No hubo una declaración oficial de la Conferencia Episcopal (CEA) católica sobre las restricciones impuestas por el gobierno a raíz de la crisis sanitaria. Pero el presidente de la CEA, el obispo de San Isidro, Oscar Ojea, emitió un comunicado dirigido a los fieles de su diócesis en el que expresó su “desacuerdo” por la supresión de las clases presenciales y en el que también afirmó que “no estamos de acuerdo con la suspensión de las celebraciones en los templos”.
Los obispos católicos de la capital, encabezados por el cardenal Mario Poli, se limitaron a enviar recomendaciones a sus fieles aunque en un párrafo advirtieron que “la presencialidad es indispensable para tejer nuestros vínculos fraternos” e indicaron que “será tarea de los pastores, con sus Consejos de laicos, discernir caminos posibles, acorde a las normativas sanitarias vigentes, para animar la pastoral ordinaria, la catequesis, los grupos de apostolado, etc.”.
Por su parte la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas (ACIERA), una de las organizaciones principales que reúne a los evangélicos argentinos, se dirigió directamente a Alberto Fernández para decirle que “no estamos de acuerdo con la decisión presidencial anunciada en el discurso en la noche del miércoles 14 de abril, concerniente al cierre de los templos dentro de las medidas adoptadas” y, en el mismo acto, y con el argumento de que “las iglesias no solo son esenciales sino también vitales” reclamó “la inmediata inclusión de los templos como actividad vital en el nuevo DNU”. Sobre el mismo tema, la Federación Argentina de Iglesias Evangélicas (FAIE) se pronunció respaldando la decisión presidencial y diciendo que “más allá de que valoramos y extrañamos nuestros cultos y la comunión que en ellos experimentamos, que no alcanza a ser reemplazada por las celebraciones remotas, reconocemos la necesidad de extremar los cuidados” porque “nuestra principal disposición debe ser el preservar la salud y vida de nuestro prójimo y de toda la comunidad”.
Tres posiciones distintas sobre el mismo tema por parte de los referentes más importantes de la vida religiosa argentina. Todos expresan, sin embargo, el acatamiento a las medidas y reconocimiento al personal de la salud.
Las posiciones que resultan más encontradas son las que sostienen los evangélicos a través de sus respectivas asociaciones, ACIERA, que reúne a sectores fundamentalistas y conservadores, y FAIE, que nuclea a las iglesias protestantes históricas y a las que se conoce por su alineamiento y compromiso en favor de la defensa de los derechos humanos.
Para ACIERA, las iglesias son “vitales” en “la contención y atención espiritual de quienes así lo requieren, en un país en donde, según datos del CONICET, el 85% profesa creer en Dios”; también en la “ayuda humanitaria” y en la “atención social” dado que “diariamente desde los templos (se entregan) miles de viandas, en un contexto en donde la mitad de los argentinos se encuentra bajo la línea de pobreza”.
Por tal motivo, sostienen desde ACIERA, “solicitamos al Presidente de la Nación y a su gabinete, la inmediata inclusión de los templos como actividad vital en el nuevo DNU”, extendiendo el pedido a las autoridades provinciales para que procedan de igual manera y para ello se comprometen a cumplir “todos los detalles de protocolo vigentes hasta la fecha, incluyendo la utilización de solo el 30% de la capacidad de los salones”.
Por su parte, la FAIE expresó su reconocimiento por “toda actitud y medida, provenga de donde sea, que provea los necesarios cuidados y traiga alivio a nuestro pueblo” agregando la esperanza de que “que muchos sientan el llamado a la solidaridad y altruismo en este tiempo”.
Pero lo más relevante de la declaración de FAIE sobre el tema fue traer a colación palabras del Reformador evangélico Martín Lutero ante la “peste negra” (epidemia que afectó a Europa entre 1347 a 1350). En la oportunidad Lutero recomendó “hacer la descontaminación, ayudar a purificar el aire, administrar medicamentos y tomarlos. […] evitar lugares y personas para quienes mi presencia no es necesaria para no contaminarme, y posiblemente infectar y contaminar a otros para causar su muerte como resultado de mi negligencia”.