“Ya va más de un mes de su ausencia, y no sabemos nada de Javier”, dicen en la familia de Javier Videla. El abogado, empleado del poder judicial de General Roca, desapareció en la madrugada del 4 de marzo. Por el hecho está imputado el mecánico Antonio Colicheo, quien se niega a declarar. Colicheo fue detenido en un puesto de campo cercano a la localidad de Casa de Piedra, al norte de Roca, en el límite entre Río Negro y La Pampa. Cerca de ese puesto, al otro día de la desaparición de Javier, fue encontrado, semienterrado, el cuerpo de Alejandra Casmuz, de 29 años. Llevaba allí dos días y tenía dos impactos de bala, confirma el peritaje forense.

La angustia de la familia y los amigos de Javier se suma a la extraña trama que envuelve al caso, en la causa hoy unificada al homicidio de la joven cuyo cuerpo fue encontrado en el campo. En el puesto más cercano al lugar del hallazgo estaba el coche por el que la policía buscaba a Colicheo, por ser la última persona con quien se vio a Javier. Y por haber disparado contra la casa donde Videla vivía con su pareja, Julio Sánchez.

Colicheo dormía en ese puesto cuando la división de criminalística llegó al lugar. En el coche había un bolso. “Parece que alguien quería hacer un viaje”, confirman fuentes de la investigación a Página/12. El coche, un Chevrolet Agile, pertenece a una hermana de Javier, Andrea. Colicheo tenía que repararlo y demoraba, pese a que ya había cobrado el total del arreglo. Eso inició la discusión que habría terminado con el secuestro y la desaparición de Javier, confirma Marcial Peralta, abogado de la familia Vidal.

A Javier se lo vio por última vez, declara Sánchez --único testigo del hecho--, junto a Colicheo, esa noche de marzo. “Estaban en el coche de Javier, un Chevrolet Vectra”, señala Peralta. La familia cree que fue secuestrado por el imputado, luego de una discusión por la demora en la entrega del auto de Andrea. La denuncia de Sánchez sostiene que, esa noche, desde el auto de Javier, Colicheo le disparó dos veces. “Sánchez declaró que eso sucedió fue cuando él salió de la casa, al escuchar el coche de Javier, y los impactos están como evidencia en la puerta del domicilio”, afirma.

Esa noche, Javier salió con Colicheo, supuestamente a buscar el auto de Andrea. Una hora después se produjo el incidente donde, según Sánchez, Javier llegó en su auto y él salió de la casa. Lo vio adentro del auto, con el mecánico, y lo escuchó gritar: “¡Corré Julián, corré!”. Desde el auto dispararon dos veces. Las balas impactaron en la puerta de esa casa del barrio Aeroclub, allí donde el terreno ya es parte de la estepa. “A partir de ahí no se sabe más nada de Javier. Julio llama a la policía y comienza la búsqueda”, detalla Peralta. A las cinco horas, el auto de Javier apareció estacionado a 150 metros de la casa. Adentro hay manchas de sangre y dos impactos de bala.

La trama macabra

Mientras, en el campo, al norte de la ciudad, se produjo “un hallazgo macabro”, y empezó “la historia tenebrosa”, puntualiza Peralta. Explica que el día anterior, a 70 kilómetros de Roca, hacia el norte, “un baqueano que iba de recorrida por el campo, de a caballo y con sus perros, hace el hallazgo”. Son campos de secano, de matas bajas. Campos patagónicos, describe. Y los perros descubrieron el cuerpo medio enterrado de Alejandra. Llevaba dos días ahí. Tenía dos impactos de bala.

“Cuando llega criminalística --añade Peralta--, encuentran en ese puesto un auto como el que buscaban por la desaparición de Javier”. Al identificar el vehículo como “el coche de Andrea”, se dan cuenta de que ahí se había refugiado Colicheo. Entre sus pertenencias “encuentran el celular de Javier, la billetera con la documentación, y un par de zapatillas que no se condicen con las personas que viven ahí”, señala Peralta.

Así empezó el proceso de conexidad de las dos causas. “El análisis balístico demuestra que los disparos en el cuerpo de Alejandra Casmuz son de un arma 9 milímetros, igual a los proyectiles que impactaron en la puerta de la casa de Javier, y provienen de la misma arma. La tenía en su poder Colicheo. Por eso se lo detiene --confirma Peralta--, por tentativa de homicidio y desaparición forzada de persona, por el caso de Javier, y por el femicidio de Alejandra”.

El arma en poder de Colicheo se había reportado robada en la ciudad de Neuquén. Y mientras el imputado era trasladado al penal de Viedma, se esperaban los resultados de las pruebas de sangre, tomadas en el coche de Javier Videla. Se están analizando en el laboratorio forense de Bariloche, donde se cotejarán con muestras de las hermanas de Javier y de su madre. El peritaje incluye, además, 17 teléfonos celulares tomados en allanamientos realizados en casas vinculadas a familiares de Antonio Colicheo.

La familia de Javier

El extraño caso policial que envuelve la desaparición de Javier Videla presenta un panorama inusual en la investigación forense del lugar. Y en su devenir, aumenta la angustia en la familia Videla, de sus compañeros de trabajo y de los vecinos del barrio J. J. Gómez, donde viven su madre y sus cuatro hermanas: Silvana, Andrea, Erika y Natalia. En ese barrio, en la Biblioteca Popular Quintún, trabaja la madre de Videla, Elsa Gallego. “Ella está desconsolada”, confirma el abogado.

En ese barrio, Javier es una referencia para los vecinos. “Era un chico hermoso, siempre estaba atento a todo”, cuenta Marta, de la Biblioteca Quintún. “Lo recuerdo de niño, gran lector, ávido, también buscaba libros para su mamá, y su papá arreglaba las guitarras de la biblioteca --recuerda--, una familia trabajadora, y él siempre comprometido con el barrio. La última vez que hablamos me dijo que quería hacer un campeonato de ajedrez, después vino la pandemia no se pudo concretar. ¡Esto es una desgracia!”.

Su familia sigue esperando saber qué sucedió con el hombre de 43 años, que se recibió de abogado el año pasado, y hacía muchos años trabajaba en la Cámara Civil de General Roca. Sus amigos y la familia realizaron un bocinazo por el esclarecimiento del caso. “Fue gran cantidad de coches, fue una recorrida por la ciudad”, afirma Peralta.

Mientras, en torno a la búsqueda y el rastrillaje en la zona, el abogado recuerda que “el cuerpo de Alejandra se encontró en un campo a 70 kilómetros de Roca”. Pleno desierto. “No hay localidades por ahí, con lo cual el rastreo se hace difícil: es todo barda, son 75 kilómetros de largo por 30 o 40 de ancho --explica--. Y también se trabaja con buzos, en el cauce del río Negro, por las dudas que pueda encontrarse el cuerpo ahí”.