El año olímpico, en general, se caracteriza por el logro de gran cantidad de récords mundiales en los deportes de tiempo y marca. La importancia del evento, la preparación de cuatro años hacia el objetivo, los torneos previos y selectivos para el gran encuentro, hacen que usualmente en el año olímpico caigan decenas de récords. No ha sido así en este año, ni tampoco en 2020 con pocas excepciones.
Las restricciones para el entrenamiento, la escasez de grandes competencias, el miedo y la incertidumbre generalizados fueron un cóctel imposible de superar, aún para las estrellas de la natación y el atletismo, que solamente pudieron mostrar su excelencia deportiva en muy pocas ocasiones.
Otro factor ha sido en natación la proliferación de las competencias de la nueva Liga, con un formato diferente al de las competencias tradicionales, en las que se compite durante varias semanas seguidas, y los puntos sumados por el deportista para su equipo son más importantes que las marcas.
Esto la asemeja tanto en su apreciación como en la preparación involucrada más al fútbol y otros deportes, que a los de tiempo y marca. De todas formas, a pesar de los inconvenientes, los atletas top han sido muy afortunados, ya que los juveniles o de menor nivel competitivo y los simples entusiastas del deporte, en muchísimos casos ya lo han dejado de practicar, ante la falta de posibilidades antes descripta.
Quizá en Tokio, en menos de 100 días, se vean los récords que faltaron estos dos años, si es que los deportistas y técnicos consiguen desarrollar sus entrenamientos hasta los Juegos sin tantos condicionamientos. El récord, como expresión de la superación deportiva, se ha visto afectado por la doble vía de las casi universales restricciones sanitarias, y también por un nuevo formato competitivo basado en razones económicas y de espectáculo, que podría afectarlo y desvirtuarlo, casi tanto como la pandemia.
* Ex Director Nacional de Deportes.