El básquet experimentó por aquella época (finales de los ‘40, principios de los ‘50) un notable progreso. Desde los Juegos Olímpicos de Londres las actuaciones de los seleccionados nacionales venían demostrando una notable mejoría. Mucho tuvo que ver en este sentido la organización efectuada, permitiendo ordenar pautas de trabajo. La realización del Campeonato Mundial de Básquet de 1950 fue un acontecimiento esperado por todos, en especial para el baloncesto argentino. La misma fue decidida en un Congreso de la Federación Internacional de Baloncesto (FIBA), celebrado en 1948. Su inspirador fue el Secretario General del organismo. William Jones, que viendo el interés que despertaba este deporte tuvo la idea de organizar el evento. Fue decisiva su participación en la designación de Argentina como sede.

El Luna Park fue el único escenario en donde se disputaron los encuentros. El campeonato fue bautizado Campeonato Mundial de Basketball Libertador General San Martín, conmemorando el centenario de la muerte del prócer. El certamen tuvo lugar del 22 de octubre al 3 de noviembre de 1950. Los seleccionados participantes fueron: EE.UU., Francia, Brasil, Egipto, España, Yugoslavia, Chile, Perú y Ecuador, invitado por el comité organizador.

Argentina contaba con sobradas chances para conseguir el triunfo. Sin embargo, EE.UU. era otro de los grandes candidatos a ganar el mundial, el conjunto base estaba formado por el Denver Chevrolet, subcampeón de la Liga Industrial del país norteamericano.

Con la designación del entrenador de Gimnasia de Villa del Parque, Jorge Hugo Canavessi, se inició una nueva etapa en la Selección. Al técnico lo acompañaron Casimiro González Trilla y el preparador físico, Jorge Boreau. Para conformar el plantel se recorrió el país buscando a los mejores elementos. El básquet comenzaba a tener mayor difusión en todas las provincias; en aquel año había un millón de jugadores fichados en todo el territorio nacional.

Se nombraron inicialmente cincuenta jugadores; posteriormente el número se redujo a veinte, hasta llegar finalmente a dieciséis. Los elegidos de manera definitiva fueron: Pedro Andrés Bustos, Hugo Osear del Vecchio, Leopoldo Contarbio, Raúl Pérez Varela, Vito Liva, Osear Alberto Furlong, Roberto Luis Viau, Rubén Francisco Menini, Ricardo González, Juan Carlos Uder, Omar Ubaldo Monza, Alberto López, Alberto Lozano, Ignacio Poletti, José Ventura y Jorge Nuré. El equipo argentino lo completaron dos médicos, un ortopedista, un laboratorista, cuatro kinesiólogos y un odontólogo.

El plantel entrenó seis horas por día con el objetivo de campeonar. Para un mejor adiestramiento se buscó liberar a los deportistas de sus actividades laborales. El 7 de septiembre de 1950 se firmó el Decreto 18.773 por el cual se les daba licencia a quienes trabajaban en la administración pública. Esta medida puede ser considerada como antecedente directo de la Ley 20.576/74 (Licencia Deportiva Especial).

El 23 de octubre de 1950 Argentina comenzó su participación con una victoria ante Francia por 56 a 40. El hecho de haberle ganado al subeampeón olímpico significaba un aliciente en el camino hacia el campeonato. Leonardo Contarbio fue el goleador con 14 tantos. EE.UU., por su parte, superó a Chile 37 a 33 y pasó, de igual manera que el combinado albiceleste, a la ronda final. Ambos entablaron una reñida lucha desde el principio.

La Selección Nacional comenzó la nueva fase con una victoria ante Brasil, en un partido complicado. A la siguiente jornada le ganó con comodidad a Chile por 62 a 41. 

De manera definitiva, se convirtió en candidato cuando derrotó nuevamente a Francia por 66 a 41. El rendimiento del conjunto de Hugo Canavesi era verdaderamente superlativo. La clave del equipo consistió en el trabajo físico y táctico, además del minucioso estudio de los rivales.

El combinado nacional jugó el partido decisivo ante EE.UU. En base al trabajo de búsqueda de rebote y contraataque, sumado a efectividad en simples y lanzamientos al aro, lo venció por 64 a 50. Todo un país se conmovió por la obtención del campeonato del mundo; por las calles de Buenos Aires una caravana humana le quitó silencio a la noche. Todo fue euforia. Argentina era el primer campeón mundial de básquet de la historia.

Tiempo después se intentó minimizar el logro obtenido aduciendo que EE.UU. no había venido con todo su potencial; otro de los argumentos era la ventaja de la localía. Muchas de estas imputaciones provenían de sectores que tendían a menoscabar las hazañas del deporte argentino. Ante estas afirmaciones Omar Monza, una de las figuras de aquel equipo, supo responder con fundamento: “Posiblemente Denver Chevrolet no era el mejor equipo, pero Argentina estaba para cualquier cosa. No sé si habiendo venido un equipo superior nos hubiese ganado”.

El crecimiento de este deporte se vio evidenciado posteriormente en los miles de jóvenes que comenzaron a practicar esta actividad. “Un día llegué a Rosario en viaje profesional –refiere Delfo Cabrera–, faltaba todavía una hora y media para que saliera el colectivo que tenía que trasladarme a Santa Fe y comencé a recorrer los alrededores de la estación. Presencié algo que demuestra cómo se había difundido el deporte; los chicos jugaban básquet en lugar de fútbol, en la calle, de vereda a vereda. Esto implica que habíamos comenzado a modificar las pautas en materia deportiva”. Esta situación evidenció, por otra parte, la diversificación deportiva. Se puede decir que la obtención de logros en la alta competencia proyectaba la idea de espejo; es decir, los atletas se convertían en inspiración para los aficionados.

* Extracto del libro Peronismo y deporte. La historia completa (1945-2015), ediciones Al Arco, Buenos Aires, 2017.