Dueño de un estilo único, tan polémico como personal, Mauro Viale fue el padre de un género periodístico televisivo en el que el sensacionalismo se conjugó con lo bizarro, haciendo de la información un show que podía alcanzar ribetes impensados. Periodista de raza, productor incansable, en los últimos años el mismo Viale se había alejado de aquella huella que él mismo había construido con tanta popularidad.
Polémico, corriendo siempre los límites de lo ético, Viale no le temía “al que dirán”. En su concepción del periodismo, todo era publicable, transmitible y preguntable. Amado y repudiado, inevitablemente forma parte de los grandes nombres del periodismo televisivo y radiofónico. Con sus recordados desbordes y búsquedas de impacto, Viale fue un género televisivo en sí mismo, un periodista entretenedor dispuesto a todo. A cruzar todos los límites, en caso de ser necesario. Hablar de “el programa de Mauro” fue una definición en sí misma para cualquier argentino, en la que no había más nada que agregar. Una identidad en la que el morbo, la información y el escándalo constituían su ADN, el cual fue abandonando en sus últimos años. Maestro de muchos, quienes trabajaron con él coinciden en señalar que Viale “respiraba” periodismo, oficio que a su manera ejerció hasta la semana pasada, cuando le aplicaron la primera dosis de la vacuna Sinopharm y los síntomas de Covid-19 lo obligaron a abandonar sus trabajos en América, A24 y Radio Colonia.
El abordaje del “Caso Cóppola” en el recordado Mediodía con Mauro en los noventa fue, tal vez, el show televisivo que mejor representa un estilo que no solo hizo escuela, sino que además alcanzaba altas cifras de audiencia. Con una temporada en el viejo ATC y varias en America TV en el segundo lustro del menemismo, Mediodía con Mauro fue una suerte de no fiction, en la que los detalles judiciales de la causa por narcotráfico que involucró a Guillermo Coppola se exponían con la misma brutalidad con la que la galería de testigos e imputados desfilaban en cámara sin temor a discusiones de todo tipo y factor, peleas físicas incluidas. Samantha Farjat y Natalia Denegri fueron las protagonistas de aquél Talk Show que mantuvo en vilo al país en 1996. Fue el momento en el que Viale pasó ser simplemente “Mauro” para el común de la gente.
Esa identidad, tan popular como criticada, fue la que trasladó a otros tantos ciclos televisivos, con mayor o menor profundidad. Fenómeno real, Impacto a las 7, Despertate con Mauro Viale, Fiebre de Mauro por la noche, El diario de la tarde, Historias impactantes, Mauro 360º, fueron algunos de los programas que encabezó. En Impacto a las 12 dejó otra escena para la historia de la pantalla chica, cuando el 10 de enero de 2002 protagonizó en vivo la tristemente célebre pelea a puños y patadas con el empresario de la carne Alberto Samid. Consecuencia de su flexibilidad ética y su tendencia al impacto, especialmente en el abordaje de los casos policiales, Viale también es recordado por la cobertura que realizó sobre el secuestro del padre de Pablo Echarri, donde atendió en vivo una llamada por celular en la que insinuó que la víctima había sido asesinada, algo que no ocurrió y que le valió fuertes críticas.
En afán de su búsqueda desesperada por el rating, Viale era capaz de correr todos los límites. Solo un ejemplo de ello fue cuando en 1997, estando al frente de Fenómeno real, el conductor no tuvo reparos en entrevistar al represor Julián “Turco” Simón, que contó con lujo de detalles y casi nulo cuestionamiento cómo torturó durante la dictadura militar. Una participación que, lejos de ser esporádica, se convirtió en habitual en el ciclo periodístico.
En su larga trayectoria, Viale también será recordado como el relator de los partidos de la Selección Argentina de fútbol en el Mundial de México de 1986, que se transmitió en exclusiva por la pantalla estatal. Un estilo como relator de pocas palabras y casi nulas emociones, que se movió entre la parquedad y una gelidez que ni el mejor gol de la historia de los mundiales pudo conmover. Fue el primer gran relator del fútbol televisado, en dupla con Enrique Macaya Marquez en el viejo Fútbol de Primera. “¿Quién mueve?”, preguntaba Viale antes de comenzar el partido principal. “Muevo yo, Mauro”, respondía el futbolista de turno en una edición que simulaba una temporalidad que no existía.
Tenía una capacidad laboral como pocos. Viale fue indudablemente uno de los periodistas más influyentes de la pantalla chica, un animal periodístico que marcó una época.