No sorprende la consagración de C. Tangana –al menos desde “Llorando en la Limo” era inminente– sino la forma que tomó con El Madrileño, el álbum visual que terminó de publicar a fines de febrero y está cosechando sus mejores números y críticas. Él, Antón Álvarez, nacido en 1990, creía que le iba a tomar más tiempo, que faltaban más etapas para llegar a este disco que refleja la investigación que viene haciendo de la música latinoamericana, y el reencuentro con el folklore de su país, la música de raíz pero también los híbridos que escuchaba de chico, como Estopa. Su conexión con el flamenco se vio en El Mal Querer (2018), globalidad inmediata de –ex novia– Rosalía, donde tuvo participación como compositor y productor, antes que en su propia obra, también lanzada por Sony desde Ídolo (2017). Ya entonces, gracias al maridaje con el productor Alizz, su exquisita visión estética y de negocio –“he firmado el contrato más caro de todo el gremio”, cantaba en “Espabilao”–, estaba posicionado entre las figuras clave del nuevo pop español. Eso, no obstante, no lo salvó de la típica ansiedad y revisionismo que ataca previo a cumplir los 30: “Me empezó a entrar la sensación de que estaba siendo un poco hipócrita conmigo mismo, porque yo siempre me he creído que estaba buscando la excelencia artística, la trascendencia, que estaba inventando una forma de hacer todo esto, pero en la vida real lo que estaba haciendo era ir de hotel en hotel, de fiesta en fiesta, de concierto en concierto, rapeando mis cosas, quizás siendo ligeramente más vanguardista o intentando ser más original que el resto de artistas con los que compartía escenario o cartel, pero tampoco demasiado allá. No me estaba complicando la vida como se la complican los artistas a los que yo admiro”, dice por videollamada desde Madrid.
En medio de esos estados, durante 2018 llegó la invitación a cantar en la gala de Operación Triunfo. Este por un lado es un concepto del que Tangana, licenciado en filosofía, está en contra –“como usuario normal de la cultura no me gusta que nos vendan que los artistas son estudiantes de una carrera en la que se les enseña a triunfar”–, y por otro un momento de visibilidad que un artista como él no se perdería. Escribió una canción “por eso y para eso, con la sensación de fondo de que había un montón de música que no estaba dejando pasar, rayado porque no sabía qué quería hacer con mi vida, con mi carrera”. Lo presentaron como “nuestro rapero más internacional”. Salió tras unos largos segundos al oscuro vestido de blanco con un traje de chaquetilla con hombreras, vaso de whisky, acompañado de un percusionista y un guitarrista –el político y abismal (y contemporáneo) Niño de Elche–. El tema era una rumba lenta llamada “Un Veneno”, cantada con mucha profundidad, directo al público: un cantante que triunfó mostrándose como tal, describiendo su talento, la fuente de su éxito, como un veneno que más temprano que tarde lo va a matar. “Me parece un acto performático completo que no sé si voy a tener oportunidad otra vez de hacer algo así tan fuerte. Tu cantas tus canciones pero el mundo no siempre te da oportunidades en las que todo lo que hagas sea un obra completa”, dice Tangana. Ese momento, esa canción, lo hicieron encontrar un vibe, dice él. Y también a Víctor Martínez, el percusionista de la presentación en OT que desde ahí se unió a su círculo íntimo. Empezó a hacer percusión en los shows, a musicalizar los after con guitarras acústicas, a juntarse en el estudio a componer con él y Alizz: “Mientras ese camino empieza, unos días me dedico a ser C. Tangana normal y otros días a estos experimentos”, diceRapea, como todos, desde la adolescencia. Usaba el apodo Crema y empezó como freestyler; intentaba hacer carrera en el underground con el rap clásico de bases sampleadas. Sus primeras maquetas son de los primeros 2000; su crew: Agorazein. Según cuenta en el artículo del New York Times publicado hace unos días, la crisis de 2008 lo obligó a dejar la música y buscar un trabajo común. Trabajó en un call center. Se enamoró de una compañera y tuvieron una relación tóxica que lo hizo volver a rapear. Pero esa vez con una mentalidad nueva: tenía más sentido venderse él que vender celulares. Promocionado por la misma crew, en 2011 presentó su nueva personalidad más soft y soberbia: C. Tangana. Una parte del material de la época –dos LPs, un mixtape de reescrituras de Drake– está subido en canales equis, y otra parte en el canal de Agorazein: desde el EP Trouble + Presidente (2014) donde está la primera colaboración con Alizz, un house trancero todavía en el marco del hip hop. Ese año, Tangana firmó una especie de triunfo dentro esa escena, el tema “Alligators”, con un video donde viste distintos modelos de Lacoste y tiene un cocodrilo agarrado con correa: “Solo voy unos peldaños por encima, lo justo para ver otra montaña detrás de la colina que todos miráis pensando que es la cima”. La actitud provocó a los raperos puristas y a los callejeros que estaban inventando el trap de allá. Tangana aprovechó cada atención que se le dedicó: “Yo solo quería la portada, ya estuve allí”, dice en un trap con video sentado comiendo pochoclos en Plaza de Castilla, el distrito financiero de Madrid. Faltaba poco para la mayor evolución, su rap adecuándose a instrumentales bailables y más sensuales, en los primeros singles del contrato con Sony: el dancehall pop “Antes de Morirme” con Rosalía, y más adelante en 2016, el trap r&b “Persiguiéndonos”, presentado en exclusiva por Vogue España. Medio año después llegó su momento más viral, la entrada de la escena urbana española en el mainstream con el hit latino “Mala Mujer”. Ídolo, donde está incluido, no es sin embargo obsecuente, un disco de temas lindos, el premio por haber llegado: tiene frialdad y caprichos y las letras no expresan exactamente la alegría de vivir por ser un rapper famoso. En las fotos de promoción viste alta costura madrileña y posa con oro en el cuello y en el piso y dos gatos sphynx sobre un fondo de cielo y nubes. “Han sido muchas evoluciones o cambios constantes”, dice Tangana: “Es una huida constante. Todo el rato siento que no pertenezco al lugar donde me quieren meter. Cuando me querían meter dentro del rap, cuando empezó la movida indie, luego el trap y la música urbana, otro saco del que me he tenido que salir, luego del pop o de la música mainstream. Con este disco también siento que es un salto hacia otro lugar, la música de tradición y tal. Pero si a mí me preguntan a qué me dedico y tuviera que ser honesto, diría que a huir. Y entre medias voy haciendo canciones, y entonces ahí se explica toda la historia”.
Venía de singles bien enérgicos y comerciales –lo más reciente la colaboración con la popularísima Becky G, “Booty”–, de revivir la personalidad Crema en una batalla de canciones con el ícono trap Yung Beef, de declaraciones virales contra la monarquía y el PP, cuando cantó el bolero en Operación Triunfo, en noviembre de 2018. “Un Veneno” salió también como single, con un video de Santos Bacana, fundador de la productora Little Spain en Los Ángeles, responsable de la estética de El Madrileño. Pero Bacana tuvo un rol igual de potente al haberle contagiado su fascinación por Cuba en medio de la propia investigación de Tangana. “Yo estaba muy en Puerto Rico, en la salsa, también con la canción, con Rolando Alarcón por ejemplo, la canción de protesta que une de repente Chile y Sánchez Ferlosio o Sabina. Por otro lado con República Dominicana, Luis Segura, el origen de la bachata. También con la copla, las folklóricas, Lola Flores, El Pescaílla. Hay una serie de acordes que se repiten en la música española y en la música latina, en mucha de la música latina más trágica. Estaba en este viaje pero estaba todo muy desordenado. Entonces Santos Bacana me hace entender cómo Cuba es el epicentro donde la tradición española se une con la música latina. La fusión de lo español y de África. A partir de ahí el origen del bolero, el son, la salsa, el coro, la rumba, se convierte en un momento muy importante de lo que yo entiendo que es mi búsqueda por lo español y lo latino”, explica. Filmaron allá “Para Repartir”, una colaboración con Alizz. Y encontraron sin buscar a Elíades Ochoa, el primero de las leyendas en sumarse al proyecto de El Madrileño.
A otro nivel, entre 2019 y la cuarentena –que lo toma de viaje, sintiéndose más madrileño que nunca pero pensando en mudarse a Los Ángeles–, se armaba el siguiente disco de C. Tangana convencional. Temas con Paloma Mami, Duki y Neo Pistea, Natti Natasha, la buenísima “Yelo”, hacían contraste con los más rústicos “Pa’Llamar Tu Atención” o “Pronto Llegará”. Consiguió los papeles para vivir en Estados Unidos pero declarada la pandemia eligió quedarse en Madrid. En parte por la gente querida. Y en el pico de la ansiedad por la llegada de los 30 siguió con “Nunca Estoy”, una canción nostálgica con bases de Alizz y el canadiense Nineteen85 (nada menos que “Hotline Bling”), que recrea el “Como Quieres Que Te Quiera” de Rosario y “Corazón Partío” de Ale Sanz, y él canta desde el punto de vista de la mujer. “Y ahí sucede que tengo mi primer número 1 en España, que yo había tenido mucho éxito pero no ese titular, que a veces son cosas que por lo menos mentalmente son importantes”, dice. “Fue la excusa perfecta para convencer a todo el equipo creativo y la compañía para meter el disco antiguo en un cajón, volver a reestructurar el presupuesto y atacar El Madrileño”. Rafael Arcaute, cuenta, fue importante en la intermediación, también como referente y nexo con artistas y hasta tuvo la idea de sumar a José Feliciano en la reversión de “Un Veneno”. Fue quien llamó a Toquinho, presencia en la espectacular “Comerte Entera”, con video protagonizado por Bárbara Lennie en la Casa Carvajal, ícono de la arquitectura española de fines de los ‘60. Visualmente, El Madrileño es una fiesta de locaciones pero mantiene un equilibrio asombroso, con videos más peliculeros y hot a su estilo –la apertura disonante y perfecta “Demasiadas Mujeres”– y otros que son escenas hogareñas: la pareja bailando en la cocina en el son con Elíades Ochoa “Muriendo de Envidia”, algunas de las propias mujeres de su –numerosa– familia en la rumba flamenca con Gipsy Kings, “Ingobernable”. Su actuación en estos videos es lateralmente protagónica: los dueños de las escenas son los colaboradores, sean actores de una comedia en el palier de un edificio de mármol (“Los Tontos” con Kiko Veneno), Imanol Arias en la adictiva “Cuándo Olvidaré”, o los músicos que filmó sin guion, Jorge Drexler y Andrés Calamaro, para “Nominao” –sobre una estrella que ve que pasó su momento– y “Hong Kong”, donde Andrés regala la frase del cohete en pantalón y una toma en ascensor cantando “Jugo de Tomate Frío”.
“Una de las cosas que teníamos claras es que iba a incluir música de otra época, hecha por gente de otra época que probablemente le estuviese hablando a un público más adulto. Y también que iba a tratar de hacer cosas sexys, interesantes, cosas que no son exclusivamente la instantaneidad, el sexo juvenil, los cuerpos. Hacer sexy la inteligencia, la experiencia, sexy y exótico cosas que lo eran hace un montón de tiempo”, dice Tangana, que cumplió 30 en medio de este proceso para la historia, y acorde a sus planes está comenzando una carrera como actor –en una película del catalán Isaki Lacuesta basada en la novela testimonial de Ramón González, sobreviviente del atentado en el teatro Bataclán de París en 2015–. Un álbum de decisiones peculiares y acertadas que sin duda le dará sus primeros Grammy como intérprete, El Madrileño también tiene autotune y beats actuales, y nada escapa a la producción y estética general que lo hacen un anfibio contemporáneo de relevancia. En eso estaba C. Tangana una noche en el estudio, después de horas y horas sin lograr nada interesante, cuando aparecieron las primeras líneas y acordes de su nuevo hit, “Tu Me Dejaste de Querer”, el tema con la diosa del flamenco pop La Húngara, con un estribillo musical de bachata que está haciendo deleitar a los dioses.