Es la segunda vez que Mariela Antoniska, como médica, enfrenta una pandemia. Hace poco más de una década, cuando le tocó hacer la residencia en el Hospital Posadas, la exarquera de Las Leonas combatió la Gripe A. “Era un poco peor para mi porque afectaba un poco más a los chicos”, le dice a Página/12 la pediatra del Garrahan. Ahora es la covid-19 lo que delimita el escenario cambiante en su profesión: “Con las nuevas cepas se ve que también hay afectación de chicos”.
Alejada del hockey, defiende el arco de la salud pública. “Es difícil poner en cuarentena a los barrios carenciados, porque la gente necesita salir a trabajar con lo que puede y llevar plata a sus casas”, cuenta la medallista olímpica y pieza clave en el boom de su disciplina en Sydney 2000. Y sobre Tokio, Antoniska advierte: “Todo es incertidumbre hasta que no empiecen los Juegos Olímpicos, si es que se hacen”.
—¿Cómo te atraviesa el hecho de haber sido Leona y ser hoy médica en pandemia?
—Estoy contenta por haber tenido la oportunidad en el deporte y en esto también, pero tampoco me considero indispensable ni mucho menos. Creo que cada médico, en su lugar, está haciendo lo mejor que puede para que las cosas anden bien, ya sea para pacientes covid como no covid. Tengo la suerte de que justo comparan que me tocó estar en Las Leonas y también acá, pero creo que estaba en mi destino. Lo vivo con orgullo.
—¿Cómo son tus días trabajando en la salud pública?
—Me levanto a las seis menos diez. Desayuno muy poco y me voy al hospital. Tres veces por semana voy a El Cruce de Varela, porque estoy haciendo una especialización sobre endoscopía. El resto de los días voy al Garrahan. En El Cruce hacemos pacientes adultos y a veces algunos pediátricos. Por la pandemia salgo poco y nada, trato de cuidarme para no exponer a nadie. Tengo la suerte de estar vacunada como personal de salud y por suerte hasta ahora no me he contagiado.
—¿La pandemia te hizo pasar por momentos con picos de trabajo?
—Tenemos horarios y particularmente no hacemos guardia, pero nos quedamos hasta la hora que se resuelve todo. Los médicos que están en la primera línea, los terapistas y en la guardia externa están más sobrecargados. Creo que todo el mundo lo está por el miedo a contagiarte, además de la tensión y la incertidumbre que eso genera. Una está todo el tiempo expuesta. Trabajamos con muchos pacientes pediátricos que son asintomáticos, entonces tenés más riesgos sin saberlo. Te tenés que cuidar todo el tiempo, no te podés equivocar. El personal de salud está bastante estresado.
—En ese sentido, ¿cómo estás en cuanto a lo anímico y el agotamiento?
—Hace dos años que no me tomo vacaciones. Mis últimas vacaciones fueron en diciembre de 2019 y desde ahí no paré. Es difícil, es cansador. Todo suma, porque además tenes un sueldo que está por debajo de lo que deberíamos cobrar. Es todo un círculo de cosas, no ves a tus amigos... Hay cosas que suman para atrás y te cansan, más allá de que uno tiene las cosas claras. Ves que seguimos laburando y después ves gente que se la lleva de arriba.
—Han circulado fotos del personal de salud con las caras dañadas...
—Es por el barbijo. Al tenerlo puesto todo el día te produce una dermatitis y una lesión en la cara. Sumado a la transpiración, se producen esas lesiones en la piel. Yo entro a la mañana, me lo pongo y recién me lo saco a las tres o cuatro de la tarde. A veces tengo algunas marcas de esas alrededor de la nariz, pero no tan profundas como se ve en otras personas.
—Trabajás en provincia y en ciudad, ¿cómo analizas el escenario actual?
—En el AMBA hay lugares en los que la gente tiene muchos menos recursos y por lo tanto nunca se cumplió la cuarentena, porque la gente necesitó seguir trabajando. Hay gente que no tiene las posibilidades que por ahí tienen otros en otros lugares. Es difícil poner en cuarentena a los barrios carenciados, porque la gente necesita salir a trabajar con lo que puede y llevar plata a sus casas. Igual, la mayoría de la gente trata de cumplir y hacer lo mejor que puede, supongo.
—¿ Y cómo ves el comportamiento de la gente en general?
—Creo que falta que se tome más conciencia de la situación. No todo el mundo lo hace. Durante todo este tiempo fijate que hubo un montón de facetas: La gente que no creía en el virus y después creía; los que decían que la vacuna sí y después la vacuna no. En las vacaciones vos veías las playas y era increíble: nunca dejamos de estar en pandemia, pero la gente estaba en la playa como si nada.
—¿Te tocó ver casos de niños o niñas con covid positivo?
—Estuve aislada por haber estado en contacto con un paciente positivo. La gravedad que se ve en los adultos no la vemos tanto en pediatría, pero con esas nuevas cepas no lo sé. Esperemos que no empiecen a circular. Lo que escucha una en las terapias es que la edad de internación bajó mucho: Antes era de 50 o 60 años, pero ahora es de 30 o 40 años. Cambió todo. Antes la cepa afectaba más a los adultos y ahora con las nuevas cepas se ve que también hay afectación de chicos. Todavía no lo tenemos tan claro, hay que ver qué pasa. Es muy dinámico esto.
—¿Qué reacción ves en la gente que se vacuna en los hospitales?
-Acompañé a mi mamá y a mi tía a vacunarse. Creo que la gente grande está feliz de tener la vacuna, aunque sea la primera dosis. Más allá de que se tenga que seguir cuidando, es un alivio para ellos. Hay gente que está contenta con la vacunación y creo que es importante empezar a vacunar lo más que se pueda para tratar de controlar un poco la circulación del virus. Falta mucho por recorrer, pero lo importante es que se está vacunando.
—Desde tu rol en la salud, ¿cómo analizas la realización de los Juegos Olímpicos?
—No van a ser unos Juegos como los que habitualmente vemos, llenos de gente en los estadios y demás. Por lo que se dice, habrá una restricción casi completa para la gente. Supongo que Japón debe estar muy bien con el tema de la vacunación y por eso creo que lo dejan ser sede. Por cómo son ellos, supongo que van a testear a todo el mundo y será todo muy riguroso. Lo que sí, es una cosa muy jugada por cómo están las cosas ahora: En Europa están en la parte baja de la segunda ola, pero se habla de una tercera.
-La preparación de los y las atletas se dio en un contexto incierto...
-Y sigue siendo incierto porque hubo partidos de la Pro League, pero mucho no se compitió ni se viajó. Es todo una incertidumbre. Todo es incertidumbre hasta que no empiecen los Juegos Olímpicos, si es que se hacen. Nadie sabe cómo está hasta que empiece a rodar la bocha en el torneo. Por ahí los europeos tienen más rodaje, pero el resto va a estar igual que nosotros.
—A nivel social, existe la sensación de que cada vez son más cercanas las personas contagiadas.
—Creo que a todo el mundo le está pasando lo mismo. Como que las pelotitas van picando cerca. Hay que cuidarse mucho más que antes y estar mucho más atento, seguir con las medidas de higiene y cuidarse. Me parece que ahora estamos en el peor momento, en el brote más importante y en la segunda ola. Para nosotros va a ser crucial, porque hay 30 mil casos por día. Eso nos marca que el virus está circulando de una forma increíble.
—¿Quienes trabajan en la salud son una suerte de heroínas o héroes anónimos?
—Somos gente que hoy por hoy está en el frente de batalla como en otro momento hubo otras personas. No somos héroes ni villanos. No me siento heroína y creo que ninguno se siente así, porque de repente sos héroe pero después pasas a ser villano: te aplaudían pero después no te aplaudía nadie. Son extremos. Somos gente que está laburando, haciendo lo que tiene que hacer, dejando lo mejor para darle salud a la gente que está enferma.