La respuesta de los sindicatos locales de CABA a la caprichosa resolución de la justicia porteña pone, después de mucho tiempo, la principal contradicción al desnudo. Desoyendo el DNU presidencial que suspende la presencialidad escolar, el Jefe comunal de la Capital, Horacio Rodríguez Larreta, pretende obligar a los trabajadores de la educación a concurrir a las escuelas. En respuesta, los gremios docentes con la solidaridad de los demás sindicatos del sector público decretan el cese de actividades. El conflicto de poderes va escalando significativamente y sale fuera de la mera campaña electoral.
La derecha derrotada en las elecciones presidenciales procura la desestabilización a como dé lugar y la respuesta como tantas otras veces, quedó en manos de los trabajadores organizados.
Si los dirigentes sindicales que encabezan la huelga son conscientes del calibre del hecho que asumen lo dirá el futuro, pero se impone resaltar que la decisión tomada marcará el derrotero de la pandemia. La peste no perdona y no brinda espacios para la demagogia. El enfrentamiento con esta derecha ha escalado definitivamente y el después depende del presente.
Ya no serán las encuestas, manipuladas siempre por los que la pagan, ni la opinión de 4 exaltados seriales con formato de comunicadores los que marcarán el rumbo de la historia. Si los convocantes logran la adhesión de las bases y el paro es total, la discusión vuelve a las fuentes y el gobierno de CABA tendrá que demostrar cuanto poder real detenta para imponer su voluntad.
El apoyo de los trabajadores a las medidas del gobierno nacional en defensa de la salud de todos es apenas un gesto al lado de la determinación de paralizar la ciudad en la cara del gobierno local.
O Rodríguez Larreta retrocede y absorbe el golpe, o lo replica y el conflicto escala hacia lo imprevisible. Los dirigentes de los sindicatos docentes han hecho lo que las circunstancias obligaron a enfrentar. Los líderes de los otros sindicatos se plegaron solidarios como lo señala la historia de los movimientos obreros a lo largo del tiempo. El gobierno local actúa con la prosapia de sus ancestros para enfrentar a los que no se someten, una vez más los viejos enemigos se ven la cara. El gobierno de la Ciudad de Buenos Aires no pude soportar en silencio que sus propios dependientes le pinten la cara, habrá que ver cuál es la respuesta.
El contundente acatamiento en el sector público cercano al 90% y un poco menor en el sector privado muestra una base laboral en línea con las decisiones presidenciales y no dispuesta a obedecer al gobierno local a costa de su propia seguridad y la de los alumnos. Las amenazas de descuento por ausencia a los huelguistas y de perder el lugar en la escuela a los alumnos que falten, fue dado por tierra por la propia justicia que además le ordena al gobierno proveer medios tecnológicos para la educación en forma remota.
Nada hubiese transcurrido así sin la firme decisión de los gremios de la educación y el apoyo de ATE y la solidaridad de SITRAJU. Cuando la resistencia viene de los trabajadores, las decisiones políticas y judiciales se precipitan y adquieren otro cariz.
El segundo día de paro fue más contundente aún. Si la respuesta del Jefe de Gobierno se agudiza será el turno de las cúpulas sindicales. La huelga es una medida que se adapta con mucha lógica al aislamiento que impone la pandemia.
Lo que está sucediendo en Neuquén con los trabajadores de la salud puede generalizarse por las condiciones de agobio laboral y magros salarios que sufren tanto por parte del estado como por los privados y obras sociales en la Capital Federal. Cuando la solidaridad sindical se expande los movimientos de protesta se potencian. La pandemia sigue escalando y las medidas de aislamiento de CABA apuntan a expandirse. Es hora de firmeza en las decisiones.
*El autor es secretario de Derechos Humanos de la CTA y dirigente histórico de la UOM.