Hace un año en una columna en estas páginas, cité al astrofísico Neal DeGrasse Tyson quien dijo en los primeros días de la pandemia: “Estamos en el medio de un experimento masivo y mundial. Ese experimento es ¿vamos a escuchar a los científicos?” Con un triste saldo de 140 millones de casos y mas de tres millones de muertes en el mundo en el último año, se puede inferir que en la mayoría de los países el experimento expuesto por DeGrasse Tyson fue un fracaso monumental.
En EEUU sufrimos la quinta parte de los fallecidos de covid del mundo. Seg{un estudios recientes, de la mitad a dos tercios de ellos podrían haberse evitado con un gobierno que escuchara a sus científicos y autoridades sanitarias. Otro dato impresionante es que si sumamos America del Norte y del Sur, más Europa, representan el 19 por ciento de la población mundial, pero tienen el 85 por ciento de los muertos.
Si armamos una lista de los países que tuvieron éxito al enfrentar la pandemia, o sea países que escucharon las alertas de los científicos y sanitaristas, podemos incluir a Corea del Sur, Taiwán, Vietnam, Laos, Camboya, Singapur, Nueva Zelanda, Australia y toda África, excepto Sudáfrica. Son naciones con diferencias tremendas en términos socioeconómicos, políticos, geopolíticos, culturales, algunas desarrolladas y otros en vía de desarrollo. Lo que tienen en común es que instalaron rápidamente políticas sanitarias, apoyadas por toda la población, y ¡¡¡ESCUCHARON A LOS CIENTIFICOS Y SANITARISTAS!!!
Argentina, trabajó muy bien durante los primeros tres o cuatro meses y hasta figuró en la lista de los diez países del mundo que lidiaron bien con la pandemia según la revista Time. Pero desde entonces entraron en juego los negacionistas, anti-ciencia, anti-vacuna, bolsonaristas y libertarios. Inventaron el término despectivo “infectadura” y realizaron protestas no tan grandes pero muy ruidosas, mientras la vasta mayoría se quedó en sus casas, respetando la cuarentena en silencio.
Y ¡voila! Argentina se hundió. De un país que al principio de la pandemia aplaudía todas las noches al personal médico por su heroismo, ahora muchos argentinos, especialmente porteños, golpean cacerolas en lugar de aplausos, y la tristeza ha reemplazado a esperanza. La oposición política y sus columnistas de la muerte en los medios grandes mostraron sus verdaderas caras, con sus mentiras muy coordinadas primero contra la cuarentena y ahora contra las vacunas.
Es interesante comparar la situación que tenemos aquí con la de nuestros vecinos trasandinos. Chile, un país siempre puesto como modelo por ciertos políticos y sus columnistas de la muerte, entraron en un lockdown, o cuarentena total, tres semanas antes que Argentina. No hubo protestas, ni gritos de la oposición política, aunque las medidas son mucho mas fuertes que aquí, incluyendo toque de queda y permisos para salir a hacer compras sólo dos veces por semana. Las escuelas se abrieron en los primeros días de marzo y, casi inmediatamente se volvieron a cerrar debido a varios casos de covid en las aulas. Hubo medidas que restringieron los movimientos dentro del país, que no permitían que la gente viaje de zonas consideradas peligrosas a zonas con menos casos.
Chile, con menos de veinte millones de pobladores, hizo acuerdos de vacunas con Pfizer y Sinovac, y hasta febrero sólo había recibido 35.000 vacunas de Pfizer. Entonces empezaron a llegar más, hasta alcanzar 1.900.000 ahora, solo el 19 por ciento de lo acordado en diciembre. Tambien usaron Sinovac, aunque esa vacuna china tiene una tasa de rendimiento más baja en su primera dosis. Chile tuvo éxito en conseguir más de doce millones de sus dosis y lograron vacunar a muchos de sus ciudadanos con dos dosis, lo que consigue una efectividad mucho mas alta.
A diferencia de esos políticos y sus columnistas de la muerte en Argentina, el amplio espectro de actores en Chile entendió que había problemas mundiales para conseguir vacunas y no hubo reclamos de la izquierda por el uso de la vacuna de Pfizer, o de la derecha por la de Sinovac. En los grandes medios chilenos no hubo voces de anti-vacunas y quizás por eso el país trasandino tiene uno de los porcentajes mas altos de vacunacion en el mundo, con casi cuarenta por ciento con dos dosis.