista de PáginaI12. Es didáctica. Enfática. Con palabras sencillas explica lo que por estos días muchas voces del Gobierno y del Senado no quieren entender: “La respuesta del Derecho Penal tiene un límite. El populismo punitivo busca mayores penas como si ello fuera a solucionar el problema de la violencia machista”, advierte vía Skype, desde Lima, a punto de tomar un avión rumbo a Corea para participar de una conferencia que organiza ONU Mujeres con el Institute for International Criminal Investigations (IICI) y el Justice Rapid Response (JRR).
Entre otras ocupaciones, Mantilla se dedica a inocular un enfoque de género y derechos humanos a los operadores de la Justicia en Latinoamérica. Esa carencia de especialización de los abogados, considera, es uno de los problemas en el tema.
Frente al debate que se instaló en la Argentina luego del femicidio de Micaela en torno de un proyecto impulsado por la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, que propone limitar las excarcelaciones, la experta señala: “Estamos dando una respuesta a la emergencia como si eso fuera a solucionar un fenómeno más grande. Como si mañana se incendia la casa de mi vecino, le echo agua y lo apago; y a los tres meses sucede lo mismo en casa de otro vecino; y luego en la de otro, y sigo echando agua cada vez, en lugar de ver qué está pasando con las conexiones eléctrica del barrio que están provocando esos incendios”.
Contexto. Para que se comprenda la importancia de analizar el “contexto” en el que se dan las violaciones y los femicidios, la abogada enumera otros casos resonantes, por estos días, en otras geografías. Puede ser el feminicidio –así los nombran en Perú y países centroamericanos– de Micaela, pero también la violación sexual de Arlette Contreras en Perú, dice. Se trata de una mujer que va con su pareja a un hotel. El hombre la golpea brutalmente. Hay un video que lo muestra desnudo arrastrándola de los pelos en la entrada del hotel. “No puedes dudar de que eso está pasando. Pero el hombre queda libre. La fiscalía lo denuncia por tentativa de violación sexual y feminicidio y lo condenan a lesiones leves a un año de prisión en suspenso. Uno de los argumentos del fallo dice que la parte acusadora en el tema de feminicidio no probó el dolo trascendente basado en razones de género como en la misoginia, el odio, o el desprecio por la condición de la víctima de ser mujer. Muy por el contrario, el acusado ‘ha participado en la comunión de los roles conjuntamente con la pareja, ha compartido actividades comunes a las mujeres como por ejemplo lavar los platos’. Este es el argumento para sostener que no había misoginia y en consecuencia, no había dolo y no había la intención de matarla”, cuenta Mantilla. Los jueces también argumentaron que se encontraba ebrio al momento de los hechos, lo cual consideraron un atenuante. Es decir, el machismo que alimenta los femicidios está impregnado en distintos ámbitos de la sociedad. Como también la Justicia. Esa mirada, ese desprecio por la vida de las mujeres, es el que hay que eliminar, para prevenir la violencia machista, señala la abogada.
Hijos. La mirada del problema tiene que ser integral, sostiene. “Hay un estudio de ONU Mujeres que se llama El Progreso de las Mujeres en el acceso a la Justicia, donde se analiza cuántas mujeres denuncian, y de las que sí denuncian (que son pocas) qué pasa con el proceso. En muchos casos el proceso se cae. ¿Y por qué se cae? Por cosas tan obvias como pueden ser los estereotipos de género en la administración de Justicia, o cosas de la vida real y es que las mujeres están a cargo de los hijos y no pueden ir a las comisarías, donde no hay una guardería o un espacio para los niños”, explica Mantilla.
Formación. Para la abogada “hay una responsabilidad enorme de las facultades de Derecho en cómo se está formando a los abogados y abogadas”. Propone a esta cronista otro ejercicio que ella hace siempre cuando da clases o conferencias con abogados y abogadas. “Le pido que levanten la mano los que han cursado Derecho Tributario, y todos la levantan; los que han cursado Derecho Laboral, y todos otra vez, las levantan. En una clase de abogados penalistas, por ejemplo, pregunto: ¿Cuántos de ustedes, que son penalistas, cursaron Derecho Laboral? Todos. ¿Cuántos son laboralistas? Ninguno. Pero todos lo tuvieron que cursar porque era obligatorio. ¿Cuántos han realizado un curso de género en la Facultad? No un taller, no la charlita que estoy dando, de una hora, un curso completo. Ninguno. Entonces, el mensaje que dan las facultades es bien perverso. Para ser abogado, así tú nunca ejerzas, tienes que aprobar Derecho Laboral o Tributario, tienes que cursar esas materias, pero lo de género, no. No es importante. Te formas seis años estudiando, tienes un año de práctica, te formas en la práctica privada o en la pública o eres juez o fiscal y nunca en la vida te explicaron lo que era el género y te llega uno de estos casos, donde sabes que tienes que poner una pena gravísima, pero no sabes lo que significa el contexto, porque no lo consideran al tema importante. Si fuera importante, te lo hubieran enseñado en la Facultad, sería un requisito para ser juez, para ser fiscal”, dice Mantilla, con ironía.
Complejidad. Estadísticamente, tanto en Perú como en la Argentina, muchos de los hechos de violencia no los cometen desconocidos, sino dentro de la casa, señala. “¿Cómo hacemos para que esas mujeres salgan de la casa? Si está estadísticamente probado que las mujeres dedican más tiempo de su vida al cuidado de los chicos, los viejos, las personas enfermas, tienes menos tiempo para prepararte profesionalmente y tus posibilidades de conseguir un trabajo van a ser menores, tus posibilidades de tener un salario que te haga independiente son mucho menores y entonces el día que te pegue el marido, que es el principal proveedor, ¿a dónde vas a ir? Es una situación muy compleja. Estamos en una situación de emergencia. La pregunta terrible que me hago es ¿a quién tienen que matar para que este tema importe, para que todos digamos ‘es gravísimo’? Las feministas hacemos la tarea y la vamos a seguir haciendo. Pero esta no es una tarea solo de las feministas ni solo de las mujeres, es de la sociedad”, sostiene Mantilla.
–Aquí en la Argentina hay una ley de Educación Sexual Integral pero el Gobierno debilita el programa nacional que se encarga de implementarla y capacitar a docentes…
–Cuando se trata de poner el enfoque de género en la currícula salen voces a cuestionar a la supuesta “ideología del género”, y sostiene que se quiere “homosexualizar” a los chicos, una suma de desinformaciones y prejuicios terribles. La gente debería entender que el enfoque de género busca la igualdad, la tolerancia, no discriminar, sostiene que desde que naces tienes derecho a ser considerado como los demás, no importando ni tu origen social, ni el grupo étnico al que pertenezcas ni tu dinero ni tampoco la orientación sexual que tengas. Y que no estás predeterminada por ser mujer a tener determinadas funciones y roles que se consideran naturales. No todas las mujeres tienen que casarse, tener hijos. Para las feministas es muy claro. Pero no es claro para todo el mundo. Se necesita una trasformación, una revolución. La revolución será feminista o no será. No puedes pretender cambiar las cosas si no empiezas desde chico.
Palabras. Otra cuestión, indica, es utilizar el lenguaje adecuadamente. “Dejar de decir ‘éste es un loco’. No es un tema de locura ni de enfermedad. Si está enferma una persona tiene que ir a un neuropsiquiátrico”, dice.
Metible. En 2015, cuatro muchachos de muchísimo dinero, a los que les decían Los Porkis, de Veracruz, México, violan a una chica menor de edad. Se escapan. Incluso hay un video en el que admiten su responsabilidad pero se escapan. Finalmente capturan a dos. A uno lo acusan por violación sexual y al otro por tocamientos indebidos y abuso sexual. Liberan a este último, que no penetró a la chica, y el juez, entre las razones que esgrime –la niña dijo que le había metido los dedos en la vagina– es que no ubica esa intención lasciva del abusador sexual, entonces no lo sanciona. Además, dice que como la chica estaba en un auto, pudo haberse pasado al asiento de adelante. Marcelino Perelló es profesor de la UNAM, en México. Y tiene un programa de radio. En ese programa dice que si el juez dijo que meterle los dedos no es violación será porque la considera una chica “metible” y también dice, que “sin verga no hay violación” y que “las mujeres en algún momento gozan de estos hechos, tienen orgasmo”. Le cancelaron el programa a este señor pero sigue siendo profesor de la UNAM. En 2011 había dicho que era un violador confeso, que había abusado de su hija. “Si queremos solucionar este problema, o por lo menos disminuir los casos, tenemos todos que asumir nuestra parte de responsabilidad que nos toca”, dice Mantilla.
Protocolos. La abogada cuenta que al terminar sus charlas, suele preguntar: “En su entidad, donde sea que usted trabaja, ¿cree que ha habido un caso de acoso sexual?” Siempre dicen que sí. Y la siguiente pregunta que hace es: “En su institución, ¿hay un protocolo de denuncia de acoso sexual?”. Y le dicen que no. “‘¿Y por qué no hay si hay casos de acoso?’ Y la gente se mira. Entonces, hay una complicidad en eso también. Te invitaría a hacer ese ejercicio”, agrega la abogada.
Micaela. Mantilla se enteró del femicidio de Micaela. Dice que miraba esa foto en la que se la ve con la remera de Ni Una Menos. Y pensaba: “Esa chica salió a marchar, marchó por otras. No pensaba que a ella le iba a pasar. Ninguna de nosotras pensamos que nos va a pasar y nos pasa. Se ponen penas altísimas y nos siguen matando. Lo más difícil es entender el contexto”.