¿Cómo militan las juventudes dentro del peronismo? Tamaña pregunta intenta responder, desde un abordaje sensible y muy humano, Marcos Mutuverría, doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de General Sarmiento, en la reciente adaptación de su tesis en formato de libro llamado Juventudes, peronismo, pasiones e igualdad (Grupo Editor Universitario). Interesado desde hace más de una década en el estudio de ese período en la vida de una persona, el también periodista se entrevistó por meses con militantes de La Cámpora y el Movimiento Evita, dos de las agrupaciones que en el momento del trabajo de campo le daban forma a Unidos y Organizados. Entre sus conclusiones están que “el kirchnerismo logró instalar una agenda de renovación política donde les jóvenes tenían un lugar importante” y que para la práctica política los sujetos estudiados realizan una enorme “inversión emocional”.
Con un registro que el propio autor reconoce como “menos académico y más intuitivo”, el libro narra las sensaciones del investigador respecto a las entrevistas, reuniones, observaciones y momentos que compartió con les jóvenes militantes. Todo bajo la articulación de grandes tópicos que van desde el conflicto entre la propia juventud peronista hasta la disputa generacional con el mundo adulto de la política, pasando por la conflictividad de la inserción laboral en el Estado y las alteridades políticas territoriales. Así, en cada capítulo combina la radiografía de una épica con la reflexión íntima y personal que sacó de ese recorrido experiencial.
“Fue una especie de ebullición, una interpelación desde el Ejecutivo a participar en política. Algo impensado en los '90 en los que yo fui adolescente y donde la política la asociábamos al menemismo”, dice Mutuverría sobre el estallido de las juventudes militantes que arrancó a estudiar a principios de la década pasada. “Creo que fue esencial la asociación entre el llamado del kirchnerismo a la participación política juvenil con la historia de militancia muy fuerte anclada en la tradición peronista, en particular con la JP”, define a Página/12.
-En el libro asegura que hay una “enorme inversión emocional” puesta en juego en la práctica política. ¿En qué sentido?
-Hay estudios que refieren a las emociones en las ciencias sociales e intento sumar a esas miradas. La energía emocional que se invierte en la militancia es mucha y aunque hay una mirada aún muy fuerte en la sociedad que vincula a la cuestión de los sentimientos con la anulación de la racionalidad, creo que en el caso de las decisiones vitales dentro de la política no es así. Las escenas que elegí contar del trabajo de campo reparan en detalles que observé sobre estas cuestiones profundas donde se movía mucha emocionalidad. Aunque en el libro aparecen como pinceladas, creo que las emociones acompañan la práctica política y motorizan los cambios.
-¿Cómo define el rol que tienen las familias para les jóvenes militantes?
-La capacidad de desarrollo subjetivo está sujeta a las condiciones vitales que nos rodean. Y en ese sentido, la familia es muy importante. En el caso del peronismo, la tradición familiar suele ser muy fuerte. Las familias peronistas que analicé mostraron solidez en la forma de ver la vida que se sostenía con sus prácticas políticas. Lo novedoso del momento epocal del kirchnerismo es que se renovaron esos sentidos y muchas familias peronistas encendieron de nuevo una luz que guiaba la política. Aquellas familias que no tenían miembros que participaban en política, comenzaron a hacerlo a partir de ese momento. También hubo reconversiones entre familias, donde por ejemplo una tradición radical en abuelos y padres era interpelada por un nieto o nieta, y se hacían kirchneristas.
-Hay un capítulo dedicado a la muerte de Néstor Kirchner. ¿Qué lugar ocupa ese acontecimiento en las trayectorias militantes de tus entrevistades?
-Uno de mis intereses tenía que ver con encontrar en los discursos juveniles hitos que hayan marcado la participación política. Y en la mayoría, la muerte de Néstor aparecía como un momento bisagra. Tuvo tal impacto en la militancia que quienes venían desganados reforzaron sus energías y pusieron más énfasis en las agrupaciones a las que pertenecían. Y además, muchos jóvenes empezaron a militar a partir de su muerte porque sentían que había que sostener el proyecto político. Ahí hay un ejemplo de cómo las emociones motorizan la acción.
-Indaga en su investigación en la inserción de les jóvenes militantes en las distintas esferas del Estado. ¿Es un objetivo de les jóvenes que militan, algo así como un devenir esperado? ¿Cómo ingresan?
-Hubo dos discursos centrales sobre este aspecto. En algunos casos decían que el ingreso al Estado funcionaba internamente como una premiación al trabajo de militancia y en otros casos aludían a que era una cuestión de contactos. Esto variaba según la jerarquía de les militantes entrevistades. Y siempre había una marcada crítica al poco lugar que se le da en general a la juventud en los trabajos estatales. Las narraciones de quienes ingresaron como asesores, por ejemplo, son muy ricas para ver la resistencia que el sistema político aún tiene con las juventudes. Lo que sí me pareció muy interesante es que en muchos casos quienes accedían a puestos estatales no dejaban su militancia territorial y sostenían esa práctica porque el conocimiento de lo que se necesitaba en las bases orientaba el trabajo en el Estado, como idea de proyecto político.
-Habla de una estigmatización a estas militancias, centralmente hacia jóvenes de La Cámpora. ¿Cómo se daba?
-Por un lado, se les quitaba peso a las decisiones políticas de dirigentes porque, decían, “los manejaba Cristina”. También eran señalados en la calle, increpados en sus prácticas militantes, y la pasaban mal. Por supuesto que esto tenía eco con la historia del peronismo y del antiperonismo, la mirada peyorativa sobre las clases populares y la visión más recalcitrante de la derecha que coloca al peronismo en el foco de todos los males de la sociedad. Diría que es un ejemplo de cómo aún hoy está presente la mirada racializada y que la sociedad argentina no está libre de prejuicios étnicos. Y si bien los entrevistados describieron un código de conducta para no confrontar, noté en los relatos que había mucha bronca guardada adentro, mucha angustia.
-No entró en el período abarcado por el libro, pero ¿cómo ve a las juventudes peronistas hoy, post macrismo?
-En la actualidad, creo que la visibilidad hegemónica de la participación política está representada por el logro del movimiento feminista que reconvirtió sentidos históricos de lucha y los supo colocar en agenda desde hace por lo menos tres años. También veo un creciente interés juvenil por las cuestiones vinculadas al medio ambiente y por las desigualdades sociales. En todas estas causas hay juventudes peronistas, pero no son las únicas. Creo que hay intereses que son transversales a diferentes identificaciones políticas. Por supuesto que las organizaciones políticas son muchas y diversas, y siguen luchando por sus motivaciones, aunque muchas veces no estén en el centro de la agenda política.