El deporte no fue ni será nunca simple entrenamiento físico. Como cualquier ejercicio, activa funciones cerebrales que son indispensables para el desarrollo cognitivo general, pero además, genera experiencias y transmite habilidades importantes para la vida misma. Los expertos coinciden en que –entre otras cosas– las disciplinas que se practican en equipo, promueven la integración y generan sentido de pertenencia. Ahí radica la importancia de un emprendimiento como el de Silvina Forrester y Peter Gorrissen, madre y padre de Clara, quien nació con síndrome de down y juega al hockey desde los 4 años. “Mi marido, mis otros tres hijos y yo somos fanáticos del deporte y le hacía tan bien a Clari jugar y pertenecer a un equipo, que con Peter dijimos 'hagamos esto' y en septiembre de 2017 empezamos con Las Lionas”, repasa Silvina. Eran 12 al principio, ahora son 70 y ya se están sumando también varones.
El punto de inflexión para Las Lionas fue en 2018, cuando la Federación Panamericana las invitó a jugar un partido de exhibición en el Estadio Olímpico de Parque Roca después de las dos semifinales de hockey de los Juegos Olímpicos de la Juventud en 2018. Desde entonces, ese proyecto familiar se convirtió en un fenómeno que no parece tener límite. “Hicimos giras a Mendoza, a San Juan, nos invitaron del exterior y ahora nos invitaron a las olimpíadas especiales en Berlín 2023”, cuenta Silvina, quien da charlas en el país y en el exterior y es consultada desde distintas provincias donde, a partir de la experiencia de Las Lionas, se están abriendo espacios de hockey inclusivo.
–¿Cómo fue el origen de este proyecto de hockey inclusivo?
–Surge de una pasión, tengo pasión por la vida, por el deporte y por esto que hago. Clari, mi hija, toda su vida jugó en Belgrano y esto empezó como un espacio de pertenencia y sigue siendo eso para las chicas, los chicos y las familias; una propuesta en donde, juegues como juegues, tenés tu lugar. El hockey es una herramienta pero lo más importante es la independencia que les da conocerse.
–¿Y el nombre de Las Lionas?
–Eso es porque nos sentimos identificadas con Las Leonas, que es el equipo argentino, porque somos tan buenas y excelentes como Lionel Messi y además porque hacemos mucho lío (se ríe), nos encanta entrenar divirtiéndonos y haciendo lío.
–¿En tu experiencia cuál es el principal desafío del deporte inclusivo?
–Lo primero es tener pelotas porque estás cambiando un paradigma, un modelo mental. Yo nunca dije que, por tener síndrome de down, no puede. También hay que tener límites, personalmente quizás le exigí de más en algún momento, pero es importante tener una mente abierta, tener ganas de entender que la vida es para todos, no hay que estigmatizar y decidir que no pueden. Lo que hago particularmente es contagiar la euforia y la pasión que tengo. Hay que creer en el ser humano como ser humano. La sabiduría no es solamente el ser bueno en matemática o en historia, viene de otro lado. A veces me preguntan cómo hago para que logren lo que quiero. ¿Y qué es lo que yo quiero? Quiero que cada una avance a su ritmo y su nivel, que practiquen los valores que traen de su casa, como la tolerancia y la paciencia. Y es increíble cómo cambian y el entorno también va cambiando.
–¿Cómo son los entrenamientos?
–La Secretaría de Deportes de la Ciudad de Buenos Aires nos cedió un predio en Villa Devoto. Tenemos un nivel de hasta 10 años que es más de juegos interactivos y de coordinación, para que se vayan adaptando. El otro grupo, que es de 10 a 15 años, ya juega partidos y las más grandes a veces entrenan todas juntas y a veces las dividimos por niveles. También está este nivel de chicas con más independencia, más ganas y más compromiso, que van a poder salir a competir al mundo. Hasta que empezó la pandemia nos invitaban los clubes convencionales, íbamos y hacíamos una hora de entrenamiento con las jugadoras del club como facilitadoras. En Las Lionas hay espacio para cualquier chica con síndrome de down o retraso madurativo.
–¿A partir de qué edad se pueden sumar?
–De los cuatro. El otro día me preguntaban por un varón de 40 y pico, es muy difícil porque recién comenzamos con varones, pero podría venir y probar, quizás podría venir y ser ayudante, el espacio está.
–Mencionaste que a veces fuiste muy exigente con Clara. ¿Qué aprendizaje tuviste en ese sentido?
–Enorme, es un aprendizaje enorme. Mi marido y yo siempre quisimos enseñarles a nuestros hijos el ir para adelante, no ser perfeccionista pero saber que podés lograr lo que quieras. Clara fue al colegio convencional toda su vida, fue integrada, pero capaz que en esas cosas fue exigida de más. Siempre tuvo una vida social, pero cuando empezó con Las Lionas, comenzó a relajarse un poco. Pero cuando le hacen notas, me mira como buscando mi aprobación, de a poco estoy intentando soltar esto. No es que buscaba la perfección en ella pero a veces, por tratar de que logre lo más posible para que la sociedad en la que vive no la juzgue tanto, la exigí. Es duro lo que te digo.
–Es una realidad de muchos padres y madres, pero también describe la importancia de estos espacios que permiten que la familia se pueda relajar y ver que sus hijos o hijas pueden hacer su vida.
–En verdad, tendría que dejar de existir la palabra inclusión, deberíamos vivir en inclusión.
–¿Estamos muy lejos de eso?
–No creo que estemos muy lejos. Las chicas pueden jugar un juego paralímpico, lo que hay que cambiar es otro sistema mental, otros paradigmas. El nuestro, el de las chicas y el de los padres, ya está listo.