La tiendita de Nick Cave

“Aunque esencialmente escribo canciones, siempre ha habido un componente visual fuerte en mi proceso de composición, para que mis letras pudieran ser vistas, tocadas, examinadas. Cave Things es un intento por llevar estas imágenes al mundo, yendo más allá del merchandising pero deteniéndome antes de que se las llame ‘arte’. Diría que, en el mejor de los casos, son residuos incidentales de una mente sobreestimulada. O sino objetos que tratan de ser artísticos pero fracasan dulcemente”. Palabras del leyendario músico Nick Cave sobre su tienda online, una web poco convencional que lleva unos pocos meses operativa. De todo como en botica en la extraña Cave Things, donde cada uno de los productos disponibles y a la venta ha sido “concebido, realizado, moldeado y pergeñado” por el venerado australiano, que lo mismo estampa azulejos con dibujitos animalados o planta irreverente frase en un sweater canino: “Suck my dick”. “Alguien adoptó un chihuahua para ponerle ese jersey”, cuenta el diversificado trajeado en charla con la versión bortánica de la revista Esquire, donde zanja las dudas de almitas escépticas. “Habrá gente que sospeche que no estoy ciento por ciento involucrado en estas piezas ¿Qué estrella de rock respetable se molestaría en hacer un tazón de cereales para chicos, papel de envolver con motivos pornográficos, postales religiosas o una jarra de leche satánica? La triste y simple verdad es que disfruto mucho creando estas cosas, que son –para mí– preciosas, terapéuticas, misteriosas, subversivas. Una escapada humorística de las agonías de mi laburo real, que es componer”, reconoce Nick Cave, que raudamente aclara que incluso diseñó la página web, el packaging para los envíos, y escribió la descripción de cada adminículo: polaroids firmadas o intervenidas, lápices, dijes y un largo etcétera que se ajusta a todos los bolsillos.

Aunque virtuales, los sueños, sueños son

Cada primavera desde 2007, en el jardín de esculturas del Museo Hirshhorn, en Washington, cierto arbolito florece con cientos y cientos de mensajes de paz, de anhelo, de ilusión, escritos con mimo por visitantes que los cuelgan cuidadosamente de sus ramas. Solo en esta estación, dicho sea de paso: durante el resto del año, en pos de preservar la integridad del famoso Wish Tree, se le pide a la gente que solo le susurren sus deseos, sin que medie tinta ni papel. Tales han sido las instrucciones que antaño diera la autora de la pieza, Yoko Ono, que luego recibe los deseos de puño y letra en su Imagine Peace Tower, instalación que creara en homenaje a John Lennon en las afueras de Reykjavik. Allí es donde ya ha reunido las tarjetas –más de un millón– que lleva compilando desde que comenzara a obsequiar sus árboles de los deseos en la década del 90 a distintas galerías del globo. Este año, empero, pidió permiso el museo Hirshhorn a Yoko para modificar excepcionalmente la modalidad y así acomodarse a las atípicas circunstancias pandémicas; y con su visto bueno, la experiencia ha virado por primera vez a la virtualidad. Después de todo, “que podamos seguir compartiendo nuestras esperanzas y sueños sin restricciones” es la meta que persigue el sitio, que propone que durante todo abril las personas publiquen sus deseos en Instagram con el hashtag #WishTreeDC, asegurando que más tarde los imprimirán para que sigan su curso habitual: las ramas del árbol, el archivo esperanzador, la torre luminosa en Islandia... Hecha la invitación, ya han participado de la experiencia el reggaetonero J Balvin, que desea “salud mental para todos, amor y sueños”. “Saltearnos el siglo XXI por completo”, es antojo del artista plástico suizo Ugo Rondinone. Mientras el multimedia Ken Lum da la nota personal: “Ojalá haber conocido a mi esposa antes”. Apenas algunos de los muchos mensajes que se multiplican, ahora entre hojas virtuales.

Facebook versus Bitche

Se ha pasado tres pueblos el infame algoritmo de Facebook con Ville de Bitche, pequeña ciudad de la región de Lorena, en Francia, que goza de abundancia en flores, de una imponente ciudadela fortificada, de una riquísima cocina especializada en pescado de agua dulce, setas y frutas de estación. Datos que, durante varias semanas, no pudo cotejar ningún usuario de la red social por insólito motivo. “El 19 de marzo, nos enteramos que nuestra cuenta ya no estaba en línea, informándosenos que violaba las normas y condiciones de Facebook”, explicó el alcalde Benoît Kieffer vía comunicado ¿El quid del despiole? “El nombre de nuestro pueblo, que sufrió una mala interpretación”. En su presunto afán de corrección, el persecutorio algoritmo de FB confundió Bitche con bitch, palabrita derogatoria en inglés que, como es harto sabido, se utiliza como insulto a mujeres. Floja de idioma y geografía, procedió entonces a eliminar el “agraviante” perfil, al que a menudo acceden los casi cinco mil vecinos para enterarse de las novedades de su pueblo, o turistas que quieren pasar una temporada disfrutando las bondades de la región. “Estaríamos encantados de recibir a Mark Zuckerberg y al presidente de Facebook en Francia para que descubran nuestra preciosa ciudad fortificada, que ha protagonizado diversos eventos históricos; pero también para honrar, junto a ellos, la memoria de nuestros compatriotas y nuestros amigos americanos, que liberaron nuestra ciudad y que se hacen llamar, con orgullo, ‘hijos de Bitche’”, fue el altisonante mensaje del ayuntamiento en el largo rato que no tuvieron ni noticias de la red, presos de una burocracia imposible que pondría los pelos de punta al ya curtido Josef K, protagonista de la novela El proceso, de Frank Kafka. Así las cosas, hubo final feliz: tras trascender en medios el acto de censura, se restauró la cuenta y hubo pedido de disculpas. Lo que no quita que, en el ínterin y por si las mosquitas, otro pueblo francés, Rohrbach-lès-Bitche, optase por cambiar el nombre de su perfil, estrenando Ville de Rohrbach para evitar caer en las garras del nefasto algoritmo.

Rockwell al rescate

Durante décadas, el célebre pintor e ilustrador Norman Rockwell creó cantidad de obras por encargo para los Boy Scouts of America, donde evocaba los presuntos valores de la agrupación: virtud, valentía, patriotismo. En breve, más de 60 de esas piezas –que pertenecen a las arcas de esta organización centenaria– irán a subasta. No es que los scouts tuviesen previsto deshacerse de las altamente cotizadas obras del “pintor del pueblo”, como se llamó al artista por concentrarse en la cara amable de los Estados Unidos (suya la cita: “La vida que reflejo en mis pinturas excluye lo sórdido y lo feo. Pinto como me gustaría que la vida fuera”). La entidad juvenil está endeuda hasta las muelas de juicio y debe enfrentar una demanda millonaria por haber encubierto ¡más de 85 mil casos de pedofilia entre sus filas! entre los años 1944 y 2016, según la justicia. En impoluto uniforme, en posición firme, con trompeta en mano o reunidos los muchachos alrededor de una fogata, las piezas de Rockwell para los scouts se extendieron durante más de seis décadas. Aunque ni él ni sus tres hijos formaran parte del grupo, el artista produjo numerosos calendarios para la entidad; también portadas para su revista mensual, Boy’s Life, de la que además ofició de director artístico. Según la especialista Deborah Solomon, crítica de arte y autora del libro American Mirror: The Art and Life of Norman Rockwell, estas obras sin duda valen millones, pero “ciertamente no es lo mejor de Rockwell”. “Es arte publicitario”, resalta Solomon, recordando que los scouts le dictaban el tema, “coartando las libertades con las que sí pudo trabajar en el Saturday Evening Post”. Otras voces en tema, mientras tanto, advierten sobre el neoyorkino nacido en 1894, muerto en 1978: “Aunque Norman carece del genio de Picasso o de la fuerza expresiva de Francis Bacon, ciertamente sigue cautivando a multitudes”. Independientemente, recala el rotativo Le Monde en lo absurdo de la situación: futuros compradores adquirirán representaciones idealizadas, edulcoradas de una agrupación que ha tapado muchísimos casos de abusos sexuales a menores, y que con el dinero reunido busca salvar las papas y compensar a las víctimas. Al respecto, no han precisado aún los Boy Scouts of America –que se declararon en quiebra el año pasado– cuánta plata destinará a cada sobreviviente; de hecho, queda por ver si los 300 millones que esperan reunir en la subasta serán “suficientes”.