En 1968, en el prólogo de su libro Su majestad el fútbol, en el que recopila en pocas páginas textos de Albert Camus, Roberto Santoro, Mario Benedetti y Horacio Quiroga, entre otros, dice Eduardo Galeano: “El fútbol espera todavía al gran escritor que se lance a su rescate. Ojalá este trabajo sirva como provocación o estímulo: el desprecio y el miedo han hecho del fútbol un tema tabú, casi invicto, aún no revelado de toda la posible intensidad de las pasiones que resume y desata”. Pocos años más tarde, Roberto Santoro asumió el desafío y nos legó una obra maestra y esencial para los amantes de los libros y el fóbal: Literatura de la pelota, en la que juega a un toque con Juan José Manauta, Leopoldo Marechal, Alvaro Yunque; Roberto Arlt, Baldomero Fernández Moreno, y tira paredes con Agustín Cuzzani, Bernardo Canal Feijoo, Pablo Rojas Paz, Florencio Escardó, Zito Lema y mucho más. “Esto se llamará relación parcial”, dice Santoro y estimula con la misma potencia que Galeano, a futuros recopiladores entre los que hoy se destaca Ariel Scher.
En estos días los amantes de las efemérides de literatura futbolera encontraron estos datos significativas: se cumplen 82 años del nacimiento de Roberto J. Santoro, y se cumplen 50 años redondos de la publicación de Literatura de la pelota.
En la introducción de la primera edición, de la editorial casera Papeles de Buenos Aires , dice Santoro: “Si diéramos en declarar que hay elementos latentes en los habitantes de la ciudad uno de ellos será el fútbol cuya presencia resalta sobre otras no por pura casualidad sino porque hacia él convergen fuerzas de singulares características emocionales. El lenguaje, bastón en el que se apoya toda relación humana, deja a cada paso señales de esa presencia. Sirvan estos ejemplos cotidianos: “¡a papá con juego de alto!”, “el negocio es un gol de media cancha” o “si no llueve pega en el poste" (…). "En este libro lo culto aparece entremezclado con lo popular ya que el fútbol, el fóbal o la pelota o como ustedes quieran llamarlo, es algo que pertenece a cada uno de nosotros”.
Se preguntaba también si valía la pena el esfuerzo y una de las respuestas aparece en la reedición de la obra que hizo en el 2007 la Editorial Lea, como parte de la colección Filo y contrafilo. En la moderna edición de Literatura de la pelota, que tiene en su tapa una pintura de Pedro Gaeta titulada “Primos hermanos”, una escena de fútbol con un jugador de Racing (el cuadro del cual era hincha Santoro) y otro de Independiente, está la primera respuesta contundente: claro que valió la pena.
En el prólogo de esta edición, después de destacar el inmenso valor de la antología, Alejandro Apo agrega: “La desaparición de Roberto marca un punto nítido de la tragedia que hemos vivido. Reivindicar su figura es encontrar el valor de la lucha y la claridad de las ideas”. Y la escritora Lilian Garrido, por su parte recorre la historia de vida. De Santoro: “Nació en la calle Warnes el 17 de abril de 1939. Nunca más se fue de su barrio. Lo fueron. El árbitro le sacó tarjeta roja (¡ladrón!, ¡asesino!, ¡hijo de puta!). Un grupo de tareas lo expulsó de la cancha la noche del 1ro de junio de 1977, al secuestrarlo del colegio en el que trabajaba. Desde entonces nunca más se supo”.
Santoro nos dejó como herencia su inmensa obra poética, su ejemplo de lucha y esta maravillosa antología nacional, popular y cultural que es como el libro sagrado de la literatura futbolera.