El Presidente y su equipo de subgerentes se superan en sus dislates: tras un marzo de masivos repudios populares, una marcha de las clases medias porteñas con falsas consignas como “Defensa de la democracia” los envalentonó como si la tragedia nacional para ellos no existiera. Así reprimieron a los maestros y repartieron amenazas, mientras él se iba de vacaciones otra vez, que parece que es lo que más le gusta.
Así van, tapando escándalos: la vicepresidenta Michetti asistida por la Justicia afín; el Correogate que no es asunto terminado ni mucho menos; el oscurísimo soterramiento ferroviario; la entrega de Arsat, y el vaciamiento de Aerolíneas en favor de Avianca y otras compañías en las que están involucrados el apellido Macri y varios funcionarios. Y mucho más, que el país real –profundo y tan distante del obelisco como de la Casa Rosada– sigue padeciendo porque para estos tipos gobernar no es gestionar una nación sino una mera y simple oportunidad de negocios. Porque son, como dice el gran novelista catalán Andreu Martín, “inteligentísimos economistas formados en Harvard que saben cómo hacer ganar mucho dinero a los ricos pero no saben cómo sacar de la miseria a los pobres; y saben inventar crisis catastróficas que enriquecen a los ricos y empobrecen a los pobres”.
En este contexto se impone, cada día más, la urgencia de organizar la batalla electoral de octubre próximo, que es la inmediata instancia fundamental de la República. No 2019, sino 2017, o sea ahora mismo. Porque estos tipos ya entendieron que esa batalla es decisiva, y por eso se preparan para fraudes y votos electrónicos siguiendo ideas inteligentes del Sr. Durán Barba y las en cambio ominosas de los mentimedios y su telebasura.
Todavía duele la derrota electoral de 2015 y no está mal recordar que perdimos porque ellos acertaron, pero sobre todo por nuestros errores. Y por el hábil manejo que hicieron de la corrupción en el gobierno anterior, que nunca dejó de ser verdad y que muchos, muchísimos, repudiamos, advertimos y denunciamos. El macrismo-radicalismo se blindó con eso y por eso ahora lo más indignante es que exploten esa verdad tipos recontracorruptos como son los que hoy gobiernan y casi todos sus empresarios y periodistas militantes. Y cuyo comportamiento es tan escandaloso que en todo el planeta se dice que la familia y el amiguerío presidencial mantienen el record mundial de dinero fugado y escondido en dizque “paraísos” financieros. Así, con caras duras como piedras, rechazan cualquier acusación con la muletilla –que inocularon a medio país– de que “se robaron todo”.
Y tan así es que, si se recorre el país y se interactúa con sinceridad, se observa que en muchos militantes perdura una especie de pensamiento mágico que funciona entre lo resignado, lo ilusorio y lo peligroso. Y que es necesario señalar para corregir errores que estamos a tiempo de reparar. En primer lugar estando alertas no sólo frente a las bestialidades del gobierno, sino también ante los retorcidos manejos de dirigencias “dialoguistas” y/o “gobernabilidadistas”, el silencio de algunos expectantes, la conducta gelatinosa del massismo y buena parte del PJ, y ni se diga de ciertas dirigencias sindicales.
En consecuencia, parece obvio que ya es tiempo de ponerles nombre a algunas urgencias. Por ejemplo a las candidaturas, que por momentos pareciera que vuelven a ser asuntos secretos, o casi, de los que no se habla con franqueza. Como si los candidatos nacionales y populares para el turno electoral de Octubre fueran asuntos internos dirigenciales, de camarillas o lapiceras.
Hay que trabajar duro dentro del campo popular que está todavía disperso y cuesta reordenar. Es una tarea tan compleja como urgente, que El Manifiesto Argentino viene acompañando para la recomposición de una alternativa clara, decente y profunda.
Plenamente conscientes de que más allá de la torpeza y atropellos de este gobierno de estafadores (que estafaron la voluntad popular prometiendo todo lo que sabían perfectamente que no iban a hacer, y por supuesto no hicieron), el problema de la recomposición de una gran fuerza electoral en todo el país pasa ahora mismo por organizar una Confluencia Nacional y Popular que en todos los distritos lleve como candidatos a los mejores hombres y mujeres de la Argentina, gente de probada decencia y capacidad, que los hay y muchos.
Personalmente –y sin que estas palabras representen al colectivo que integro– pienso que en Buenos Aires, tanto en CABA como en Provincia, deberían ser candidatos, en los primeros puestos, políticos intachables como Daniel Filmus o Adriana Puiggrós, junto a figuras de enorme respetabilidad como Adrián Paenza, Horacio González, Emilce Moler, Alejandro Mosquera, Jorge Luis Bernetti, Graciela Falbo, Tito Cossa y muchos/as más. De igual modo que en Córdoba la escritora Graciela Bialet o la científica Mirta Iriondo; en Mendoza un comunicador de probada decencia como Julio Rudman; en Misiones un socialista incuestionado como Carlos Resio; en Santa Fe un chacarero prestigioso como Pedro Peretti y docentes como Daniel Dusseux o María Luisa Miretti, entre tantos y tantas más, que los hay en cada provincia.
Nosotros en El Manifiesto Argentino tenemos apenas dos o tres certezas: que una nueva Constitución es imperativa; que todo lo arruinado por decreto será restaurado por decreto. Que el patrimonio colectivo en superficie y subsuelo es de la nación e irrenunciable. Que la salud, la educación y la previsión social son funciones indelegables del Estado. Que la deuda que contraen estos irresponsables no será reconocida ni pagada con el sudor del pueblo argentino. Y que para limpiar la Justicia y la Política lo primero que hay que hacer es empezar a hacerlo. Buen principio este último para proponer y popularizar, ya, las mejores listas de candidatos/as para octubre.