Vivir al lado del río, estar en el río, ser parte del río. Tomar la lancha para ir a visitar parientes, transportar las artesanías, pescar la comida del día, refrescarse en el verano de más de casi 40 grados. Seres vivos, entre ellos personas, viven dentro y alrededor de esta inmensa corriente de agua dulce y marrón. El Paraná es un centro de vida con 4800 kilómetros de extensión y más de 2500 millones de kilómetros cuadrados de cuenca, no una vía navegable.
La discusión está abierta: el 30 de abril vence la concesión de la Hidrovía, esa infraestructura que el modelo extractivista impuso a América Latina y que desde 1995 administra –sin controles—la compañía belga Jan de Nul en sociedad con la argentina Emepa. Después de un primer movimiento de formación de un consorcio entre el estado nacional y las provincias costeras, en el que la estatización parecía una posibilidad, el cuestionado decreto 949/20 planteó un nuevo proceso de licitación y, por lo acotado de los tiempos, asoma la posible prórroga de la actual concesión.
Una voz emerge para discutir esta intervención en el ambiente: Río Feminista, articulación de las voces y las luchas de las mujeres del Delta del Río Paraná. “Profundizar el canal, como ellos le llaman, tan simple y tan sencillo como un canal, y no como un río que tiene vida, con todo lo que ello implica, significaría mucha más que extracción de recursos”, plantea Valeria Enderle, de Río Feminista, que vive en Paraná, una ciudad que le debe su nombre al río. No es una sola voz, son muchas, y se entraman en asamblea. Después de más de una hora de entrevista colectiva por zoom, es Ana Fiol, residente en Victoria, quien resume la posición del colectivo: administración estatal con control popular feminista. Cada voz aporta una mirada, una riqueza, y una posibilidad de imaginar otro porvenir, para que el extractivismo deje de ser la única posibilidad productiva para América Latina.
“El debate en torno a la Hidrovía se está circunscribiendo en estatización o privatización y es importante, porque sabemos lo que es el colonialismo. Sabemos que no es lo mismo ser un país de América Latina que tiene un paso sobre su río a cargo de una empresa extranjera o de una empresa estatal. No es lo mismo, porque eso tiene que ver con el colonialismo que padecemos desde hace siglos. Pero el debate tiene que ser mayor, y tiene que permitir la posibilidad de decir: no. Eso es un río, no es una autopista. No queremos que pasen más barcos, no queremos que haya más dragado. Por acá no, habiliten otras maneras, organicen el sistema ferroviario, lleven las mercancías de otra manera. Queremos saber además qué mercancía están queriendo llevar y traer, qué es lo que están haciendo. Como ciudadanía estamos teniendo mayor conciencia, queremos saber qué está pasando y ese posicionamiento lo traen los ecotransfeminismos”, condensa Luisina “Yina” Egidi, de Comunidad Abejar, también en Río Feminista.
Soberanía y más
La discusión pública está centrada en un punto crucial, la soberanía nacional, pero para los ecotransfeminismos, el debate va más allá. Las voces de alerta sobre una prórroga o una nueva concesión tienen figuras políticas como el senador Jorge Taiana, quien pidió informes y se opuso a la profundización de lo hecho. Ante el decreto que convoca a la licitación, la senadora nacional María de los Ángeles Sacnun propuso una comisión bicameral de segumiento. Desde este diario, Mempo Giardinelli alza sus artículos por la estatización, y alienta al gobierno nacional a escuchar a la ciudadanía. La socióloga y diputada nacional mandato cumplido Alcira Argumedo señala que el contrabando que se escapa por el río significa, en solo un año, el total de la deuda de Argentina con el Fondo Monetario Internacional: 40 mil millones de dólares. Por eso, propone administración estatal con control popular. El Foro por la Recuperación del Río Paraná se movilizó el 2 de abril contra la nueva licitación.
El diputado provincial del Frente Social y Popular de Santa Fe Carlos del Frade pide que durante seis meses se abra un proceso de participación, antes de tomar decisiones. Por su parte, el presidente Alberto Fernández, niega la posibilidad de una prórroga y en una entrevista radiofónica, comprometió la “transparencia” y los “controles” –algo que brilló por su ausencia desde 1995—dentro del paradigma de la concesión a grandes empresas multinacionales.
Lo que prima ahora son los intereses de los 36 puertos privados sobre el Paraná, que pertenecen a multinacionales como Cargill, Dreyfus, Cofco, Nidera, entre otras. Y por eso, la voz de las organizaciones populares debe alzarse más fuerte. Porque los impactos ambientales no son abstractos: modifican las vidas diversas que confluyen en el río. “Formamos parte del Consejo Federal de la Hidrovía, como representantes de la sociedad civil y lo que nosotras hemos presentado como propuestas y lo que venimos trabajando desde hace varios años es que todos los impactos han estado totalmente invisibilizados. El punto es que el Estado no controló, no controla tampoco, y así como puede pasar un cargamento con estupefacientes, pueden pasar un montón de otras cosas, por delante de nuestros ojos, pero a espaldas de la ciudadanía o del funcionario o la funcionaria que debe controlar. El punto es empezar a que se vean esos impactos, que ya se vienen dando hace mucho tiempo”, plantea Enderle, de Río Feminista y también integrante de la Fundación Cauce, de Entre Ríos.
Si se vuelve a privatizar, Enderle pide que “por lo menos no se hagan las grandes obras de profundización, de rectificación. Si se va a mantener la Hidrovía, que por lo menos que se mantenga de la manera que está, que ya ha generado sus impactos, que se intenten minimizar pero que no se profundice mucho más el modelo”, sigue su argumento y recuerda que “ellos” –los sectores agroexportadores, quienes se benefician exclusivamente de esta infraestructura-- los llaman recursos naturales, pero son otra cosa. “Para nosotros, son bienes naturales, son territorios donde se puede producir y de otra manera. Profundizar el modelo vigente sería aumentar los impactos en los territorios, por ejemplo, con mayor cantidad de agrotóxicos en el suelo, donde la exportación de suelo y de agua va a ser mucho mayor, entonces, creo que eso va a seguir afectando y mucho más los territorios y, en consecuencia, las personas dominadas”.
Los efectos ambientales de la Hidrovía fueron denunciados desde el inicio por organizaciones como Taller Ecologista, de Rosario. Gisela Rausch se especializó en este uso del río Paraná. “Siempre fue concebido desde una visión netamente mercantilista. Se utiliza por parte del estado para generar divisas y por parte de las empresas beneficiarias, es decir, de los usuarios de la Hidrovía, para generar ganancias. Desde una visión más territorial podemos decir que viene a ser el soporte infraestructural de lo que es en Argentina el modelo agroexportador. Lo que hace la Hidrovía es conectar los territorios donde se extraen ciertos elementos que son demandados por el mercado internacional, a los que estos actores llaman recursos naturales, para poder llevarlos a los centros de producción global. Es el soporte a partir del cual se puede hacer esa extracción de estos elementos”, define con claridad y subraya que “a partir de ahí hay toda una serie de impactos en el territorio. Si lo vemos desde una perspectiva feminista, quizás no es tanto hablar de mujeres sino de lo femenino, eso que fue concebido en la modernidad como lo dominado, lo débil, la naturaleza. Entonces, cuando hablamos de extracción de recursos, entre comillas, naturales, de extracción de biodiversidad, estamos hablando de una apropiación que se hace sobre lo que es considerado como dominable, utilizable”.
Rausch no se olvida del impacto que esa depredación tiene en las personas que viven en el territorio. “Tenemos múltiples impactos en el territorio, no sólo rurales sino impactos en el territorio urbano, tenemos en el Gran Rosario el centro de acopio, todo lo que es el cordón industrial”, comienza a esbozar un entramado que amplía la Hidrovía fuera del agua.
En 2020 se embarcaron en todas las terminales portuarias del país 56,5 millones de toneladas de granos (trigo, maíz, cebada, sorgo, soja y girasol). El 67 por ciento de ese volumen salió por los puertos del Gran Rosario, según un informe del Centro de Estudios Agrarios publicado en Página/12. “Vivo en el cordón industrial, en Capitán Bermúdez, muy próximo a San Lorenzo, Puerto General San Martín, Timbués y lo que noto es que es una zona muy patriarcal. Los trabajos fundamentalmente están ofrecidos para los varones, en la sindicalización, los secretarios también son todos varones. En relación a la Hidrovía, porque sin dudas los complejos portuarios que hay en esta zona tienen que ver con la Hidrovía, son totalmente invasivos, llevan a los concejales y concejalas a sesionar en enero, en situaciones extraordinarias pero que no cumplen totalmente con la legislación que las permite a las extraordinarias y así es como realmente de un día para el otro pasa una zona que es residencial a ser una zona industrial. Esto se ve bastante”, plantea Cecilia Bianco, que pertenece desde hace años al área de Tóxicos del Taller Ecologista de Rosario. “Siempre hubo promesas de que iban a aumentar los controles, que ellos mismos se iban a dejar controlar y todo eso es una deuda totalmente pendiente. Los controles en el cordón industrial lamentablemente no existen, pero eso es apenas algo que trabajaría sobre el daño, porque es evidente que estas empresas, que son muy grandes, son muy agresivas para todos”. Bianco también cree que “el Estado tiene que estar presente en las actividades más importantes que tiene el país, más allá de que la Hidrovía por supuesto refuerza, le da más vigor, a un modelo que nos está destruyendo por dentro”.
Dominar la vida
El lenguaje crea realidades. Y una acción feminista es desnaturalizar cómo se habla, qué se dice cuando se habla. “No es inocente que no se expliquen los términos que se usan, por ejemplo, dragado, profundización, o la eliminación de meandros del río, que significa dinamitar islas. Son un montón de conceptos que suenan como inocentes y que en realidad producen gravísimos impactos”, plantea Ana Lucía Vergara, que trabaja en Comunicación en la Fundación Cauce, de Entre Ríos. “Se escucha mucho esto de adaptar los ríos a los barcos y eso tiene un trasfondo de sometimiento de la naturaleza, de dominación hasta de los cursos de agua, y de un río tan importante como el Paraná, que millones de personas dependen de este río”.
Hablar de los impactos ambientales es también enlazar las distintas consecuencias del modelo. Durante 2020, se quemaron 350 mil hectáreas de los humedales del Paraná, en una amplia zona del país. En algunos momentos las noticias, el humo y las cenizas llegaron hasta la ciudad de Buenos Aires. “El tramo de hidrovía que va tangenciando al delta, los trabajos de dragado y la deposición de todo el material que se quita, que tapona los ríos y riachos más chicos, eso hace que cambie la zoomorfología del lugar y se sequen y taponen pequeñas vías navegables, que se desvíen cursos y que ingrese literalmente menos agua al delta porque al canalizarse y profundizarse más el río grande, se va toda el agua hacia allá y seca y deja sin agua a los canales más chicos. Eso produce modificaciones en sistemas de vida y sistemas productivos de pequeña escala de poblaciones isleñas y también los que no son en pequeña escala. A los habitantes que están sobre la autopista, sobre el río Paraná hemos visto cómo se les ha ido comiendo la costa y familias enteras tuvieron que desplazarse”, describe Sole Ferrería, arquitecta integrante de Taller Flotante y también parte de Río Feminista.
Sobre la urgente necesidad de relacionar estos impactos del modelo extractivista, Ferrería subraya: “Nos pasamos todo el año intentando enlazar todos estos temas, diciendo, ojo, no son solo los incendios, es todo esto. Alzamos la voz todas las que estamos acá todo el año, sabíamos que los incendios eran coyunturales, pero hay todo un tejido por detrás de eso”.
Ferrería reside en Victoria. “Todas estas ciudades que estamos en el corredor industrial desde Puerto San Martín o desde Santa Fe hasta La Plata, somos parte de esta cuenca del Paraná, y somos parte de la Hidrovía también. Cuando hablamos de los imaginarios y el imaginario seco de las ciudades, construido así desde la colonización, y planteamos revertirlo por un imaginario del agua, tiene que ver con entendernos a todos los habitantes urbanos también parte de esa cuenca, para comprenderlo también como problema propio”, sostiene esta voz de Río Feminista.
Desde la ciudad de enfrente, Rosario, Magalí Imbern sostiene que no se trata solamente de quienes viven a la orilla del río. “El humedal regula las aguas y es el oxígeno que respiramos poblaciones mucho más allá de la vera”, dice otra de las integrantes de Río Feminista, quien recuerda que “los incendios fueron intencionales, para seguir profundizando el sistema agroexportador mercantilista, y eso también se conecta con la cuestión de la Hidrovía”.
Futuros posibles
Victoria está unida a Rosario por un gran puente, inaugurado en 2003 y que forma parte también de la infraestructura requerida para transportar mercancías hacia otros países, dentro de una organización económica internacional que relegó a América Latina al rol de proveedora de esos bienes naturales escasos en otras geografías. A Ana Fiol le preocupa que este modelo no se discuta ni siquiera en los proyectos más emancipadores de América Latina. “Este paradigma del desarrollo es un problema serio, político, muy bien armado, porque todos los gobiernos de América Latina, no importa si es Nicolás Maduro, o es Evo Morales, o es el fascista colombiano o el fascista chileno. Todos están comprometidos estructuralmente con el extractivismo. En América Latina hay toda una lucha, y en Argentina, en mi lectura, es el campo popular versus el enemigo, el 99 por ciento del que habla (Nancy) Fraser. Entonces, (la ex presidenta) Cristina Fernández de Kirchner, que es una figura popular, un ícono, una política posible, una mujer real, ella está comprometida absolutamente con este modelo, porque está metida en la lógica de que hay que pagar la deuda, y de que hay que sacar a la gente de la pobreza, y de la miseria y sacarla del problema de la deuda”, plantea sobre la dificultad de accionar por fuera del paradigma económico vigente.
Allí, sobre ese punto, interviene Egidi. “Consideramos necesario que las personas que nosotros votamos, que nos representan en el Estado puedan dar el paso de una conciencia social a una conciencia que pueda integrar la biodiversidad del planeta, una conciencia ecológica. Una conciencia de la tierra. Y creo que la ley Yolanda, que fue decretada hace poco, intenta, de alguna manera, comenzar a crear conciencia sobre las personas que están en esos cargos y esto se va a ver a futuro. De la misma manera que no podemos pedir que se cambie el modelo agroexportador la semana que viene, es necesario insistir como ciudadanía en la importancia de que esto tiene que ocurrir. Esta conciencia tiene que llegar hasta la esfera de las decisiones. Entonces, nosotros tenemos que acompañar esos procesos, insistir y confiar también en los procesos de concientización que de alguna manera también son los que llevaron a que este movimiento siga creciendo”, dice desde la perspectiva de los ecotransfeminismos.
Los discursos masivos y hegemónicos sobre la Hidrovía hacen hincapié en un valor económico de dudoso beneficio para millones de argentines, ya que la vía navegable hasta ahora fue un canal privilegiado de evasión de granos. Un ejemplo: muchos cargamentos se declaran como oriundos de Paraguay. Así lo hacía, por ejemplo, la empresa Vicentin, tal como documentó el diputado santafesino, escritor y periodista Carlos Del Frade. El cambio de paradigma puede necesitar tiempo, pero la primera urgencia es evitar que el río siga drenando riquezas sin control, y que se profundicen obras de infraestructura que dañan al ambiente.
La participación ciudadana es, entonces, un punto de partida hacia una mayor conciencia sobre de qué se habla cuando se dice “recursos naturales” y por qué Río Feminista –como tantas otras voces—contrapone que son “bienes naturales”. No son recursos disponibles a la mano depredatoria de la civilización. Enderle está enojada. “La necesidad de abrir la participación en las decisiones a la población la tenemos plasmada en un montón de leyes y la verdad es que parece hasta un tanto hipócrita de parte del Estado. Es totalmente loable la firma de un convenio como es el Acuerdo de Escazú, que entrará en vigencia el 22 de abril, pero por otro lado es bastante hipócrita abrir la participación después de que ya las decisiones están tomadas. En parte, tenemos que transformar esto. Cada vez la ciudadanía está mucho más presente, mucho más atenta a todas estas cuestiones y empieza a poner unos primeros basta, hasta que en algún momento yo creo que se va a terminar con una gran revolución ciudadana”.
¿De qué se trata el Acuerdo de Escazú?
Es un tratado internacional convertido en ley argentina en octubre de 2020. “Es el resultado de varios años de trabajo de expertos, diplomáticos y representantes de la sociedad civil con el objetivo de detener la destrucción del medio ambiente a través de una fuerte acción colectiva, solidaria, de alcance global, junto a un Estado que proteja el ambiente, impulse iniciativas de desarrollo sustentable y mitigue los impactos negativos del cambio climático”, describió el senador Jorge Taiana en este mismo diario. Este tratado pone especial énfasis en el derecho al acceso a la información, en la libertad de expresión, en la preservación de la vida y en el respeto de los defensores de los derechos humanos y ambientales.
El Río Feminista sostiene una diversidad vital que también se expresa en la conversación. “El Estado debería producir una transformación muy profunda, para dar lugar a otras voces y a toda la ciudadanía, y a las poblaciones que están sufriendo los impactos de este modelo, que tengan lugar en las decisiones de alguna manera, implementar mecanismos para escuchar a quienes sufrimos los impactos, y no solo a los funcionarios que solamente ven crecimiento económico en términos de Producto Bruto Interno y pagos de deuda”, plantea Rausch.
Mientras tanto, como una corriente subterránea, la perspectiva ambiental crece. Ferrería subraya que las organizaciones que integran Río Feminista crean futuros posibles “con herramientas culturales, artísticas, en clave política. Porque imaginar nuevos porvenires posibles, tiene que ver también con desarrollar esos imaginarios posibles”.
Mientras esos cauces suman caudal, los conflictos ambientales se suceden dentro de un modelo que depreda todas las formas de vida. “Lo vemos en distintos conflictos urbanos y en algunos un poco más grandes que se van desarrollando en espacios puntuales del territorio. Esto tiene que generar que la mayoría despertemos de ese letargo que es ‘mirá, pasa un barco, ah mirá, es un barco carguero, qué lindo’. A nosotras, en la ciudad Paraná, nos pasa, y no tenemos la cantidad de barcos que seguramente pasan si una se sienta en la costanera de Rosario, por ejemplo. Pero una lo ve, estás sentada en el parque tomando mates, en la costanera, y ves que pasa la barcaza. Nadie sabe qué trae, ni de donde trae ni adónde va. Entonces, el punto de pensar a sentir y a decir: ‘Esto lo quiero para mi territorio’. Y ahí me parece esencial una frase de Eduardo Molinari, que es parte de una investigación de Casa Río y otras organizaciones, y plantea realmente quién diseña los territorios y para quién. Eso es fundamental empezar a pensarlo y a cuestionarlo de manera colectiva”.