Hace 50 años Glenn Cowan y Zhuang Zedong hicieron historia casi sin proponérselo. No eran embajadores de carrera pero dieron el puntapié inicial de lo que se llamó la diplomacia del ping pong. Los dos jugaban al tenis de mesa. Se conocieron en Nagoya, Japón, durante el 31° Mundial de la especialidad. Un ómnibus de la organización dejó a pie al estadounidense, el chino le propuso subirse al de su delegación y ese contacto espontáneo entre ambos influyó en la célebre visita de Richard Nixon a Mao en Pekín. Aunque parezca inverosímil, un deporte sin demasiada popularidad contribuyó al deshielo entre la China comunista y los EEUU.

En 1971 las relaciones eran nulas, ni siquiera tenían las tensiones económicas de ahora. Los dos países se habían enfrentado en la Guerra de Corea y la de Vietnam profundizó sus diferencias. Pero el 10 de abril de ese año el equipo norteamericano de ping pong cruzó la frontera de la entonces colonia británica de Hong Kong hacia el gigante asiático y se cayó una barrera. Los atletas se quedaron una semana. Fue el primer viaje desde la creación de la República Popular China en 1949 de deportistas de Estados Unidos al país de la Gran muralla.

Nixon le sacaría el jugó a esa visita en febrero de 1972. Se reunió con Mao y sentó las bases de una relación bilateral impensada, aunque su mandato terminó por anticipado con el Watergate –el famoso escándalo de espionaje– en 1974. Cowan y Zedong no volvieron a verse después de aquellos partidos de exhibición en territorio de la República Popular. El norteamericano murió en 2004. Tenía 51 años y no resistió a una cirugía de bypass. Hoy está sepultado en el cementerio de Los Angeles. El chino, tres veces campeón mundial de tenis de mesa, lo sobrevivió hasta 2013. Falleció con 72 años. Una curiosidad adicional los unía. Habían nacido el mismo día, un 25 de agosto, aunque con doce años de diferencia. Zedong en 1940 y Cowan en 1952.

En una foto de la época tomada en Japón se los ve a los dos dándose la mano al pie de un autobús con ideogramas en su carrocería. Sonríen. La escena es el preámbulo de lo que sucederia unos días más tarde. Antes del viaje que compartieron aquel 4 de abril en Nagoya, el deportista chino le ofreció subirse al micro al estadounidense porque estaba desorientado buscando al suyo. Se había retrasado mientras practicaba con otro jugador chino, Liang Geliang y sus compañeros lo abandonaron.

Intérprete mediante, el pelilargo Cowan aceptó y durante el trayecto Zedong le regaló una imagen en seda de las montañas Huangshan (amarillas en chino), un souvenir que el obsequiado no pudo retribuir porque en el bolso no llevaba prácticamente nada. Cuando llegaron a destino después de 15 minutos, un grupo de periodistas se sorprendió por la escena de confraternidad entre los dos. Ahí fue cuando al estadounidense le preguntaron si le gustaría visitar China: “me gustaría ir a cualquier país en el que no haya estado antes, Argentina, Australia, China… Cualquier país que no haya visto antes”, respondió.

Cowan muestra el obsequio de Zedong. 

Zedong contaría en 2002 en una entrevista para la televisión de su país, que dudó bastante en dialogar con Cowan: “Yo crecí con el eslogan ‘¡Abajo el imperialismo norteamericano’ Y durante la Revolución Cultural, la cuerda de la lucha de clases estaba tirante, sin precedentes. Me preguntaba a mí mismo ‘¿Está bien relacionarse con tu enemigo número uno?’”. El jugador chino fue años después uno de los preferidos de la viuda de Mao, Jiang Qing, durante la llamada Revolución Cultural que terminó con ella y tres altos funcionarios del PC –la llamada Banda de los cuatro ¿– en la cárcel. Mao murió el 9 de septiembre de 1976, Nixon había renunciado a la presidencia en 1974 y Henry Kissinger, su jefe de Estado y hombre clave en la visita de 1972, siguió desestabilizando gobiernos no alineados con EEUU, sobre todo en América Latina.

Cowan quedó a mano con Zedong cuando le regaló una camiseta con el símbolo de la paz y la frase en inglés Let it be (“Déjalo ser”) que hicieron un éxito discográfico los Beatles en 1970, el año en que se separó la banda. Cuando el deportista yanqui falleció en 2004, su rival llamó a la familia desde Beijing y tres años después durante un viaje a Estados Unidos visitó a su madre. “No volver a ver a Cowan nunca más fue el mayor arrepentimiento de mi vida”, declaró en 2007.

Lejos habían quedado aquellos días entre el 10 y el 17 de abril del ’71 cuando nueve jugadores de ping pong de EEUU, cuatro dirigentes y las esposas de dos de ellos, llegaron a la China de Mao. Hicieron varios partidos de exhibición, los llevaron a un tour por la Gran Muralla y al Palacio de Verano ubicado a unos pocos kilómetros de Beijing. Tim Boggan, hoy a los 90 años, es uno de los pocos testigos de ese viaje. Referente histórico del tenis de mesa en Estados Unidos, escribió un libro donde cuenta que la diplomacia del ping pong pudo ser posible gracias a tres situaciones: la iniciativa del entonces presidente de la Federación Internacional de esta disciplina, el galés Roy Evans, quien les sugirió a las autoridades deportivas chinas que debían organizar eventos como la gira estadounidense para romper el aislamiento; una invitación a la jugadora de EEUU, Leah Miss Ping Neuberger, campeona mundial de 1956 en dobles mixtos, quien viajó a China junto a una delegación canadiense y se le concedió la visa antes que a los jugadores del ’71 y por último, el encuentro providencial entre Zedong y Cowan.

La realidad del tenis de mesa a nivel mundial se mantiene invariable desde hace décadas. Los chinos dominan el escenario con holgura. Desde que se transformó en deporte olímpico en los Juegos de Seúl de 1988, ganaron 28 de las 32 medallas de oro en disputa. En Los Angeles ‘84 fue disciplina de exhibición porque no se llegó a tiempo para incluirla como una competencia más en el programa de esos Juegos. La federación internacional se fundó en 1926 y tiene su sede en Lausana, Suiza.

La historia de este juego que inventaron los ingleses se amplificó a escala mundial cuando China y Estados Unidos establecieron relaciones diplomáticas gracias a él. Greg Gilligan, presidente de la Cámara de Comercio Estadounidense en Beijing, recordó en estos días que “ninguna de nuestras empresas miembro estaría haciendo negocios en China hoy sin los esfuerzos de la diplomacia de ping-pong”.

[email protected]