Noche en el paraíso 6 puntos
Nak Won Eui Bam; Corea del Sur, 2020.
Dirección y guion: Park Hoon-jung.
Duración: 131 minutos.
Intérpretes: Eom Tae-goo, Jeon Yeo-been, Cha Seung-won, Lee Ki-young, Park Ho-san.
Estreno en Netflix.
La última película de Park Hoon-jung –realizador por derecho propio (New World, The Witch) y guionista del éxito comercial y festivalero de 2010 I Saw the Devil– encarna la enésima versión del cine popular surcoreano en su vertiente policial y extrema. Esto es, técnicamente impecable, narrativamente atractivo y, por momentos, sorprendente, además de hiper violento para los cánones del cine occidental mainstream. Como suele ocurrir con muchos ejemplares del cine de género de ese país, Noche en el paraíso es muchas cosas al mismo tiempo: un relato de venganzas entreveradas, un melodrama de criaturas enfrentadas al abismo personal, una relectura del cine de yakuzas nipón y, al final de los días y las noches, la crónica de una tragedia. Park presenta al protagonista masculino y sus circunstancias en un prólogo de casi veinte minutos, antes de que una placa anuncie el irónico título (nada hay aquí de paradisíaco), brindando información esencial para comprender todo lo que vendrá.
Tae-goo, joven miembro de una familia mafiosa, decide vengar la muerte de sus familiares más cercanos con la anuencia de su jefe directo, y la escena –que parece homenajear a la célebre pelea en cueros en los baños turcos de Promesas del este– ofrece un festín de hemoglobina, la primera en una extensa serie de sangrías. A partir de ese momento, el film correrá en paralelo por dos carriles. Por un lado, la huida del muchacho a la isla de Jeju, donde deberá esconderse durante una semana antes de partir a Vladivostok, y el encuentro con la hija de un traficante de armas, enferma de gravedad y experta tiradora con tendencias suicidas. Por el otro, en Seúl, los tejes y manejes de las diversas ramas criminales atravesadas por un momento de máxima tensión, precisamente gracias a las acciones de Tae-goo. El montaje paralelo permite que Park deje bien en claro las internas en el submundo del hampa (aunque habrá varias revelaciones sorpresivas), al tiempo que la relación entre Tae-goo y Jae Yeon (la actriz y modelo Jeon Yeo-been) pasa de un inobjetable menosprecio a la empatía y, de allí, a un compañerismo a prueba de balas y cuchilladas.
El elegante plano con grúa que divide a ambos personajes en sendos cuartos de hotel, luego de un tiroteo y escape, se juega de lleno al melo y parece anticipar la posibilidad del romance, pero el relato está demasiado cerca de la muerte como para ocuparse de amores contrariados. Un poroto más a la hora de escapar a los clichés. Tampoco es que Noche en el paraíso brille por su originalidad, pero los ingredientes y condimentos están dispuestos casi siempre en el espacio y el momento adecuados, y por cada escena climática de acción –hay varias y variadas, con persecuciones automovilísticas y refucilos de armas de fuego ultra estilizados– la historia permite que los traumas y deseos de los personajes afloren sin parecer demasiado forzados. Como también ocurre en mucho cine coreano de género, hay una cierta fascinación por la crueldad y el sadismo, pero en última instancia la resolución trágica de los hechos sólo permite llegar a una conclusión: el ojo por ojo no está congraciado con la posibilidad de los corolarios felices. En todo caso, aquí el romanticismo es audiovisual, estético, nunca físico ni espiritual.