“No soy quién para limitar la libertad de circulación de las personas”, dijo un intendente que autorizó una fiesta pandémica multitudinaria sin cuidados sanitarios. Hablan de libertad sin saber de qué se trata. La libertad individual es un derecho, pero al mismo tiempo una obligación: la de no vulnerar el derecho ajeno. Tanto la declaración universal de los derechos individuales como su par la convención americana y demás tratados a que la Argentina se obligó internacionalmente priorizan el derecho a la salud, ya que sin vida todos los demás derechos serían imposibles, incluso el de circulación. Sin embargo, en un momento de alarma sanitaria mundial la oposición resiste el aislamiento en nombre de la libertad. ¿Lo dicen en serio? ¿Creen realmente que satisfacer el ego libertino de un par de individuos es mejor que cuidar la vida de la población (incluyendo al libertino)?
El liberalismo comienza a ser pensado por John Locke, aunque precedido por Thomas Hobbes. Los seguirán Montesquieu, Kant y, entre otres, una filósofa y economista, Harriet Taylor Mill, cuyas ideas incidieron en la filosofía política de John Stuart Mill, es coautora de alguna de sus obras y, como feminista, posible influencia de su marido. Fue el primero de los grandes filósofos en argumentar sistemáticamente a favor de las libertades y derechos de las mujeres. Cuando Stuart Mill publica su obra crucial, Sobre la libertad, ella había muerto, el libro le está dedicado.
Se puede juzgar a un ciudadano cuando su conducta es perjudicial a los intereses o derechos de otro, establece Stuart Mill. ¿Es así entre los antiaislamiento que enarbolan blasones libertinos? Una fiesta autorizada por los hiperbólicos libertinos fue visitada por la peste en pleno baile, al mejor estilo La máscara de la muerte roja, de Edgar Alan Poe. Alguien no podía respirar. ¿Qué hicieron? Llamaron a una ambulancia, un servicio público. Defendían la libertad individual como un valor en sí mismo, pero los hechos demostraron que esa libertad está sujeta a condición social.
Libertinaje: abuso sistemático del derecho a la libertad propia sin tener en cuenta los derechos del resto de la sociedad y sin medir las consecuencias. Esto es tan irracional como la fake news del diputado radical Albaro de Lamadrid que -en su berrinche consuetudinario por perjudicar al oficialismo- confundió “robar vacunos” con “robar vacunas”. Leyó mal solo un titular y se largó al “yo acuso”. (En lenguaje de redes, aquí iría un emoticón amarillo llorando de risa).
La libertad está en relación directa con la responsabilidad ciudadana. Cada subjetividad es en relación con otras. Robinson Crusoe solo en la isla es un individuo, pero tan pronto como aparece Viernes ambos devienen sujetos políticos. La piedra basal de un pueblo o sociedad civil no es cada individualidad, es la relación entre ellas. ¡Vaya si queda claro en Robinson! El británico sometiendo al nativo.
Libertad es actuar por decisión propia sin interferencia ajena y sin poner en riesgo a otras personas. Un derecho humano básico que supone responsabilidad frente los derechos societarios. Todas las personas tienen libertad de actuar, pensar y decir lo que quieran siempre y cuando no afecte al resto de la sociedad. Y cuando hay evidencias concretas de contagios y muertes, la libertad de un puñado de irresponsables arrasa con la libertad de la sociedad en general. Foucault, en su libro sobre el neoliberalismo, El nacimiento de la biopolítica, conjetura que una de las principales implicaciones del liberalismo sería estimular y manipular el peligro. Hipótesis corroborada.
La libertad se da enmarcada en contextos. Libertad para todo es libertad para nada, dice Hegel en la Fenomenología del espíritu, evocando la época del terror durante la revolución francesa. ¿Querían libertades individuales sin intervención regulatoria alguna? Terminaron matándose mutuamente en un descontrol sangriento insostenible.
Hasta el arte y el juego disponen reglas a cumplir. Sin embargo, se trata de manifestaciones no coaccionantes. Soy libre de jugar al tenis, pongamos por caso, pero en ciertas instituciones no soy libre de jugarlo vestida de cualquier manera. Me echan de la cancha si no luzco la ropa reglamentaria. La libertad no es el viva la Pepa que pregonan los defensores de la libertad individual (que no debería accionar en contra de la colectiva). El más obsceno de los libertinajes es el político, pues el sexual -con Sade a la cabeza- es menos peligroso.
La responsabilidad está directamente relacionada con la libertad. Es la capacidad de elegir una opción entre varias posibles y sostenerla sin perjudicar al resto. Quien se contagia también contagia expandiendo su acto. Le puede ocurrir a cualquiera, pero ¿hacerlo a propósito?, ¿simplemente por oposición política?, ¿esos valores defienden? Si los pensadores de la libertad (incluso los fundadores liberales) vieran cómo desfiguran sus conceptos los vomitarían de sus bocas. Agustín de Hipona considera que la verdadera libertad es elegir lo mejor; y lo mejor durante una pandemia es evitar contagiarse y contagiar.
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Mi ser es mi elección, estoy condenada a ser libre, según Sartre, justamente esa condena es la que me compele a ser responsable de mis decisiones y, como la individualidad no existe por sí misma sino en función de la sociedad, la responsabilidad es el precio de la libertad, que siempre es política pues se ejerce en prácticas sociales. Los estragos que el liberalismo produce en el mundo son demasiado conocidos, pero supo tener sutilezas solidarias pisoteadas hoy por sus deshilachados herederos. Una de sus bastiones, Harriet Taylor Miller, fue filósofa destacada. Más conocida por ser “esposa de”, que por su lucha en pos de la educación, dignidad laboral y derecho al sufragio de la mujer. Escribió contra la violencia de género y sentó las bases de la teoría política que acunó el sufragismo y la independencia económica de las mujeres. También adhería a la libertad individual pero no a tontas y a locas. Sostenía que cada persona es libre de hacer cuanto desee mientras no dañe potencialmente ni de hecho a otras personas. No tener en cuenta este consecuente y guerrear (desde medios de comunicación y operaciones políticas) contra los cuidados sanitarios durante un flagelo descomunal está -irremediablemente- teñido de criminalidad. ¡Háganse cargo!