“Los periodistas y políticos que llaman a resistir las medidas dictadas por el Gobierno son auténticos criminales. El sistema va a colapsar en pocos días y si se colapsa hay que prepararse para vivir la situación de Brasil, donde los hospitales ya saturaron, falta oxígeno y sedantes. Hasta los propios cementerios ya no tienen lugar en los que enterrar a los fallecidos, es muy triste”, señala Arnaldo Dubin, jefe de Terapia Intensiva del Sanatorio Otamendi y profesor de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de La Plata. En este diálogo, el miembro de la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva, describe el escenario que los profesionales de la salud afrontan en la actualidad y solicita, ante las restricciones en la circulación dictadas por el Gobierno, también reforzar los cuidados individuales.
-¿Cuál es la situación que afrontan las terapias intensivas?
-El asunto es muy claro, tanto que no resiste los relatos que se intentan crear alrededor del sistema sanitario. En los medios suelen decir que en unos días vamos a tener una mejor perspectiva y que vamos a poder evaluar la situación en la que estamos, cuando la realidad de los hospitales nos indica otra cosa. La situación, en el día a día, es verdaderamente dramática. La Sociedad Argentina de Terapia Intensiva lo dejó en claro con el relevamiento que hizo hace poco: hay un 95% de ocupación de camas en el AMBA, tanto en el sector público como en el privado. Hace más de una semana, un conjunto de organizaciones del sector público, privado y de la seguridad social alertó sobre el inminente colapso del sistema, y el documento fue refrendado por el conjunto de las sociedades científicas argentinas. Todo lo que te pueda decir queda chico al lado de lo que vivimos en lo cotidiano.
-¿Cómo es en el cotidiano?
-Los malabarismos que hacemos para conseguir una cama en terapia intensiva son increíbles. Están los pacientes que pasan horas arriba de una ambulancia antes de conseguir un lugar para ellos, así como también los que son ventilados en áreas que no son apropiadas. El sistema se robusteció al comienzo de la pandemia, con más camas y respiradores, pero ahora estamos verdaderamente complicados, la cosa explotó. El cuello de botella, la limitante, son los recursos humanos. Me refiero a los intensivistas, a los enfermeros, a los kinesiólogos y médicos que estamos cada vez peor.
-¿Por el cansancio y el estrés que afrontan?
-Es que ya éramos muy pocos previamente a la pandemia. La covid hizo estragos en nuestras filas: muchos se contagiaron, algunos frente al peligro inminente decidieron no volver al trabajo y también están los que, desafortunadamente, murieron. Hay profesionales que abandonaron sus tareas vinculadas a la terapia intensiva, porque estaban sometidos a una carga que les empezó a hacer realmente muy mal. Para nosotros lo que ocurre es extraordinario y brutal; estamos exhaustos, las condiciones laborales son malas y los sueldos insuficientes. Tenemos una fatiga terminal y, para colmo, no solo nos afecta a nosotros sino también a los pacientes.
-¿En qué sentido?
-En muchos. Lo puedo graficar con un ejemplo. Si una persona sale a correr realiza un esfuerzo físico que es imposible de sostener de manera indefinida, porque llega un momento en que se cansa, se fatiga y se detiene. Por más voluntad que ponga, llega un instante en que el rendimiento comienza a decaer. En la terapia intensiva, la fatiga del profesional implica que se mueran más pacientes. No es una opinión mía, un parecer, es un conocimiento basado en evidencia científica. Se ha demostrado en todo el mundo y nosotros lo hemos comprobado desde Argentina en un estudio con casi dos mil pacientes. Si tomamos dos pacientes similares (de una edad parecida, con una trayectoria clínica semejante), el que se internaba en abril o mayo de 2020, probablemente, tenía mejores chances de sobrevivir que uno que lo hacía en septiembre u octubre cuando afrontamos el pico. Cuando se habla de la tensión del sistema es esto, no otra cosa. Lo digo con énfasis: el sistema está más endeble.
-El problema es que el escenario epidemiológico no ofrece un buen panorama de cara a los próximos días.
-La situación epidemiológica es explosiva. Por el momento, las camas se consiguen, cuesta mucho pero se consiguen; la verdad es que permanentemente estamos pasando zozobras y, como los contagios que se registran hoy impactan en unas semanas en las terapias intensivas, la perspectiva para los próximos días en francamente desoladora.
-¿Qué se puede hacer ante esta realidad que describe?
-Más de lo que hacemos desde el sistema sanitario no podemos. La única tarea importante que nos queda es limitar los contagios, respetar las normas de cuidado prestablecidas y si es necesario incrementar los cierres. Lo que una parte de la sociedad no entiende es que estamos luchando contra una enfermedad. Los intensivistas estamos indignados con todos aquellos que desde los medios y la política atentan contra las restricciones y ponen en peligro la vida de miles de argentinos. Esto es muy grave.
-¿Qué opina de las clases presenciales que defiende el gobierno de CABA?
-Me parece una nimiedad discutir en este momento la presencialidad en las escuelas, cuando estamos en caída libre hacia los abismos de la peor catástrofe sanitaria que ha habido en el país. Los periodistas y políticos que llaman a resistir las medidas dictadas por el gobierno son auténticos criminales. El sistema va a colapsar en pocos días y si se colapsa hay que prepararse para vivir la situación de Brasil, donde los hospitales ya saturaron, falta oxígeno y sedantes. Hasta los propios cementerios ya no tienen lugar en los que enterrar a los fallecidos, es muy triste. En este marco, lo único que podemos hacer es cuidarnos y si con las responsabilidades individuales no alcanza, es vital que el Estado ejerza su propia responsabilidad.