Feti tenía los ojos color del cielo. Era un pibe de 22 años, criado en Sarandí, a pocas cuadras del corralón de Julio Grondona. “Siempre estaba alegre, era un rompebolas de las tías”, lo recuerda su prima Patricia Vázquez. Jugaba en las divisiones inferiores de Independiente, donde había cumplido uno de sus sueños. Clase 1954, apenas le llevaba cuatro días al ídolo inigualable del club, Ricardo Bochini. Había nacido el 21 de enero de aquel año en que Fangio ganaba su segundo título mundial, Boca salía campeón y el peronismo se imponía en las últimas elecciones legislativas antes del golpe del '55 con el 64,28 % de los votos.
Rodolfo Prestipino desapareció el 15 de diciembre de 1976 en una esquina de su barrio: Supisiche y Almirante Cordero, que hoy está señalizada en su homenaje. El último 7 de abril Carlos Maco Somigliana del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) y Pili, una militante de H.I.J.O.S le confirmaron a Patricia la noticia que la familia de Feti esperaba. Los restos encontrados en el cementerio de Avellaneda en 1989 eran suyos. El estudio de compatibilidad con su papá Adolfo y su hermana Beatriz -ya fallecidos- había arrojado el 99,9 por ciento. Se daba así un paso importantísimo para completar su historia que todavía tiene algunas piezas dispersas.
Prestipino es uno de los 19 futbolistas federados y víctimas del terrorismo de Estado, de los que se tiene registro. Según los archivos de Claudio Keblaitis, ex vicepresidente de Independiente y referente en temas históricos del club, Rodolfo jugaba de volante derecho y había pasado por la sexta, quinta y cuarta división entre 1971 y 1973. Era compañero en la misma camada del "Bocha", el arquero Esteban Pogany, Hugo Saggiorato y Osvaldo Carrica, entre otros.
Patricia firmó la exhumación de los cuerpos de su tío y su prima que permitieron confirmar la identidad de los restos de Feti (la familia todavía no decidió qué hará con ellos). Su hijo menor hoy tiene casi la misma edad de su primo cuando lo secuestraron. Nunca dejó de buscarlo. Aún cuando Rodolfo le llevaba 13 años. Sus recuerdos de la infancia en Sarandí incluyen los días de partido que iba a verlo jugar en la vieja cancha de Independiente. La llevaba su padre, el otro Rodolfo de la familia, por quien le pusieron el mismo nombre a su primo.
“La nuestra es una familia del Rojo, yo era socia del club. Iba a nadar a la pileta de la sede cuando era chiquita. Mi papá me llevaba al estadio para ver a Feti cuando jugaba en las inferiores. Recuerdo que a veces nos quedábamos después a ver la Primera si el partido era tranquilo. Nací en el ’67 y con mis primos íbamos a todos lados. Los Malachane, el apellido de mi mamá Nelly y la de Rodolfo, María Esther, eran muchos. Cuando desapareció mi primo yo tenía ocho años. Su papá Adolfo era bombero de la Policía Federal y tenía una carpintería en el fondo de la casa”, recuerda Vázquez, quien se unió en la búsqueda de datos sobre el joven militante con sus compañeros del colegio Secundario Canadá, hoy Simón Bolívar.
Gustavo Wdowiak, uno de ellos, junto con las hermanas Martha y Carmen Terrones y Julia Villacampa que también estudiaron en la misma escuela que Prestipino, contribuyó a unir las distintas partes de la historia de Feti. Empezó por él a buscar datos en 2012 y se topó con otros compañeros desaparecidos de la escuela N° 11 donde se formaron.
Enrique Abelleyra también fue su amigo y lo evocó en unas líneas que le envió al grupo: “Recuerdo que por el año ‘68 lo llevábamos con mi viejo a la cancha de Boca a ver a 'Boquita'. Nos esperaba en Acha y Mitre y pasábamos con el auto. Los dos éramos hinchas de Angel Rojas (Rojitas), pero después el gil se hizo de Independiente por Bochini. En mi imagen nos pienso más grandes como si fuéramos muchachos y yo tenía 12 o 13 años y el 13 o 14, dos nenes. En esa epoca él estaba jugando en Arsenal de Sarandí y me fui a probar. El padre era delegado o algo así, y me llevó a la fuerza pero aguanté un par de prácticas nada más”. Abelleyra no olvida que la última vez que lo vio fue durante un asado en su casa entre fines de 1975 y principios del ’76. Patricia dice en cambio que Rodolfo era de Boca, y que pudo tomarle simpatía al Rojo por Bochini.
Carmen Terrones -siempre acompañada en la búsqueda de datos por su esposo Jorge- y Wdowiak escribieron la carta homenaje a Prestipino que leyó ella en el acto cuando se señalizó la esquina de Supisiche y Almirante Cordero en octubre de 2015. Habían compartido entre 1968 y 1972 los cinco años del Bachillerato con Feti. En ese texto describieron el clima de época: “En octubre de 1972, cursando el último año, tomamos el Colegio. Sí, aunque parezca increíble fue en 1972, algo tan ‘usual’ en estos tiempos. Resultó que algunos compañeros de Primero y Segundo año comenzaron a aparecer con ronchas y lastimaduras de pulgas y otros bichos, como resultado de la falta de desinfección del colegio. Ante nuestras protestas individuales no escuchadas por las autoridades y la dirección del colegio, nuestra división, Quinto 2da del turno tarde, resolvió la toma del colegio hasta que se cumplieran nuestros reclamos. Esta medida de fuerza duró varios días”.
Wdowiak cuenta que “el desarrollo del grupo humano fue lo más importante para quienes compartíamos todas esas ideas revolucionarias procedentes del Cordobazo, el Mayo Francés y estas rebeliones buscaban una mejor vida para las mayorías. El altruismo era el pilar fundamental. Así fue como dentro de nuestro ámbito escolar tomamos medidas de acción para garantizar el derecho a estudiar en aulas libres de pulgas”.
Pogany, hoy instructor de arqueros en FIFA y coordinador en el club Lanús, no lo recuerda a Rodolfo pero cree que podrían haber sido compañeros en sexta división. Había llegado desde San Nicolás para vivir en la pensión debajo de la tribuna local: “Yo salté de la sexta a Primera con 16 años y debuté en 1973. Si fuimos compañeros con Rodolfo habría sido en esa división. En Independiente las inferiores íbamos a entrenar en el club de Pato Barracas al Sur. Las canchas eran muy malas porque estaban pisadas por caballos. La pensión también estaba en condiciones precarias. En esa época tuve de entrenador a Fernanddo Bello y Pipo Ferreiro fue el que me llevó de San Nicolás a Buenos Aires, pero con la condición que impusieron mis padres de que siguiera estudiando”, comenta el ex arquero.
Vecino de Avellaneda, estuvo en un acto que se realizó el 15 de diciembre de 2017 en el ex centro clandestino de detención El Infierno, reconvertido en Espacio de Memoria y Derechos Humanos y en el que se recordó a Prestipino. Ese día se proyectó el documental Tras las Huellas que narra la búsqueda de sus compañeros y amigos del ex Colegio Nacional Canadá. Por una amarga coincidencia del destino, de ahí egresó Mariano Ferreyra, el joven militante del Partido Obrero que asesinó una patota de la burocracia sindical ferroviaria de José Pedraza en octubre de 2010.
“Mi primo era montonero y también un pibe de barrio. Tenía el carácter de mi tía, siempre alegre. Ella no pudo superar su desaparición y falleció unos años después, en 1982. Mi papá y mi tío investigaron qué le había pasado, hasta llegaron a hablar con Alfonsín en la dictadura”, explica su prima Patricia.
La historia familiar de Feti se completa con su compañera Graciela Di Pascuale, a quien secuestraron junto con él en aquel diciembre del ‘76. Pudo ella recuperar su libertad, pero no Prestipino, un trabajador civil del Ministerio de Defensa que fue visto por última vez en el ex centro clandestino Garage Azopardo. Los dos habían sido conducidos a esa mazmorra de la dictadura donde fueron torturados y desaparecidos varios militantes de la denominada CGT en la Resistencia que Rodolfo integraba.
Su historia es hoy mucho más que un número de legajo en la CONADEP, sus restos identificados por el EAAF, el paso por uno de los clubes grandes de Avellaneda o el Colegio Canadá. Feti se transformó en una bandera para sus compañeros de la secundaria que cuando empezaron a buscar datos sobre él, comprobaron que en la misma escuela había otros seis estudiantes asesinados o desaparecidos: Graciela Pane (ejecutada por la Triple A), Néstor De Vincenti, Eugenio Glovatzky, Dora Sayar, Josefina Villaflor y Arnaldo Cáceres. De alguna manera, el pibe de mirada vivaz que admiraba a Bochini le dio una unidad de sentido a esas vidas truncas, tan militantes como jóvenes.