La andanada piazzollera que recorrió el mundo a cien años del nacimiento de Astor sigue dejando estelas. Se trata en este caso de Tinto Tango Plays Piazzolla, excelente disco publicado por el Quinteto del director musical argentino Mariano Dugatkin, con base en Los Angeles. “Esto se lo debo a mi padre”, reconoce el músico. “De chico, él me llevaba en auto a la escuela o al club a jugar al futbol escuchando a Astor en un casete, y después de terminar cada tema me decía ´degustá cada pieza como quien deja deshacer un bombón de chocolate fino en la boca´”. Tan en serio se lo tomó que así le fue, a él, y a los músicos que lo acompañan en este viaje sonoro por once piezas, hacia las entrañas del marplatense: dos estadounidenses --Alan Busteed, en violín y el contrabajista, Stewart Rosen--, y dos argentinos: el guitarrista Dino Durand y Matias Piegari al piano. “A los cinco nos une el deseo de trazar puentes entre el tango, la música clásica, la contemporánea, y el jazz… como a Astor”, acierta Dugatkin.
Tinto Tango tiene sus orígenes en 2012, año en que Dugatkin –33 años entonces-- arribó a Los Angeles, tras varios años de intensos trabajos como productor, docente, pianista y bandoneonista en Buenos Aires. Una vez instalado allí, donde además se reencontró con una novia que había tenido a los 15, tomó contacto con el guitarrista y compatriota Dino Durand. Ambos coincidieron en armar un grupo. Primero fueron trío, luego quinteto, pero no podían resolver un problema básico: el nombre. “En cada presentación nos ponían uno distinto”, evoca el músico. “Y así fue hasta que nos invitaron a tocar al festival de Cine Argentino en el Egyptian Theater, de Steven Spielberg… Fue en esa ocasión que decidí buscar un nombre fijo para el grupo. Pasó que en la previa a la presentación, la cabeza no paraba de darme vueltas. Pensaba distintos nombres hasta que en una cena me cayó la ficha: pintó un malbec, y así nomás llegué a la palabra tinto. No sé, el vino es muy nuestro –particularmente el malbec-- e inconscientemente lo asocié con el rojo pasión. Pero en el plano consciente, simplemente me gustó cómo sonaba la palabra junto a la de tango”.
Dugatkin lleva el tango piazzollero en las venas desde que lo oía a través de su padre, y lo licuaba para sí con la bossa nova que le bajaba por línea materna, y el jazz de John Coltrane o Miles Davis que provenía del tocadiscos de su hermano mayor. “Con mi viejo teníamos una cosa muy nuestra. Como él veía que yo suspiraba cada vez que escuchaba a Piazzolla, generó una rutina, como una ceremonia, para darle aun más relevancia a la situación de escucha que por cierto funcionaba”, recuerda el músico, en referencia a los citados viajes en auto. Y aquel futuro llegó, claro. Es precisamente lo que se escucha, subjetivado, en el rabioso y veloz vuelo rasante por “La muerte del ángel”; en la belleza intrínseca de “Adiós Nonino”; en la preciosa sombra que cubre almas a través de “Milonga del ángel”; o en la intrepidez que el grupo activó en la introducción de “Libertango”.
“Hasta grabar el disco, con ´Libertango´ siempre nos dimos la libertad
de tocarlo de acuerdo a la circunstancia: con o sin introducción; haciendo juego de aplausos y chasquidos con el público para generar un clima de juego participativo y elaborando la base rítmica 3+3+2, modulando una segunda o una tercera arriba, o sin modular quedándonos todo el tema en La menor. En el caso de esta grabación se dio un ejemplo más: ya con el arreglo pautado, escrito, y ensayado, llegamos a la primera sesión de grabación y mientras probábamos sonido, escuchando el monitoreo y entrando en calor, al pasar esta pieza noté que Piegari estaba totalmente compenetrado tocando en el piano algo diferente en los últimos veinte compases. Me acerqué, le pedí que me mostrara lo que tocaba, y me fascinó. Entonces le pedí que hiciera lo mismo pero en La menor, y así fue que nació la base sobre la cual luego construí la introducción con los demás instrumentos”, desarrolla el músico sobre la visita más osada del flamante trabajo.
--¿Y la historia de “La muerte del ángel” cómo fue?, ¿De qué manera trabajó el grupo esos arreglos vertiginosos, veloces, poderosamente urbanos?
--En 2016 me convocaron los Lombard Twins para tocar en una serie de shows. Ellos querían hacer la versión de “La Muerte del Angel” que Astor grabó en el Central Park, en la que la fuga del comienzo la inicia el piano. Esta versión no está escrita, y la que generalmente circula y la que la mayoría de los grupos toca es la copiada por José Bragato, que tiene al violín en el comienzo. Pero como yo venía recién salido del conservatorio y un tanto entrenado en la escritura de fugas, desgravé aquella versión del Central Park y le hice algunas modificaciones. Entre estas, nuestra versión cuenta con la participación de la percusión pero no como simple apoyo rítmico del discurso, sino como una voz dentro del conjunto sonoro.
--¿Costó hacer la elección final, la que quedó en el disco, entre tanta e intensa obra?
--En total grabamos 22 versiones, y el año que viene sacaremos el segundo disco con las que faltan. De todas formas, fue muy difícil elegir, claro… como diría mi viejo este disco es una caja de bombones y seleccionar cuando son todos deliciosos, no es tarea fácil.
--¿Cuál es el nivel de recepción que tiene la obra de Astor en Estados Unidos, en general?
--Lamentablemente entre las películas y el ballroom dance, el americano medio sigue viendo al tango de una forma un tanto caricaturizada. Quiero decir, lo asocia al tipo que lleva a la mina de una forma un tanto abrupta y exagerada de lado a lado de la pista, con una rosa roja en la boca. Sin embargo, están los que gustan de bailar lo que aquí denominan “Argentine Tango”, algo que se toman como una actividad más seria, aunque recreativa… Así llegan a nuestro tango. Es muy lindo ver a los gringos disfrutando de D'Arienzo y la Vieja Guardia. Ahora, puntualmente en relación a la música de Astor, ésta no entra en las milongas pero si en salas de conciertos y en el mundo del jazz. Él logró expandir los estándares tradicionales del tango uniendo este género con la música clásica, la contemporánea, y también con el jazz. Entonces, para el reducto más cultural que gusta de ir a conciertos y festivales, la obra de Astor cada vez logra más adeptos.