¿Cuántas jugadoras de fútbol oriundas de la provincia compiten actualmente en equipos de primera división argentinos? es una pregunta sin respuesta cierta. Aparecen nombres, y cada vez más. En primera A, B o C, conforman una masa crítica compuesta por alrededor de 570 trabajadoras con botines que desarrollan el oficio de jugar con la pelota usando los pies, el cuerpo y la cabeza. Hasta 2020 solo 200 cobraban un sueldo y contaban con obra social.
“Todavía no tenemos los datos definitivos de AFA, pero estimamos que en 2021 hay ya alrededor de 300 jugadoras con contratos. Cincuenta por ciento más que en 2020”, detalló Néstor Fabbri, ex-jugador y coordinador del fútbol femenino en Futbolistas Argentinos Agremiados. En agosto del año pandémico, la Asociación de Fútbol Argentino lanzó una Estrategia Integral de Fútbol Femenino 2021-2026 en la que proyectaba el aumento escalonado de contratos. De ahí, el crecimiento progresivo asegurado.
La profesionalización total se acelera. La gran conquista del fútbol femenino argentino del 16 de marzo de 2019 abrió y abre los ojos a quienes los prefieren tapados. A dos años de aquel gran paso, el proceso corre por caminos de mayor inclusión y, claramente, igualdad. El salario básico de las jugadoras en Primera A son los de sus colegas varones de Primera C: 27 mil pesos mensuales. La categoría rentada más baja en el fútbol de hombres fue la puerta que abrió la AFA a las atletas que juegan en las canchas de primera. Tras dos años, hay planteles como Boca Juniors y UAI Urquiza que ganan por arriba de esa base. Se dan casos de jugadoras que ya superan contratos de colegas jugadores en la C. “En promedio, las futbolistas ganan 40 mil pesos por mes. Todo depende de sus cualidades, los sponsors, los clubes. Es la dinámica del fútbol. Nosotros aseguramos un básico, para que ninguna jugadora cobre menos”, puntualizó Fabbri.
En su versión actual, el campeonato de Primera A femenino como certamen oficial comenzó a disputarse en 1991; el de Primera B, en abril de 2016, y el de Primera C, en setiembre de 2019. Pero es una cronología más bien tardía. Todos los museos o espacios de memoria en clubes de fútbol argentinos le deben un espacio, grande por cierto, a la visualización histórica de planteles y jugadoras del “femenino”, por lo menos durante el siglo XX. En Salta, hay investigaciones que sitúan encuentros amistosos de equipos locales con planteles porteños entre marzo y julio de 1966.
Niñas que juegan con sus primos en un patio hogareño, amigas en la vereda que ya no esconden sus ganas, profesores que les dan clases mientras sueñan con ser Alex Morgan (jugadora estrella en la liga norteamericana), o pequeñas que visten la casaca de un club y comparten con varones minutos de rodaje en partidos de divisiones inferiores. Ellas juegan y entrenan. Construyen su habilidad y conocimiento desde las periferias del gran entretenimiento. Oleajes que nunca cesaron y siempre existieron en competencias más allá del sub-18 y la primera división salteñas. Las que pudieron o se aventuraron a probar suerte, integran planteles en los principales clubes del país. Excepto dos que son profesionales, el resto aún espera que un sueldo sea suficiente para vivir y entrenar mientras desarrollan el arte de sudar la camiseta.
Ganarse el pan en el gran circo
Las jugadoras argentinas y salteñas de hoy son laburantes con botines y rutinas semanales de trabajo. “Entreno de lunes a sábados. Por las mañanas voy al gimnasio. Por las tardes, de 3 a 7, los entrenamientos. Primero la charla con el cuerpo técnico y luego la parte táctica para llegar bien a los partidos”, detalla Claudia (26), que vive en La Plata. Florencia (17) también entrena todos los días con horas que acumulan prácticas en el gimnasio y la cancha. Las dos jugadoras salteñas que alcanzaron el profesionalismo representan generaciones. Son la avanzada de una marea de botines que sube y sube, sin prisa pero sin pausa. Ir a la cancha a entrenar por las tardes y jugar los torneos todos los domingos o fines de semana; encontrarse con el puesto; salir campeonas o quedarse con las ganas. También son historias de vida de otras tantas niñas, adolescentes, y jóvenes mujeres.
Claudia es de Joaquín V. González, departamento Anta, y Florencia, de Salta capital. Claudia comenzó a los 8 y Florencia a los 12. En su biografía deportiva, Claudia pasó por muchos clubes y campeonatos. San Francisco, Central Norte, Juventud Antoniana, los Torneos Evita, el Torneo de los Barrios. “Viajaba todos los fines de semana desde González a Salta capital hasta que terminé el secundario. A veces me invitaban a jugar en Formosa, en Corrientes, en Tucumán. Yo iba. Los hombres se sorprendían por cómo jugaba y me lo decían. Siempre bien, amables. Pero me pasó ver a compañeras que recibían insultos, lo clásico”, relata. En 2018 jugó en el Atlético Ciclón (ex Maná) de Tarija (Bolivia). Por una amiga en Gimnasia y Esgrima viajó a La Plata a probar suerte. “Quedé, me ofrecieron un contrato y me fui”.
Para Yanina Tayser, directora técnica de los planteles de primera división y sub-18 del Club San Francisco, “hoy por hoy, Tabi (el apodo de Claudia Roldán) es la mejor jugadora de Salta. Con ella fuimos cinco veces campeonas de primera división. Un grupo excepcional que luego decidió dar un paso al costado”.
Entonces Claudia jugaba de siete, como su padre, “el mejor jugador de mi pueblo”, en sus propias palabras. Ahora juega “en zonas ofensivas. Es volante creativa, delantera por los extremos. No es una nueve de área. Es muy habilidosa, con muchísimas cualidades. Resuelve ejercicios con una mezcla de potrero y técnica. Tiene muy buena pegada. En los partidos, ella ejecuta los tiros libres. Crece física y técnicamente a pasos agigantados”, contó Celeste Ferrarino, directora técnica alterna del plantel de futbolistas de El Lobo y en la reserva.
Florencia, en cambio, desarrolló su experiencia como jugadora en Central Norte con Belén Morelli como DT. Encontró su puesto de a poco. “Después de meses entrenando con las chicas que recién comenzaban, Belén me pasó al Sub-18. En ese tiempo jugaba de extremo por izquierda. Jugué unos cuantos partidos. La verdad, no servía para el puesto”, confesó. Contó que por entonces llegó a Central una ayudante, Florencia Chapor. “Ella me probó en defensa. Empecé de cuatro. Aprendí cómo posicionarme, qué tenía que hacer. En un torneo regional se lesionó la número dos. La reemplacé, no muy convencida. No nos fue tan bien, pero quedé. Empecé a tomar confianza y gusto por el puesto”.
Para su entrenador actual en Platense, Leandro Belfi, “es una jugadora bastante preparada en comparación con otras que llegaron. Se nota que tiene mucho roce. Es muy aguerrida en la marca, va mucho al piso, tiene muy buen juego aéreo y se adaptó muy rápido al cambio de ritmo”. De hecho, Florencia contó que una jugadora habilidosa en las canchas salteñas puede pasar a tres o cuatro. “Allá el juego es lento. Aquí se juega a un toque, porque cuando te llega la pelota seguro hay varias jugadoras rivales muy cerca”.
¿Derroteros todavía atribuidos a la masculinidad? ¿reproducidos sin cesar por la maquinaria oral y televisiva que le destina tiempo y dinero a contenidos sin género? La vida de estas jugadoras devela que cada paso, cada hito, cada recuerdo, cada escenario, cada jugada, tapada o gol, ganaron sus propias páginas.
Por ejemplo, Claudia no vio la épica de Maradona contra los ingleses, pero su padre se encargó de cargarlo en su memoria. “Con él vi todos los videos. El fue el mejor jugador de mi pueblo. Jugaba de siete, como yo”, cuenta mientras el teléfono devela su vida cotidiana. Y el sueño del pibe de conocer a Maradona se le dio a ella, entrenando en la misma cancha que sus colegas varones cuando tenían por DT al gran mito. “Algunas de mis compañeras lloraban al verlo tan deteriorado. Le besaban los pies. El era muy respetuoso con todos y con nosotras. Varias veces se sentó a charlar. Nos dijo que éramos el futuro del fútbol”.
Lo inclusivo cambia el enfoque
“Ser entrenador no tiene género. Hay mujeres que saben mucho más que los hombres", opinó el DT de Florencia Santander, Leandro Belfi. con la simpleza de quien entiende la convivencia.
“¿Comenzó a trabajar el gremio con la adaptación del convenio colectivo para incluir cuestiones propias del fútbol de mujeres, como el embarazo o el lenguaje inclusivo?” consultó Salta/12 a Néstor Fabbri. “Hace poco nació el bebé de una jugadora de El Porvenir. El club le pagará por un año y luego ella decidirá si sigue allí o se va”, reveló. “Además, la FIFA se guió de nuestros cambios para aplicarlo a nivel mundial. En España, si una jugadora queda embarazada, la echan”. El hijo de la jugadora Priscila Gómez es el primero en la era profesional, es decir, con cobertura de la obra social de Futbolistas Argentinos Agremiados.
“Los contratos que ofrece la AFA no alcanzan”, contó Celeste Ferrarino, “depende de AFA, Agremiados y los clubes. Hay jugadoras que conviven con otras chicas, sus parejas, o familias y pueden hacer frente a un doble turno. Hay otras que trabajan o estudian, y entonces se complica porque chocan sus horarios. Necesitan descansar, comer bien, ir al gimnasio, entrenar”. Gimnasia y Esgrima de La Plata, con 23 jugadoras con contratos en un plantel de 30, representa el promedio profesionalizado en clubes de Primera A. Fabbri estima que esa cifra oscila en 2021 entre 18 y 20.
La pandemia postergó en 2020 la Copa Argentina Femenina, un plan de la AFA para integrar a todos los clubes del centro y el interior del país con planteles de primera división. “Seguramente lo haremos cuando podamos y estemos todos vacunados”, adelantó Néstor Fabbri.