“Me agarrás con el entusiasmo a flor de piel”, confiesa Grisel Pires dos Barros. Especializada en literatura infantojuvenil, Pires dos Barros es una referencia ineludible al momento de hablar con educadores sobre el noveno arte. Desde hace años, además, oficia como coordinadora del jurado de los Premios Banda Dibujada. Ahora, con la aparición de El increíble barco pirata volador, de Brian Jánchez, también devino editora, pues dirigirá la colección “Grandes historietitas” del sello Maten al Mensajero. La colección se propone como una serie de fascículos de “enciclopedia salvaje y delirante” para pibes, con fuerte énfasis en lo lúdico y la posibilidad de continuar el universo del relato por otros medios que involucren a los lectores. Las referencias van desde Los cuentos del Chiribitil hasta la revista Humi, e incluso antologías como las editadas por Spiegelman y Mouly.
-¿Cómo ves la situación de la historieta infantil hoy en Argentina?
-Desde los Premios Banda Dibujada, que llevan unos 10 años, ahora un poco truncados en el último tramo por la pandemia, fue creciendo el sector de la historieta, no sólo la que es para chicos, a medida que se desarrollaba el país y sus circunstancias. Cuando empezaron los premios parte de lo que veíamos era que de la cantidad de títulos presentados, en un premio específicamente para historieta infantil y juvenil, tenía muy poca historieta para chicos. Porque se publicaba poca. Esto fue creciendo con las siguientes entregas, pero la proporción se mantuvo. Paralelamente vemos un despliegue de la edición de libros para chicos y su circulación, muy fuertes.
-¿Qué falta?
-Básicamente creo que falta más. Más libros. Y también falta mayor conexión con los canales por los que anda la literatura infantil. Mayor contacto de quienes trabajan en historieta con los mediadores de lectura: docentes, bibliotecarios. En ese sentido lo que estamos pensando desde Maten al Mensajero con esta colección tiene muy en la mira esta tarea: encontrarnos con quienes vayan a leer y compartir este material. Nos interesa mucho charlar sobre historieta con mediadores, bibliotecarios, educadores de todos los ámbitos. Por eso queremos aprovechar mi trabajo de muchos años en el tema. Mi interés acá es doble: quiero publicar unas historietas que estén buenísimas, compartirlas con los pibes y con muchos colegas. Que circulen más historietas, porque eso abre la mirada y ofrece muchas posibilidades para el desarrollo de la lectura y la experiencia estética general.
-¿Cómo afectó la situación de pandemia los hábitos de lectura de los niños? ¿Qué rol pueden jugar las historietas ahí?
-Es súper compleja la respuesta. Porque la pandemia, con su primer tramo de encierro, produjo sobre todos multitud de cambios muy intensos, muy rápidos, en muchos aspectos de la vida, y en un tiempo que además todavía no terminó. A la vez, tanto las familias como los chicos, como quienes trabajamos con pibes en distintas situaciones, buscaron las maneras de comunicarse. Se viene hablando de la sobreexposición de las pantallas, pero que las pantallas se ligaran más a lo escolar saturó ese objeto en otros momentos tan deseado. Eso produjo otros tipos de sociabilidades. No es tan automático como “hay mucha pantalla, se vuelcan al papel”. Pasaron cosas más complejas, pero sí pasó que el papel adquirió otra intensidad para los pibes. Pero me pasaba que en los encuentros virtuales con chicos y chicas tenían necesidad de contar qué estaban leyendo, y así como se movía tarea o bienes esenciales, también había un movimiento de libros y juguetes que pasaban de unas casas a otras. Había un compartir libros y una especie de correo de lectura entre ellos. También me pasó de consultas por historietas.
-¿Cómo se desarrollaron esas consultas?
-Por ejemplo, una compañera me hablaba de un chico muy chiquito que aún no tenía fluidez de lectura y necesitaba de otros para leer si había prosa muy abundante. En algún momento aparece una historieta en todo este proceso. Y causó especial interés porque la manera en que las imágenes armaban secuencias y contaban historias capturó a este pibito. La mamá necesitaba más para darle y que él también pudiera manejarse autónomamente sus tiempos, y eso servía también para los adultos, que pudieran organizar mejor su tiempo con todas las demandas del teletrabajo. Así pasó en muchos casos y casas. Creo que hay una potencia de la historieta en la lectura que le abre un lugar en esta circunstancia. Y hay una en particular que a mí me interesa: que la historieta está más ligada a la idea de juego, de lectura no relacionada con un deber, y me parece que por eso puede tener un lugarcito de desarrollo en medio de todo esto. Ser el espacio para la lectura que en algún momento Michel Petit pensaba para que los chicos desarrollaran su propio lugar, un espacio para sí mismos, donde haya despliegue de imaginación y autonomía.
-En la colección aparece la idea de juegos extra en los libros, ¿está vinculado a esto?
-Otra cosa que pasó con la pandemia, la cuarentena y la virtualidad, es que apareció una demanda de lo analógico, no sólo del papel para leer. Nos funcionaba mucho en los talleres que hacíamos de Eduación por el Arte, que cuando había propuestas para pegar, armar, juntar cajas de cartón y hacer cosas, generaba mucho entusiasmo. Eso es algo que ya teníamos en mente porque viene de las tradiciones que habíamos elegido, pero que tuvimos especialmente en cuenta para el armado de Grandes Historietitas. Toda la historia sale hacia afuera del libro y se construye como una proyección del libro hacia la vida de los pibes.