El 9 de marzo nos cambió la historia. El tan temido sonido de la sirena de los bomberos rompió la calma de la tarde. Más de seis focos en simultáneo se sumaron al que ya ardía desde enero, llevándose la vida de cuatro personas, más de 400 casas, mascotas, talleres, vehículos, animales y miles de hectáreas de bosque. El tan amado paisaje patagónico se transformó en pocas horas en la imagen de la desolación.
La intencionalidad de los incendios que asolaron a las localidades de Lago Puelo y El Hoyo fue incluso denunciada por el Ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Nación, Juan Cabandié, en sus redes sociales: "Es innegable la simultaneidad de 6 focos en un lapso menor a 2 horas. La intencionalidad resulta evidente, y afecta no sólo a los bosques, sino también a los vecinos y vecinas de las zonas aledañas (…)”. Las investigaciones, si es que se están llevando a cabo, aún no han dado con ningún responsable.
Tres de los barrios más afectados corresponden a las urbanizaciones del Lote 26 y las ocupaciones denominadas Eco Aldea y Bosques al Sur, ocupadas por familias de artesanos y trabajadores de diversos oficios, quienes se han establecido a lo largo de las últimas décadas ante la falta de la posibilidad de acceder a la vivienda propia. Estos barrios y quienes vivimos en la ruralidad de estas localidades compartimos la característica de estar en interfase (casas construidas entre el bosque) con el potencial peligro de que un incendio forestal ponga en riesgo bienes y vidas tal como ocurrió ese fatídico martes.
La Brigada del Servicio Provincial de Manejo del Fuego, instalada en Las Golondrinas, una de las zonas más golpeadas por el fuego, resultó completamente destruida así como también las casas de al menos dos brigadistas mientras luchaban denodadamente para salvar las casas de otras personas. Cabe señalar que, como el resto de les trabajadores estatales de la provincia de Chubut, desde hace más de tres años, los y las brigadistas cobran su salario (congelado en 2019) con hasta dos meses de atraso, carecen de equipamiento y la ropa ignífuga y calzado que utilizan tiene varios años de antigüedad.
Según relevamientos oficiales, más de mil personas se vieron afectadas, con pérdidas totales en más de 300 viviendas y otras tantas dañadas parcialmente. Hubo 61 productores rurales que, además, perdieron galpones y maquinarias, alambrados, campos de veranada, es decir, todo aquello que incide en la economía de nuestra región.
Es el peor golpe que ha recibido un pueblo que históricamente ha elegido el camino del Buen Vivir, cultivando formas de producción amigables con la naturaleza y oponiéndose al extractivismo en todas sus formas (llámese inmobiliario, megaminería, etc...).
Es en esa manera de ver la vida, de aquellos que elegimos vivir en este rincón de la Patagonia, de donde sale la fuerza que impulsa la reconstrucción.
En los días que siguieron a la devastación, cientos de manos solidarias se unieron en la limpieza de los terrenos, rescatando de entre las cenizas los mínimos vestigios de lo que fueran cientos de hogares. De todo el país llegaron donaciones de ropa, agua y alimentos. Se organizaron centros de acopio en instalaciones municipales, pero también en los propios barrios afectados.
Desde la Regional Noroeste del Chubut de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos comenzamos a recorrer las zonas afectadas, en un intento por relevar la situación de nuestrxs vecinos y vecinas. Entre las personas afectadas hay estudiantes de nuestras escuelas, ya que en su mayoría somos docentes, compañeros y compañeras de trabajo, amigos, amigas, gente que conocemos porque es lo que sucede en los lugares pequeños. Su dolor es el nuestro. Ver el esfuerzo de toda una vida convertido en cenizas es desolador.
En muchos casos, en parajes más alejados de las rutas, somos las primeras personas que se acercan a ver qué ocurrió, cuáles son sus necesidades y cómo podemos ayudar en la reconstrucción.
La prometida ayuda del Estado nacional llegaría, según sabemos, en forma de módulos habitacionales provisorios. De acuerdo a los dichos de Julio Ruiz, Secretario de Obras y Servicios Públicos de la localidad de El Hoyo, durante una entrevista en Radio Nacional El Bolsón, los módulos para esa localidad serían treinta, y los primeros quince estarían terminados aproximadamente en dos meses y medio, tiempo que podría extenderse por razones climáticas. En Lago Puelo, los plazos serían similares.
Ante la proximidad de la llegada de la época de lluvias y frío, las familias han encarado por sus propios medios la reconstrucción de sus hogares. Grupos de voluntarios y voluntarias, incluso de otras provincias, se han puesto al hombro la tarea de colaborar, y es así que la suma de voluntades ya ha levantado parcialmente alrededor de setenta casas (en poco más de un mes), la mayoría utilizando técnicas de bio-construcción, lo que además de ser una manera de construir amigable para el ambiente, es definitiva y tiene excelentes condiciones de termicidad.
Quienes vivimos en la Patagonia sabemos que los tiempos climáticos de nuestra región no coinciden con los tiempos de las gestiones burocráticas. La gente no puede seguir viviendo en refugios precarios ni en carpas con lluvia y frío.
También fue la organización de voluntades la que brindó desde un primer momento el apoyo psicológico, tan necesario después de haber vivido algo tan traumático y brutal. Es así que grupos de psicólogos y psicólogas se organizaron para visitar y acompañar a las personas afectadas.
Así también surgieron espacios autogestionados para apoyo a las infancias en Radal, Eco Aldea y Playón del Pinar. Los mismos fueron visitados por funcionarias y funcionarios de la SENAF (Secretaría Nacional de Adolescencia y Familia) quienes enviarán insumos lúdicos, didácticos y escolares reconociendo así el valor del trabajo comunitario.
Los diferentes grupos de voluntarios y voluntarias formamos una enorme red y articulamos las acciones para llegar a las personas afectadas de la mejor manera. Nos organizamos de manera asamblearia, horizontal y nos repartimos en comisiones de trabajo para optimizar los recursos. Lo que llega a través de esta red, va directamente a las familias afectadas.
Más allá de que hay gente que lo ha perdido todo, somos una comunidad que ha sufrido un trauma colectivo. Sólo el esfuerzo conjunto nos permitirá seguir andando, y es algo que se respira en el día a día. Nadie baja los brazos a la hora de ayudar.
Desde la APDH hemos lanzado una colecta a nivel nacional llegando hasta el momento a 48 familias con materiales para la reconstrucción de sus hogares y esperamos sumar más.
A su vez, desde la Regional, armamos una campaña denominada Apapachar Patagonia (apapachar: abrazar con el alma), en la que esperamos que personas solidarias de todas partes se sumen para colaborar. Armaremos pequeños grupos que abrazarán a una misma familia, acompañando la reconstrucción con la ayuda material que les sea posible, pero fundamentalmente con el apoyo emocional que dan los vínculos sinceros, más allá de la distancia.
Cómo colaborar:
Donaciones acá o comunicate a [email protected] para transferencias o depósitos.
Apapachar Patagonia:
Instagram: @apapacharpatagonia
Facebook: Apapachar Patagonia
Wpp: 2944109944
*Patricia Dambielle es docente, miembro de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos y socia de Página/12.