* El presidente Alberto Fernández anunció medidas severas y razonables ante la creciente cantidad de contagios y muertes. Decisiones similares a las que adoptan otros países, incluyendo los de la Unión Europea (UE) o muchos gobernados por la centroderecha.

* Se comunicaron mal cometiendo errores no forzados. No solo de transmisión, también políticos en sentido estricto. Se dejaron picando varios pases gol para la oposición que…

*  … objetaba las iniciativas antes de conocerlas y ratificó las críticas furibundas después.

*  La opo judicializó a toda velocidad.

*  Juristas cambiemitas (confesos o culposos) denunciaron inconstitucionalidad. Esto viene sucediendo desde marzo de 2020. En meses recientes se añade que:

* Los medios dominantes, “La Nación” como vanguardia, hacen un lobby infatigable a favor de los laboratorios Pfizer.

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Angela, Emmanuel, Alberto: Las restricciones a la actividad y circulación vespertina-nocturna se concretan en todo el mundo tanto como las suspensiones de la presencialidad en escuelas. Abunda información al respecto, es didáctico ojear videos de la canciller alemana Angela Merkel y del francés Emmanuel Macron. Merkel se consagró como una de las mejores estadistas durante la peste; llega a las semis de Champions League, por lo menos. Macron juega en ligas menores. Diferencias de peso específico al margen, ambos concuerdan: el virus es prioridad que torna imperativo limitar libertades ciudadanas por tiempo determinado, en aras de un bien colectivo superior. Autoridades de sistemas democráticos estables reconocen la excepcionalidad y actúan en consecuencia.

Fernández tomó iniciativas parecidas, adecuadas a los peligros. Cometió traspiés en el discurso. No era una pieza sencilla. Cuesta concientizar a la población sin crear pánico, avisar intervenciones en su vida cotidiana con empatía… son mandatos imperiosos y peliagudos.

Las fallas del discurso se notaron de entrada, no hizo falta que los adversarios las subrayaran para capitalizarlas. La falta de comunicación previa con los gobernadores (los 24, no Larreta en particular) y el propio equipo configuraron la mayor equivocación. Fernández dejó malparados a Nicolás Trotta y Carla Vizzotti. Resintió la credibilidad ante sus pares. Es difícil captar el origen del traspié, el resultado perjudica al elenco oficial.

La falta de contacto con gobernadores (la mayoría del espacio oficialista) repercutió en el primer reflejo de los mandatarios. Retacearon adhesión concreta a las medidas, cada quien miró dentro del territorio propio. La cautela de jefes locales variopintos para suspender la presencialidad escolar revela que es un aspecto sensible que muchos intuyen de baja popularidad. Los funcionarios nacionales de primer nivel que llaman “antipática” a la suspensión parecen entender el punto. No hay modo certero de medirlo… menos para quienes somos agnósticos de las encuestas. Claro que en una sociedad pluralista y movilizada jamás existe unanimidad ni cosa que se le parezca. Y que las respuestas locales en las semanas por venir estarán supeditadas a cómo sigan los indicadores sobre contagios, saturación de sistemas de salud, fallecimientos.

La mención a las Fuerzas Armadas pecó de confusa. El presidente no subrayó que le encomendó misiones habituales en contingencias catastróficas y que irían desarmados. El silencio habilitaba lecturas disímiles, señalarlo era forzoso. El Gobierno cuenta con pergaminos en la materia, deben extrovertirse y no tenerlos por sobreentendidos.

La “relajación” del sistema sanitario constituye un dicho poco feliz, de ahí que haya sido necesario aclararlo y complejizarlo.

La mención presidencial a las fuerzas federales de Seguridad resonó fuerte. Es todo un dato que el ulterior Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) carezca de menciones al respecto.

Las autoridades nacionales enfatizan que los uniformados (federales o provinciales) carecen de facultades penales o sancionatorias y que solo pueden detener por orden judicial.

AF los despliega en suelo porteño y en Buenos Aires. Se articulan reuniones para cooperar en los dos distritos. Nadie lo verbalizará pero la Casa Rosada tiene en mira a la Policía porteña tanto como a la Bonaerense, comandada por el ministro de Seguridad provincial, Sergio Berni.

Las expresiones “toque de queda” o “estado de sitio” o la alusión gutural de un adalid de Clarín a “los tanques en la calle” carecen de tangencia con la realidad, abusan de la metáfora bélica, practican el deporte de meter miedo.

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Sembrar amparos e incertidumbre: Larreta se victimizó, despotricó por no haber sido consultado, pidió una reunión que Fernández le concedió. Resuenan reminiscencias del tangazo: “ahora que estoy/frente a ti/parecemos ya ves/dos extraños”.

HRL obtuvo visibilidad, telecomandado por la jefa de su partido, la ex ministra Patricia Bullrich. Volvió a postularse como defensor de la escuela, lauro que contradice su trayectoria como gobernante.

Sembró recursos judiciales, ante la Corte Suprema de Justicia y en tribunales inferiores, de jueces amigables.

El ejemplo cundió entre intendentes bonaerenses de Juntos por el Cambio (JpC). Ninguno de los litigantes veloces dio cuenta del estado desesperante de los hospitales de su distrito. Ni Larreta, que manipula cifras descaradamente ni, por ejemplo, el alcalde de San Isidro Gustavo Posse. Cero alusión, por caso, a cómo está el hospital municipal Melchor Posse. Una digresión irónica: ese nombre, de acuerdo a la Vulgata hegemónica, revelaría la existencia de un feudo radical en pleno Conurbano dominado por una dinastía familiar desde la recuperación democrática. No es el criterio de este cronista, que respeta al voto popular, pero refulge la contradicción del relato hegemónico.

La consecuencia directa de la pulsión pleitista será tener en vilo a las familias en réplica a una normativa que rige por dos semanas. La presencialidad dista de ser absoluta, se sabe. La limitan los horarios acotados de la nueva normalidad más los cierres de burbujas para prevenir infecciones.

La evaluación del impacto epidemiológico, el real objetivo del DNU, deberá sopesarse en esas dos semanas. Funcionarios peronistas porteños y bonaerenses observaron con satisfacción la noche del viernes; poca circulación, la gente común en sus casas. Prematuro extraer conclusiones rotundas sobre acatamiento voluntario antes de la semana próxima.

Hasta tanto, añadimos un par de observaciones costumbristas. Es factible que el mensaje oficial tenga alta adhesión porque gran parte de los ciudadanos de a pie comparten dos vivencias que expresan el peligro y la esperanza en la coyuntura. En primer lugar todos conocemos personas cercanas que se contagiaron recientemente. En segundo lugar todos conocemos personas cercanas vacunadas o que están a punto de serlo. En esa dialéctica se juega el futuro de los argentinos.

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Ni campeones ni al descenso: Digresión futbolera, para distender y comparar. En cada Mundial hay hinchas y periodistas que consideran fracaso a no salir campeón: Argentina, condenada al éxito. El historial comprueba que son contados los equipos que levantaron la Copa. Argentina integra ese grupo, ganó tantas como Francia por debajo de Italia, Brasil y Alemania.

En materia de vacunación, aunque la necesidad apremie, se está dentro del reducido conjunto de países que las realizan con regularidad. No los primeros, hazaña imposible para un país con población relativamente numerosa y de rango económico medio o mediocre.

La oposición quiso entorpecer la llegada y el uso de la Sputnik V. La judicializó, intentó criminalizarla. Apenas ayer, con los aliados habituales y toneladas de ruido mediático.

El suministro preocupa al Gobierno, carece de la regularidad deseada. De cualquier manera hasta el 16 de abril se habían vacunado por primera vez 5.431.994 primeras dosis y se habían aplicado 794.878 segundas dosis. El 12 por ciento de la población recibió al menos una. Con la inminente llegada de vacunas AstraZeneca y Sputnik los números y porcentajes aumentarán.

El criterio del reparto entre las provincias puede suscitar diferencias de criterio, como casi todo. Hacerlo proporcional a la población es una pauta sencilla, racional, fácilmente mensurable. Las recriminaciones de Rodríguez Larreta y su team son oportunistas, injustificadas.

Las recientes gestiones del presidente y del canciller Felipe Solá con funcionarios del Departamento de Estado parecen haber destrabado escollos para posibilitar envíos de vacunas AstraZeneca.

El Gobierno nacional no formula anuncios sobre remesas pendientes. Meses atrás lo hizo, asumiendo compromisos que no dependen de su voluntad ni de su obrar. Ahora se precave, para no ilusionar de más. De nuevo, es mala fe exigirle otra conducta ante micrófonos y cámaras. Notoriamente sólo lo hace la CABA. Los gobernadores de otros distritos (aún los cambiemitas) son menos hipócritas.

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Política y elecciones: Unpopular opinión: discrepamos con quienes (de cualquier bandería) aducen “no queremos hacer política”. Se capta la idea: “no queremos aprovecharnos”, “hacer demagogia”, “sacar rédito oportunista” o lo que fuera, según el diccionario de cada cual. Pero son políticas públicas las que inciden sobre salud, economía, educación, intercambios o diálogos con otros Estados o con organismos internacionales.

En Argentina, contienden dos proyectos ideológicos divergentes, a menudo antagónicos. Hacen política que se dirime acudiendo al número en el cuarto oscuro o en los cuerpos legislativos.

Ya que de elecciones hablamos. Los eventuales cambios en el cronograma proporcionan una muestra de la incertidumbre dominante. Ningún partido o dirigente sabe si las condiciones sanitarias serán mejores en agosto o en septiembre. Se actúa afrontando la incerteza. Es correcto ir anticipando. Es imposible tener la bola de cristal.

La peste azota al planeta todo, la prepotencia de las naciones o las clases poderosas agrava las desigualdades preexistentes y alecciona acerca de lo que se juega haciendo política.

Alberto Fernández no aludió en su discurso a las ayudas económicas para el tramo actual de la emergencia. Sus allegados cuentan que lo hizo adrede para hacer centro en la gravedad de las acechanzas. En todo caso, las ayudas comenzaron a implementarse. En Nación, jamás en la CABA. Los titulares de prestaciones sociales las percibirán lo que importa más que el momento de la enunciación.

También conocen en cuero propio, vivido día tras día, el peso de la inflación, tal vez el indicador económico más grave que afronta el gobierno.

Merecen unas líneas de esta reseña los contribuyentes VIP que acuden a Tribunales para eludir el impuesto a las grandes fortunas, chirolas en proporción a sus patrimonios. Descollaron Héctor Magnetto, mandamás del Grupo Clarín y varios de sus acólitos. Cristiano Ratazzi, un parlanchín del establishment. La flor y nata de la familia Caputo. Y otros personajes avaros, insolidarios, obscenos en la defensa de su guita. Muchos más serán los que paguen, seguramente.

Las sociedades son más complejas que en el siglo XX. La Argentina padece una regresión o, mejor dicho, una caída comparada con momentos mejores no siempre tan distantes como se cuenta. La composición de la clase trabajadora del siglo actual se diferencia demasiado de la de años atrás. Puede ser difícil dibujar un mapa actualizado, concebir políticas eficaces para todos. Lo que sigue siendo cierto, en la tormenta del mundo, es que las clases sociales existen, tanto como la explotación y la rapacidad de los grandes capitalistas.

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