Feminista desde sus colores, el libro Un hechizo pluripotente escribe y dibuja un cuento de hadas donde las brujas son buenas y también son buenas brujas. Las autoras de los textos, Virginia Giacosa y Virginia Luco, se inspiraron en la colección Chirimbote de biografías de mujeres, que forma parte de toda una tendencia global a la visibilización histórica de la mitad silenciada de la cultura en lenguaje de novela gráfica y para todas las edades. Iba a ser una versión local de ese formato. Pero la editora del sello rosarino Libros Silvestres, Carolina Musa, las invitó a dejar volar la imaginación. Así nació un libro hemoso y singular, que asombra a cada vuelta de página. Las ilustraciones de Flopa son más que eso, porque sus ritmos y colores (los de los pañuelos de las luchas: verde, violeta y naranja) narran la historia en lenguaje visual, sumando sentido.
Y además, Un hechizo pluripotente es un libro-juego que incluye un mazo de "cartas mágicas". Las cartas están al final, en un primoroso atadito, medio escondidas en la contraportada. Hay que encontrarlas y buscarles su lugar en la página central, donde aparece la verdadera maravilla de este libro que rescata la figura de cinco mujeres sobresalientes de la ciudad de Rosario, y las presenta como personajes de un Tarot para el siglo veintiuno. Eligiendo para cada una un atributo del juego oracular y una dirección del espacio urbano (ritualizado, en esta fábula), las autoras invitan a las lectoras/es a compartir tradiciones y saberes femeninos ocultos, prácticas intuitivas tan ninguneadas como las carreras de esas mujeres.
Más que de saberes, se trata de maneras de sentir y pensar el mundo, formas de un poder hacer con las cosas que trasciende el logos moderno racionalista sin marginarse de sus estructuras. Giacosa es periodista radial y gráfica; Luco, politóloga profesional y astróloga aficionada. Las dos Virginias articulan creativamente sus diversos acervos culturales en una rica trama de escritura. Es un proyecto colaborativo cuya dinámica sorora reproducen las jóvenes protagonistas, Isolda y Luna, literalmente las nietas de las brujas que el patriarcado no pudo quemar. Pero calcina a otros seres, como se infiere de la gran nube negra que ha oscurecido la ciudad, y en cuya oscuridad no se detiene el relato. Hay que leer entre líneas para captar la alusión al ecocidio de los humedales y a mucho más.
"¿Por qué se sabían que eran brujas? Cuentan que cuando las topadoras llegaron para tirar abajo el viejo pasillo, la hiedra que crecía en el centro impidió excavar. Las raíces endurecidas resistieron el paso de la obra, una y otra vez. Hubo tres intentos y tres máquinas que se rompieron. Los operarios quisieron hacerlo con sus manos pero la hiedra se enredó en sus tobillos y no los soltaba. Salieron con los ojos desorbitados y desde ese día el rumor empezó a crecer... El pasillo está embrujado, decían". En la cocina, las abuelas guardaron "las cartas mágicas, llenas de extrañas figuras. Soles con rostro, lunas con ojos, estrellas, reyes, reinas, magos, fuegos de colores, ángeles, cangrejos". Y las nietas las encuentran.
La raíz de la hiedra simboliza la red de fibra viva que resiste a la opresión. La nube negra y las excavadoras nos dan qué pensar. La violencia de la modernización, expresada en el arrasamiento de flora, fauna y memoria arquitectónica, encuentra sus antecedentes en el femicidio masivo que erróneamente se sitúa en la Edad Media, siendo que la 'caza de brujas' constituyó, junto con la esclavización de pueblos africanos y americanos, uno de los genocidios fundantes de la modernidad. Hay una conexión entre las quemas de cuerpas o de biodiversidad y las demoliciones, pero este cuento no la señala desde la tragedia sino desde la alegría. Habla de la amistad entre mujeres como una política de la felicidad, y de la magia como una continuación social y sutil de la política. Habla del poder bien entendido; de la pluripotencia, las muchas potencias; del encuentro entre sujetas empoderadas que las hace capaces de transformar el mundo.
Porque las nietas no construyen el presente desde la muerte sino desde la vida, a ellas y a todas/es está dirigido el desafío de proponer el proceso educativo desde la creatividad, que va de la mano con revalidar prácticas y protagonistas invisibilizadas. Al final del libro hay breves biografías de aquellas cinco "magas" rosarinas. Los nombres y los atributos de estas mujeres faro resuenan en el espíritu de las cosas. El lenguaje pasa de la prosa a la poesía para hablar de sus invocaciones: la artista Emilia Bertolé, la periodista Nora Lagos, la militante anarquista Virgina Bolten, la tenista Mary Terán y la escritora Rosa Wernicke dicen presente en la cocina de las ancestras, que también es de las nietas.
La tecnología de los rituales se articula con la del teléfono celular inteligente, a medida que la intuición de las heroínas va dando con las respuestas. Neologismos a la manera de Joanne K. Rowling, la creadora de la saga Harry Porter, se ordenan en un nuevo mapa mítico que propone una lectura en clave mágica de la ciudad de Rosario. Así, los cuatro puntos cardinales y el centro se hacen coincidir con cinco lugares icónicos. Desde los basurales de la zona sur que inspiraron la novela de realismo social Las Colinas del Hambre, de Rosa Wernicke (novela política y aún vigente en su poderosa denuncia de la desigualdad en los márgenes) hasta el Museo Castagnino, que atesora en su colección magníficos óleos y pasteles de Emilia Bertolé, las pibas Isolda y Luna se reapropian de los espacios públicos de la ciudad. El skate y la bicicleta son sus medios de transporte, que involucran al cuerpo y no dañan el aire. Uniendo pasado y presente, surcan también los espacios de trabajo, entrenamiento y militancia de las otras tres "magas".
El empoderamiento a través de la recuperación de saberes, espacios y biografías es narrado amablemente a través de la leyenda de estas dos niñas, aprendices de hechiceras, jóvenes encarnaciones de un linaje de chamanas en violeta, verde y naranja. Tanto la flora y la fauna de la región como los recursos de la virtualidad y la sabiduría escuchada a las abuelas (además de su grimorio de recetas) vienen en su auxilio. Camalote y palometa, sirirí y tutorial se mezclan en la pócima de este caldero, ritmado por la danza de unos pies libres.