La semana pasada hubo un desplome en el precio de las criptomonedas. El bitcoin llegó a perder 15 mil dólares en un par de días. Se perdieron más de 200 mil millones de dólares de capitalización de mercado, suma equivalente a medio PIB de Argentina. La volatilidad de las monedas digitales vuelve a generar controversia entre economistas y, otra vez, se refuerza la misma pregunta: ¿las criptomonedas llegaron para quedarse?
En el portal Project Syndicate se publicó un texto interesante que intenta dar algunas respuestas. Se plantea que, más allá de los cambios bruscos de precios, el bitcoin sorprende por la rapidez con la que la tecnología blockchain es adoptada para guardar y transferir valor.
Los datos del último año son llamativos. Entre los países desarrollados y emergentes se calcula que más de 90 millones de personas tienen inversiones en monedas digitales. La tendencia es que cada vez más millennials piden estos activos para sumarlos a su cartera. El 38 por ciento de los jóvenes estadounidenses dice que preferiría tener bitcoin a bonos del Tesoro.
Esto despertó el interés institucional de actores relevantes en el sistema financiero global, desde las compañías de tarjetas como Visa y Mastercard hasta grandes bancos de inversión como el JP Morgan. Una de las plataformas para comprar bitcoin más grande del mundo salió a cotizar en Wall Street con un precio record: se llama Coinbase.
Esta capacidad para penetrar en la arquitectura financiera genera sorpresa. La tecnología del bitcoin tiene menos de 15 años. A otras tecnologías como el papel moneda les llevó siglos la adaptación hasta masificarse. Los relatos de Marco Polo sobre como el Imperio Khan transformaba hace 900 años la madera en billetes sellados son imperdibles.
El planteo de distintos economistas es que a partir de esta adopción inusualmente rápida la respuesta más lógica es pensar que las criptomonedas llegaron para quedarse. Esto incluye a muchas de las disrupciones que plantea la tecnología. Desde la posibilidad de eliminar intermediarios hasta desarrollar modelos de negocios basados en una economía de tokens. Ejemplos de esto son proyectos como el de BAT para la publicidad digital.
Este razonamiento es justamente el que siguen Catalini, Jagadeesan y Duke Kominers, los autores del texto de Project Syndicate. Debe aclararse que ese documento no es desinteresado ni surge únicamente como el resultado de una reflexión intelectual. Por detrás existen intereses. Los autores son economistas del MIT, Harvard y Standford, pero además participan como referentes del proyecto Diem. Se trata de la moneda digital que buscará impulsar Facebook a nivel internacional a partir de fines de este año.
Hasta ahora el proyecto estaba en un gris por las dificultades de Facebook para convencer a algunos países desarrollados, pero durante la semana pasada retomó impulso. A fin de año empezaría a rodar e incluso tienen preparada una nueva aplicación llamada Novi que podrá usarse para guardar estas monedas. Por detrás estarían respaldadas con dólares.
La apuesta de Facebook es que sus usuarios puedan enviarse dinero sin límites geográficos de una forma tan fácil como cuando mandan un mensaje de WhatsApp. Son miles de millones de usuarios potenciales que podrán usarlo en sus distintas plataformas. Si el lanzamiento efectivamente prosperara el avance de blockchain sería exponencial y consolidaría una tendencia que excedería a la evolución que pueda tener el precio del bitcoin.