Un piano, una voz y dibujos. En tal tríada estética se resume el juego que consumó Elbi Olalla en Canciones paulatinas, disco forjado en paralelo a su grupo Altertango. “Son canciones hechas de un tirón”, amplia ella ante Página/12, al pedírsele el porqué del trabajo que publicó en tándem con la dibujante chilena Paula Domínguez, y que tiene como destino ser cantado entre ambas y a “todo chancho”, mientras toman unos vinos mirando el Pacífico. “A lo mejor hagamos algún video tocando y cantando, más que nada para verlo cuando sea más vieja, en plan selfie. Me gustan ese tipo de recuerdos”, se ríe Olalla, acerca del más que probable futuro del trabajo concebido en Valparaíso (Chile) y grabado en Barcelona (España), producido por el guitarrista Edgardo González y publicado por Acqua Records. “Hacerlo fue como viajar sin mucha idea de qué iba a pasar. Los temas son como instantáneas musicales, polaroids que salen arrojadas, y uno las escucha sin entender mucho de donde salen”, asegura la pianista, cantante y compositora mendocina englobando las canciones que nacieron mientras Altertango, grupo a través del cual la pianista ha inoculado el virus del tango siglo XXI en los lindes de la cordillera, editaba dos singles: “Madeja mortal” y “Tu misterio con trigo”.
El juego no tiene que ver necesariamente con un descanso ante más de veinte años, seis discos y decenas de giras con la agrupación cuyana. “Nada que ver”, redobla ella. “Las canciones paulatinas más bien son un color más en la paleta multitask que soy, y que siempre he sido. Pero Altertango es el amor de mi vida, incluso acabamos de hacer un zoom con Japón para descartar una gira que estaba prevista para junio. Además, salen dos singles más antes de julio: uno instrumental y otro cantado con invitadas deluxe. También estoy tras la idea de producir una especie de corto documental del grupo, aunque no sé si darán los tiempos y las energías… Hay que comer en épocas y épicas de pandemia”.
-¿Cómo apareció la inspiración para transformar los dibujos de Paula Domínguez en tus canciones?
-Creo recordar que sus dibujos apelaban a mis sentidos, instantáneamente, y esa dinámica removía emociones que estaban muy a flor de piel. Inclusive, percibo influencias de la música que estaba escuchando en el momento de componerlas: una playlist llamado “Barcelona”, que me servía para caminar desde Sants hasta la Barceloneta o el Borne, que era algo que hacía casi diariamente. Hay rastros musicales sutiles de esa playlist en el disco: Massive Attack, Corsini, Maria Arnal, Sakamoto… todo muy variado. Y también mucha autoreferencia, sobre todo en temas relacionados con temáticas que atraviesan los tiempos: el amor, la soledad, el abandono, la identidad, los fines y los comienzos.
-¿Cómo es tu relación con el canto? ¿Qué lugar ocupa frente a tu centralidad como pianista?
-Siento al canto como una herramienta de la música que puede servirme, como tocar un poco de percusión o de bajo con alumnos. No me lo tomo muy en serio porque no he estudiado ni me he dedicado a él. De hecho, no quería que las melodías fueran cantadas profesionalmente… Solo quería decirlas yo y ponerlas a volumen bajito. La verdad es que yo toco el piano y en eso sí que me esfuerzo, estudio y tengo parámetros altos de calidad. En el canto, en cambio, no me exijo nada porque no me considero cantante ni me interesa serlo.
La Olalla cantora ni siquiera sabe si tiene referentes en el rubro. Sí habla del “Tano” Corsini, de Ada Falcón, de Carlos Gardel y de sus amigos tangueros de hoy, aunque alinea tales gustos y preferencias con “discos de gente que no cantaba mucho”, como el Virgilio Expósito tardío o Johnny Cash. “Igual, normalmente no consumo música porque me guste el cantante o la cantante, o el pianista o la pianista. Me tiene que gustar todo: los arreglos, los temas y la atmósfera general. Siempre elijo música conceptualmente interesante para mí, o temazos que me hacen llorar. Mucho tango, y mucho piano, es decir".
-¿En qué momentos y por qué afloran tus deseos de cantar?
-Casi nunca (risas). En general, es en las clases para acompañar a los alumnos o con amigxs en estado de ebriedad, para divertirnos. Es algo social y comunitario. O al servicio de la composición. En este disco canto porque está en muy primera persona... Es muy íntimo y me iba a sonar raro en otra voz. Nada más que por eso.
-Decís que Altertango es el amor de tu vida. ¿Qué se logró con el grupo y qué falta lograr?
-A riesgo de quedar como poco humilde o pedante, considero que mi banda es uno de los proyectos de tango más interesantes que ha dado la generación de tango siglo XXI, al que extrañamente le ha costado y le cuesta la legitimidad. No sé… Se me ocurre que puede ser por el hecho de no pertenecer a la Capital Federal o por tener batería (risas). La pregunta es “¿Somos unitarios los argentinos aún?”. Y la respuesta es “sí”. Además, el tango aún mira con sospecha la diversidad tímbrica, aunque cada vez menos.
-Eso contaría en el debe. ¿Y el haber?
-Lo que sí logró Altertango es el apoyo del público mendocino, el chileno y el europeo, además de lograr que mucha gente joven de nuestra provincia se acerque al género, porque creamos una escena. Tocamos para muchísima gente y hemos vendido muchos discos cuando aún se vendían.
Olalla vuelve sobre los “debe” de Altertango para aclarar que aún la banda no vive “exclusivamente” de su música y que faltan países por visitar. “Igual, nunca dejamos de buscar, ni de querernos y extrañarnos. En lo personal, no dejo de estar muy agradecida y orgullosa del recorrido de la banda desde conocer a Victoria Di Raimondo y armar un dúo con ella, hasta el presente. Muchísima agua pasó bajo del puente y considero que ya hemos dejado una marquita en nuestra generación. Un artista no puede pedir más que encontrar un sonido y usarlo. Eso es todo”.
-¿Todo, todo?
-Bueno, hubiera sido genial alcanzar el nivel de mainstream necesario para tener más comodidades y también como para producir contenidos que aún no tenemos: un documental, buenos videos y giras por Asia… Pero, como dije, sigo enamorada de nuestra química en los escenarios y en los estudios.