-- ¡¡No me interrumpa cuando estoy gritando!!

-- ¡¡Y usted no sea pelotudo, diputado!!

El diálogo es imaginario… hasta un punto y por ahora. La estridencia, la polución de puteadas contaminan el espacio público, el Congreso y los medios. Los gritos y las agresiones verbales, seguramente, cumplen la misma función que los Alerta de los canales de noticias: estremecer y llamar la atención de una audiencia distraída y bastante ajena.

El tono desorbitado, opina este cronista, favorece a la oposición aunque el oficialismo a menudo recoge el guante y retruca. La principal función del Poder Ejecutivo es hacer, dar respuestas a la realidad.

Bardear y meter ruido constituye el primer objetivo de los dirigentes de Juntos por el Cambio (JpC) sobre todo los que no tienen territorios a su cargo. El ex presidente Mauricio Macri, la ex ministra Patricia Bullrich disponen de tiempo libre. Su negocio es hacer olas, “ocupar espacio”, “instalar” temas. Sin labores concretas a su cargo, mascullan o vociferan full time.

En la semana que pasó se aprobaron las reformas al Impuesto a las Ganancias. Asimismo, avanzó la posibilidad de postergar las Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) y las elecciones de medio término. Dos ejemplos de consenso, infrecuentes mas no imposibles, que pasaron desapercibidos porque la batahola tapa todo.

La modificación del sueldo mínimo a partir del cual se paga el Impuesto a las Ganancias se aprobó con mayorías amplias, transversales, en las dos Cámaras. La convivencia de fondo no alteró las reglas actuales del debate: insultos, acusaciones, compadradas, cuestiones de privilegio. La casi totalidad del público se enteró solo de las rencillas, los “cruces”, las guarradas.

Cuando llegue el momento de cobrar, los asalariados formales de ingresos medios o medios altos notarán que su ingreso mejoró. No necesitarán que se lo expliquen. Las medidas económicas integran el patrimonio de las personas humanas, las afectan aunque no sigan las sesiones del Congreso.

En cambio, las PASO constelan muy lejos del interés ciudadano: falta mucho, la coyuntura agobia, ni siquiera se sabe quiénes serán candidatos. La clase política carga con el deber de regularlas pero sin hacerse ilusiones de que alguien les lleve el apunte.

En contrapeso, la gente común no precisa que se divulgue el índice de Precios al Consumidor del Indec para saber que la inflación es muy elevada, en especial para alimentos.

Los gobiernos son revalidados o castigados por sus realizaciones, el presidente Alberto Fernández estará expuesto a ese veredicto. El escándalo cotidiano resiente su necesidad de transmitir calma, difundir medidas, explicar, inducir conductas solidarias.

La segunda ola obliga a renovar o recrear restricciones en un contexto diferente al de 2020. Las decisiones adoptadas por el Presidente son sensatas, similares a las que se repiten en países vecinos (Brasil hace excepción pero no es ejemplo a seguir) o en Europa. Que sean necesarias no las torna menos enojosas para quienes son damnificados, en particular en su actividad económica. Las ramas gastronómica, hotelera, turística o de espectáculos sufrieron mucho el año pasado, comenzaban a levantar cabeza lentamente, vuelven a padecer.

En pandemia, minga de soluciones óptimas. Se opta y se improvisa (acá y en todo el globo) apuntando a producir el mal menor dentro de un repertorio poco deseable.

Hay sectores a los que se impone un sacrificio en aras de atenuar daños colectivos. El Estado tiene que auxiliar a los perjudicados (que no son culpables de nada) y el Gobierno transmitirles empatía, buena información, no avivar el fuego ni la desazón. Para eso, claro, está la opo.

Se aprendió de lo vivido. El veloz aumento de los programas Repro es la primera respuesta a los afectados por las nuevas restricciones. La ayuda debería aumentar y, quizá, diversificarse si estas se ampliaran más allá de las tres semanas de vigencia del Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU).

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La victoria, derechos y obligaciones: El Gobierno ganó la polémica sobre las vacunas venenosas. Ridícula desde el vamos, irresponsable a carta cabal. La sociedad civil entendió, “toda la gente” quiere vacunarse. Lo comprueban los datos de inscripción en las 24 provincias. También las imágenes que propalan las personas vacunadas, los mensajes de sus personas queridas, millares de selfies.

La victoria en ese terreno fortalece al Gobierno: está haciendo lo debido. Claro que no le da respiro porque impone obligaciones, de inmediato: hay que conseguir vacunas para la demanda social que está garantizada.

Alberto Fernández expresó en público el miércoles lo que venía comentando en privado: está más que conforme con el compromiso de la Federación Rusa. La provisión de vacunas Sputnik V llega con relativa regularidad.

El Presidente espera que este mes se cumpla el compromiso pendiente respecto de la vacuna china Sinopharm, dos millones de dosis sobre tres que están pactadas y pagadas. Cifra importante si se toma en cuenta que hasta el 9 de abril inclusive se habían aplicado 4.478.948 primeras dosis y 722.520 segundas dosis. El 9,87 por ciento de la población recibió por lo menos una.

La llegada del presidente Joe Biden a la Casa Blanca alentó esperanzas (prematuras, tal vez exageradas) de un cambio político en Estados Unidos. Un cachito de soft power (desdeñado por el ex presidente Donald Trump), mayor compromiso con la Organización Mundial de la Salud (OMS). Por ahora, hay más amagues que mejoras.

El viernes 2 de abril, el canciller Felipe Solá conversó con el nuevo titular del Departamento de Estado, Antony Blinken. El palique fue cordial, concuerdan a ambos lados del Zoom. “Dime Tony y llamame cuando quieras”, arrancó el funcionario gringo. Se ufanó de que su país invierte miles de millones de dólares en el sistema de distribución de vacunas Covax. Con la discreción del caso, refieren fuentes argentinas, Solá le deslizó que las vacunas llegan con cuenta gotas a los países de este Sur.

De cualquier modo Estados Unidos destrabó escollos para que se concrete la producción y almacenamiento de vacunas AstraZeneca en la intrincada triangulación de Argentina con México y empresas privadas de los dos países. Millones de dosis dependen de eso. En Casa Rosada y zonas de influencia aprendieron (tras sucesivos errores) a no anunciar fechas de llegada ni cantidades de vacunas que dependen de un cúmulo de concausas, mayormente ajenas a su poder y voluntad.

El proceso de vacunación constituye la mayor y mejor diferencia respecto del momento de la primera ola. Otras son el consenso en mantener la mayor cantidad de actividad económica. Y, dentro de lo posible, las clases presenciales en las escuelas.

Un crudo aprendizaje del ASPO 2020 es que al restringirse derechos de circulación y de reunión crecen el poder de las fuerzas de seguridad y los riesgos de violencia institucional. No se trata de especulaciones sino de hechos comprobados un año atrás. Precaverlas, no dar “cheques en blanco” verbales, no empoderar a cuerpos poco habituados a respetar derechos, cargará como deber cotidiano sobre las administraciones nacional y provinciales.

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Promiscuidades: Prohibir reuniones clandestinas o viajes de egresados contará, olfateamos, con amplias adhesiones. Trasladarse a países con altos índices de contagios, infectarse y volver solo suscita comprensión en los medios dominantes donde desde siempre están sobrerrepresentadas las clases medias o medias altas. Súmele, hoy en día, el inclaudicable alineamiento con la oposición y tendrá el cuadro completo.

El jefe del gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, un crack a la hora de victimizarse, desgrana un discurso dual. Cuestiona la veda nocturna, les concede a los restaurants una horita más para atender. Que cierren a las 23 como ordena el DNU pero se puede comer hasta medianoche. Una franquicia con olor a chicana o a psicopateada. Sobre todo porque la Ciudad Autónoma, hasta el cierre de esta nota, no pone un peso para auxiliar a las actividades damnificadas. Canonjías inmobiliarias a los magnates sí pero jamás una variante local de ATP (la “P” podría ser de “porteño”, sugerimos).

Solo el laboratorio Pfizer compite con Larreta en blindaje mediático. Tribunas de doctrina, editorialistas, colegas surtidos claman para que la Argentina les compre vacunas. A cualquier precio, resignando soberanía, aceptando cualquier variante de sumisión. La promiscuidad borra los límites (hipotéticamente nítidos) entre información, opinión y propaganda paga.

Mejor que decir es hacer, buena consigna para el Gobierno. El “decir” forma parte del hacer, desde ya. Pero hay un orden de prelación. Mejor realizar que prometer o que entrar en las payadas rústicas que propone el adversario político.

Y pocas cosas son peores que meter miedo, confundir, desacreditar a las vacunas… los deportes favoritos de la principal oposición. Su hazaña de la semana: gobernadores e intendentes objetando en un comunicado medidas que adoptaron en sus propios distritos.

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