Una persona con la nuca rapada se sube al vagón del subte vistiendo un short que permite apreciar sus piernas peludas. Be no mira a lxs pasajerxs, no obstante todas las miradas están puestas en su cuerpo. Que evalúan en detalle para descifrar si es hombre o mujer. “Quieren saber qué soy”, piensa Be, quién está tan acostumbrada a sentir el peso de las pupilas inquisitivas que exigen explicaciones que construyó un sistema propio para escapar del transporte sin tener que huir por la ventana. Imagina la cadena de pensamientos de lxs curiosxs mientras concentra sus ojos en la textura de un objeto: hacer zoom en los hilos que se cruzan formando rectángulos de la cubierta de una riñonera hasta que la incomodidad se vuelve abstracta. Be es no binario y siente asfixia cuando es estudiade de pies a cabeza en los lugares cerrados, pero cuando se abren las puertas automáticas y camina por la calle se siente invisible. ¿Eso nos pone a salvo o en mayor peligro?
Así comienza Banzai (un título homenaje al último disco de la cantante española Gata Cattana): la novela gráfica de 92 páginas escrita y dibujada por Femimutancia, recientemente editada por la flamante editorial independiente Feminismo Gráfico. No es su primera historieta, sin embargo Banzai revela un costado más íntimo a diferencia de sus otros libros, Alienígena y Piedra bruja. En esta historia no hay disfraces de monstruos que alivien el miedo porque no hay tela que cubra la piel. El personaje está desnudo y expuesto, dispuesto a enfrentarse a los fantasmas que no se presentan con sábanas agujereadas en la parte de los ojos. Los fantasmas se meten en los sueños y en una conversación superficial de café, cambiando de apariencia pero provocando el mismo daño.
Femimutancia dibuja con lápiz y colores digitales vibrantes un relato que parece haber sido vivido en carne propia, pero que al mismo tiempo puede ser la historia de muchas personas no binarixs.
Be, el protagonista, recorre la ciudad y se detiene en lugares: se compra una fainá y una Coca-Cola. El cajero le habla en masculino hasta que repara en que tal vez es una chica, el momento de las disculpas no tarda en llegar. “A veces quisiera contarles que no soy ni un chico ni una chica. O que soy las dos cosas”, piensa mientras almuerza. Pero Be se siente protegide en el silencio porque conoce cómo pueden lastimar las palabras.
Banzai es la hoja de ruta en un proceso de búsqueda y sanación, cada viñeta tiene una cobertura de agua oxigenada para desinfectar las heridas que sangran. Feminutancia se detiene en las acciones cotidianas como saborear unos fideos instantáneos o saludar a un perro que ladra fuerte y mezcla esas escenas costumbristas con secuencias lisérgicas que parecen salidas del universo perturbador de Adventure Time. Feminutancia no intenta explicar lo que tampoco entiende, ni se para por encima nuestro a dar grandes discursos. Se anima a narrar desde la fragilidad de sentirse perdidx, pero segurx de no querer volver a lugares pasados. Banzai consolida a Femimutancia como unx autorx valiente que se expone a contar y graficar eso que angustia: ¿Quién nos cuida cuando estamos solxs?
VIÑETAS AUTOBIOGRÁFICAS
¿Por qué elegiste hacer una novela gráfica sobre ser no binario?
Soy una persona no binaria es por eso que no puedo evitar poner en el centro de mis cómics el tema de mi identidad. Me fue bastante difícil asumirme como tal y lograr que mi entorno me respete. Soy bastante tímidx, lo cual hace que el proceso sea un poquito más largo de lo que debería.
En el libro aparecen personas que a la hora de referirse a la identidad sexual y/o de género de Be, a pesar de no tener la intención de lastimar, incomodan. ¿Creés que hay una manera de evitar que la mirada de no afecte?
No creo que podamos evitar que la mirada de lxs otrxs nos afecte en algún punto, y en mi caso personal convivo con ello. Me resulta muy común que a veces me traten en masculino y a veces en femenino pero solo en algunos casos muy puntuales me molesta. Entiendo que muchas veces voy a incomodar por mi identidad sexual y por mi identidad de género, es algo asumido.
¿Sentís que este libro es un proceso catártico?
En general, todo mi trabajo es catártico. Es una forma de procesar mis propios traumas. En este caso es sobre la forma de vincularme y cómo las experiencias traumáticas de mi infancia influyen en eso. Qué cosas puedo tratar de cambiar y qué cosas, aunque no quiera, me seguirán acompañando. Hacer este libro me terminó de cerrar esa dura realidad sobre lo expuestas que están las niñeces a todo tipo de violencias y abusos.
LO QUE NO SE DICE SE DIBUJA
En el libro le dedicás espacio a la terapia y los psicofármacos, ¿cómo fue para vos trabajar estos temas?
Hace casi 2 años que estoy haciendo terapia y es una de las mejores cosas que hice. Empecé después de terminar con un vínculo muy violento que se sostuvo por casi 10 años. No entendía nada de lo que me estaba pasando en ese momento, y mi psicóloga me ayudó a entender un poco el contexto en el que estaba y a repensarme en mi forma de vincularme sexoafectivamente. Acompañando ese duro proceso de introspección a través de la terapia, tomé estabilizadores de ánimo, que fueron necesarios para poder mantenerme en pie. Al principio me dió miedo y vergüenza, por todos los comentarios negativos que se suelen hacer al respecto de la medicación psiquiátrica, y lo pospuse por varios meses, hasta que me di cuenta que eran necesarios y que de otra forma no podía. Con esto no estoy diciendo "todxs tomen pastis" sino que para mi caso personal, fueron necesarias.
En tu nuevo libro los sueños son muy perturbadores, y son un estado tan importante como el plano consciente. ¿Por qué le diste ese peso al inconsciente?
Los sueños representan esas escenas en las que nos encontramos cíclicamente, en este caso, a la hora de vincularnos. Es como el meme ese de los ex, que son todxs prácticamente iguales. Pero la diferencia es que en la historieta, el personaje busca reconfigurar las coordenadas de ese lugar que se repite una y otra vez, entendiendo que nos podemos armar de nuevas herramientas para enfrentar nuevas situaciones, pero que muchas veces, esas nuevas situaciones son similares a las anteriores.
¿Qué diferencia a Banzai de tus trabajos anteriores?
Banzai me costó más que los libros anteriores porque lo arranqué días previos a la cuarentena, y fue un proceso arduo de introspección cuando estaba en uno de mis peores momentos. Estaba deprimida, con ansiedad, no podía dormir, no tenía casa, ni trabajo, vivía de prestado, estaba muy a la deriva. Por suerte tengo una red de contención que me apañó mucho más de lo que esperaba. Hacer esta historieta fue mi centro. Y fue un poco el principio de mi concientización de que quiero mucho hacer historietas porque son lo que me permite expresarme y sobrevivir.